la matanza de acentejo

Los cuatro años de batalla del tinerfeño Alexander

Fue un 22 de julio de 2018 cuando Alexander Canino se cayó de la costa de La Matanza de Acentejo, un accidente que le provocó un daño cerebral muy grave; su familia sigue luchando para conseguir el dinero y costear las terapias que ayuden a su rehabilitación
Alexander

El 22 de julio de julio de 2018 Alexander Canino Hernández iba con unos amigos paseando por la costa de Acentejo cuando resbaló y se cayó de una altura de 20 metros que le provocó un traumatismo craneal grave que le dejó importantes secuelas en el habla, el razonamiento y la movilidad, contra las que sigue luchando para recuperarse.


Álex, como lo llaman sus más allegados, nunca bajó los brazos, tampoco su padre y su madre, que han hecho lo imposible para costear las terapias que ayuden a su rehabilitación.


Han vivido entre Galicia y Barcelona, han viajado a Estados Unidos a probar terapias con céludas madre y han dejado su historia clínica en decenas de centros hospitalarios de la Península y de varios países de América y Europa.


La terapia con células madre que realizaron en diciembre, en Estados Unidos, ha dado muy buenos resultados. Sin embargo, necesita más tratamientos ya que lo hicieron tres años y medio después del accidente, “que no es lo mismo que hacerlo desde el primer momento, que quizás con uno o dos hubiera sido suficiente”, apunta su madre, Vanesa Hernández, siguiendo las explicaciones que en su momento le dio el facultativo que lo atendió.


El trasplante consistió en sacarle tejido adiposo de su barriga y separar en el laboratorio las células madre. El 80% se lo colocaron intratecal y el 30% restante, en su brazo derecho. El primer resultado notorio fue a los pocos días en este último miembro, donde se redujo “una barbaridad” la espasticidad que tenía en la mano.


En el caso de Álex, como el de otros pacientes con daño cerebral, este tipo de tratamientos, “que en España todavía están en ensayos clínicos, permite que se regeneren las neuronas. Su cabeza está soltando chispas, como cables pelados. Yo tengo fe de que quede pegado el cable y sea una nueva neurona que quede conectada -eso es la sinapsis- y que pueda ir recuperándose poco a poco”, confía Vanesa.


Antes de viajar a Miami iniciaron una campaña a través de la plataforma GoFundMe para recaudar los 50.000 euros necesarios pero apenas consiguieron 910 euros, por lo que solo pudieron hacerle un tratamiento. Meses después encontraron en España un médico que realiza este tipo de terapias pese a no estar justificada su eficacia. “Nos sale la mitad del dinero y lo vemos genial, pero empezamos por el punto de partida de siempre: buscar el dinero”, se lamenta.
Así, su familia decidió poner en marcha una nueva campaña, en este caso a través de la plataforma teaming.net en la que pide un euro al mes, “el precio de un café”. Sabe que no es fácil porque la gente es reacia a este tipo de colaboraciones a través de la red y sobre todo, si tiene que poner su número de cuenta, “aunque es segura al 100% y la gente puede ver todo con total transparencia”, recalca.


El objetivo es que en quince meses se pueda conseguir el dinero para realizar un nuevo tratamiento y al mismo tiempo, Álex pueda continuar con sus terapias diarias, que también tienen un coste excesivo, una cantidad de dinero importante que hay que desembolsar mensualmente. “Estamos haciendo malabares, además de pulseras, botellines de aluminio para agua y llaveros, todo ayuda”, sostiene su progenitora, quien abrió una página de Facebook con el mismo nombre que tiene la que inició hace más de un año en Youtube ‘Abriendo puertas para Alexander Canino’, en la que publica los avances de su hijo.


“A veces quisiera subir vídeos más a menudo pero los avances de mi hijo no son rápidos y veloces”, sostiene.
“Es verdad que las células madre son una bomba, pero sin trabajo no dan resultado”. Por eso, Alexander sigue haciendo su terapia, para darle estimulación a su cerebro y que éste vuelva a aprender a hacer cosas.


Vanesa no se siente una heroína ni nada que se le parezca. “Cualquier padre o madre haría lo mismo que nosotros. Esto llega y no te pide permiso. Esta situación le puede tocar a cualquiera, en este caso le ha tocado a mi hijo, como a muchas personas a las que hemos conocido con daño cerebral y eso te hace pensar que la vida es nada, o la aprovechas o se te va de voladita”, reflexiona.


En estos casi cuatro años ha perdido la cuenta de cuántos médicos ha contactado a través de correos electrónicos y la cantidad de grupos de familias con daño cerebral en los que participa en todo el mundo, con las que comparte su experiencia y que a ella, al menos, le sirve de terapia. “Siempre animo a todas las personas que estén en mi misma situación. Mi teléfono está dispuesto para ellas, porque yo me vi muy sola durante los seis primeros meses en Barcelona en los que todo el mundo me decía que todo era negro”.


Álex también ha cambiado y mucho. El próximo mes cumplirá 20 años, ya es un hombre, se ha desarrollado mucho físicamente y su autonomía es cada vez mayor.


Vanesa y su esposo son conscientes de que todavía queda mucho camino recorrer, pero no importa, “mientras él siga avanzando y dios me deje, tengo todo el tiempo del mundo”, subraya.

Se pueden conseguir en el ciberlocutorio Tecnolince, en La Matanza de Acentejo; en la cafetería El Buda Goloso, en Las Canteras; y en Tacoronte en Autoagro, en el estanco La Sucursal y en el restaurante A donde tú quieras, en Mesa del Mar

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