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Pepa Plana: “Yo no elegí ser payasa, fue la payasa la que me eligió a mí”

La artista catalana participa esta semana, en Santa Cruz y en El Sauzal, en el Festival Internacional Clownbaret
Pepa Plana es todo un referente en el mundo del 'clown'. / DA

Desde muy pequeña tenía claro que quería ser “dramática”. Además, su abuela estaba de acuerdo con ella: “Esta niña va para artista”, decía. Pepa Plana es todo un referente en el mundo del clown por haber roto moldes hace 25 años y alzar la voz femenina en un ámbito dominado por los hombres. Voces que no ves es una reivindicación de la mujer payasa. Podrá verse en el Teatro Guimerá de la capital tinerfeña este viernes y al día siguiente, 15 de octubre, en el Teatro El Sauzal. Todo ello, dentro de la programación del XVI Festival Internacional Clownbaret.

-¿Cuándo supo que quería dedicarse a la interpretación?
“Creo lo supe desde siempre, desde pequeña. Me disfrazaba y hacía festivales. Y mi abuela, como todas las abuelas, decía: “¿No veis que esta niña es una artista?”. Entonces me apuntaron a ballet, pero me parecía un rollo. Ya en la escuela hacíamos teatro y la profesora me metió en el grupo amateur de mi pueblo. No he hecho nunca otra cosa, yo lo que quería ser era dramática. Estudié arte dramático y todo prometía para que yo fuera una actriz dramática, pero la payasa se cruzó por el camino, por suerte, por casualidad, por azar y es maravilloso. Ya son como 25 años de este delirio”.

“Este oficio es una carrera de fondo; surfear cuando está la buena ola y saber salir pronto cuando hay revolcón”

-¿Y por qué el ‘clown’, que es un mundo aparentemente de hombres?
“Ese el histórico, claro. Todo el humor se ha escrito en masculino, como tantas otras cosas. Pero a mí no me tocaba otra, soy mujer y, por suerte, desde entonces ya hacíamos lo que nos daba la gana. No con pocas dificultades, porque hace 25 años sí que era un poco más extraño, curioso… Una payasa, sola, para un público adulto era ¿en serio, Pepa? Ahora cada vez somos más mujeres con espectáculos preciosos. Pero yo digo que no escogí ser payasa, sino que la payasa me eligió a mí. Yo la negaba. Fueron 10 años de decir: ‘Yo no, payasa no’. Al final ganó. Suerte para mí, la verdad”.

-Ha trabajado en el Circo del Sol, ha actuado en teatros de muchos países. Es una de las payasas más reconocidas mundialmente. ¿Qué le ha llenado más de toda su trayectoria?
“Esto es una carrera de fondo. Sé lo que es estar en la gloria y hay momentos en que esa gloria se termina y te toca el infierno. Siempre hay como una sensación de que eso no es verdad: ni la gloria, ni el infierno. La gloria hay que aprovecharla cuando llega, pero es un estado efímero. También lo es el infierno… Destaco la capacidad de estar en una carrera de fondo, de surfear cuando está la buena ola y cuando hay revolcón, también saber salir pronto. Este camino es muy largo”.

-El silencio es a veces un elemento importante en sus espectáculos. ¿Cómo logra arrancar sonrisas al público sin palabras?
“Tengo espectáculos más parlanchines y otros menos. No hablar ha sido un experimento mío; quería saber qué pasa cuando no hablo, con lo parlanchina que soy. Si no hay pausa, no hay risa. Es el permiso que damos al público en la pausa, donde habla la risa, donde tiene que haber delirio, locura… Si no das la pausa, el público no sabe dónde se tiene que reír. Los músicos lo tienen muy claro: el silencio también es música. También en lo teatral: la pausa es texto, es obra”.

“Los músicos lo tienen muy claro: el silencio también es música. Y lo mismo ocurre en lo teatral, el silencio es texto, es obra”

-¿A quién es más fácil hacer reír: a los niños o a los adultos?
“Solo he hecho espectáculos infantiles con Payasos sin Fronteras. Pero son realidades muy distintas en las situaciones en las que he actuado con la ONG: con pocos recursos, a raíz de una tragedia natural o provocada por los humanos. Ahí, cuando el ser humano necesita reír, lo hace generosamente. Pero al público adulto en una situación normal te lo tienes que ganar, te tienen que querer. Es todo un trabajo de seducción”.

-¿Qué tal se lleva con los espectáculos de calle?
“Solo he hecho uno y era un experimento con otra compañía. Pero la calle no es mi estado natural. Qué miedo la calle. Dame luz, dame escenario; es que es muy difícil la calle. Es para para payasos y payasas titánicos”.

-Ha dirigido un festival de payasas en Andorra. ¿Cómo se comporta Pepa en este rol?
“Esa aventura era un sueño que nació en 2001. No había ningún festival de payasas en el mundo y nadie creía que se podía hacer. Andorra se lo creyó y con un presupuesto maravilloso apostaron fuerte para hacer este festival. Llegaban unas 90 payasas de todo el mundo y esta maravilla duró 10 años. Cambió la política y algunos proyectos que se han construido, se destruyen sin razón. Ahora ha vuelto muy modesto, pero con la voluntad de ir creciendo otra vez. Organizo los espacios, los horarios, las compañías, los concursos… Me gusta todo, pero en medio del festival pienso: ‘A mí me gustaría actuar solamente”.

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