Montilivi no estuvo tan lejos ayer de Tenerife. El estadio gerundense, de tan buen recuerdo para los aficionados blanquiazules por aquel ascenso de la mano de José Luis Oltra, se trasladó a los domicilios de los birrias, los bares, las terrazas, cualquier lugar donde se viviera la primera parte de esta eliminatoria que se resolverá el domingo en la Isla.
Hubo sufrimiento, sí, pero el sueño sigue vivo aunque esperan 90 minutos de alta tensión cardiaca. Al Tenerife le salió bien su planteamiento. Resistió con el apoyo de los 300 valientes que se desplazaron hasta tierras catalanas para darle calor a su equipo y ahora se jugará el ascenso con su gente, en su casa y con el factor desempate a favor.
“Tenemos que subir que hay que ver a Pedri el año que viene en el estadio”, decía un hincha justo con el comienzo del pleito a lo que su colega replicaba: “Al que no vamos a ver es a Mbappé, oiste”.
Fueron muchos minutos de tensión, de protestar decisiones arbitrales que no tuvieron incidencia en el resultado final, de pedirle algo más de pólvora a un equipo que no quiso gastar más munición de la cuenta y de soportar a Juan Eduardo Esnáider.
“Por favor, quiténle el volumen a la tele, pongan el sonido ambiente para no escuchar más a ese impresentable”, llegó a suplicar un grupo en una terraza capitalina cercana a la de la plaza de España en la que vio el partido el alcalde de Santa Cruz.