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Gloria, tinerfeña que reivindica a las mujeres castañeras: “Nosotras también nos manchamos con carbón”

Lleva 32 años dedicándose a asar castañas y, desde su pequeño puesto marrón en La Concepción, en La Laguna, defiende el carácter tradicional de su oficio: "Debería ser considerado artesanía"
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Gloria Barrera y su familia llevan toda la vida dedicándose al asado de castañas en Tenerife, un oficio que se transmite de generación en generación. FRAN PALLERO

Los meses de octubre, noviembre y diciembre de cada año los puestos de castañas asadas vuelven a las calles de Tenerife regentados por unas pocas familias que mantienen viva la tradición. Una de esas dinastías de castañeros es la de Gloria Barrera, una mujer que lleva 32 años trabajando en puestos de castañas y actualmente asando en el ubicado junto a la Iglesia de La Concepción, en La Laguna: “Para nosotros esto es más que un oficio, es algo que transmitimos de generación en generación y por eso pedimos que se reconozca como artesanía”, cuenta a DIARIO DE AVISOS.

El primer puesto de castañas que tuvo la familia de Gloria lo montó su suegro en 1950 y estaba ubicado en la Plaza de España. La buena relación familiar que tienen les ha llevado a ir aumentando los puestos con el tiempo y, actualmente, tienen una decena repartidos entre Santa Cruz y La Laguna. En el caso de Gloria, empezó en la Alameda del Duque de Santa Elena, en la capital, y desde entonces, no ha parado: “Cada año pedimos licencias para abrir durante los tres meses que dura la temporada de las castañas, que son octubre, noviembre y diciembre“.

Las licencias para los puestos se piden de forma distinta en cada municipio, cuenta Gloria, que afirma que en La Laguna “funcionamos a través de las Comisiones de Fiestas” y en Santa Cruz “como Proyecto Urbano”. En su opinión, las castañas asadas “deberían ser parte de las ferias artesanales” ya que el trabajo “se transmite de generación en generación y la técnica es antigua y manual”. Además, ella y otros castañeros suelen ir a colegios, institutos y fiestas a enseñar a los más pequeños cómo funciona esa tradición: “Les contamos dónde nacen las castañas y cómo se recogen”.

Para Gloria y su familia, el negocio de las castañas supone un “alivio con el que contar a final de cada año”. Ella es ama de casa y suele estar desempleada “debido a lo complicado que está el mercado laboral”, así que al menos “los meses que tenemos los puestos contamos con ingresos y a veces nos da incluso para ahorrar”.

De profesión, castañera

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Gloria Barrera lleva 32 años dedicándose a asar castañas. FRAN PALLERO

Asar castañas es un trabajo duro que supone exponerse a las altas temperaturas del carbón y del caldero utilizado para el tueste. Sin embargo, estas condiciones no suponen un freno para las numerosas castañeras que estos meses se dedican al oficio. Gloria bromea con que el único inconveniente de su trabajo es que “las uñas siempre las tenemos negras”, pero insiste en que “las mujeres no tenemos ningún reparo en mancharnos de carbón”. De hecho, contabiliza al menos cuatro puestos de castañas que son llevados por mujeres en la zona metropolitana: “Los de Plaza de España, Imeldo Serís, Plaza del Adelantado y el mío, el de La Concepción.

Temporada tardía

Las precipitaciones del pasado septiembre en Canarias fueron tachadas de “anómalas” por los meteorólogos ya que debido a la cercanía de un ciclón tropical al Archipiélago se batieron todos los registros de lluvias respecto a ese mes. El agua caída fue bien acogida en general por el campo tinerfeño pero no benefició demasiado a la temporada de castañas: “El exceso de lluvias provoca que las castañas se caigan del árbol y, una vez están en el suelo, poco podemos salvar. Los gusanos siempre actúan rápido y entran en las castañas caídas”, explica Gloria.

Respecto al lugar de origen, Gloria explica que desde hace nueve años tienen “apalabradas” las castañas con varias fincas del Norte de Tenerife, que son quienes principalmente les surten. Las primeras castañas que salen del árbol son las de La Esperanza, luego las de La Victoria, las de La Matanza y las de La Orotava. Por último, llegan las de Arafo, aunque estas “salen algo caras al mercado, pero son muy buenas”.

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