la palma

Un año del volcán: 1.000 millones de daños, pero el dolor no se apaga

Un millar de vecinos de Puerto Naos y La Bombilla siguen sin poder regresar a sus casas, negocios y terrenos por los gases; Cáritas asiste aún a más de 3.000 damnificados
volcán
La confirmación del final de la erupción se produjo el día de Navidad de 2021 después de casi tres meses de destrucción en el Valle de Aridane. I Love the World

La Palma no olvidará nunca el día de Navidad de 2021. Ha pasado un año y aún emociona recordar el momento en que científicos y autoridades anunciaban el fin de la erupción del volcán que sembró la destrucción en el Valle de Aridane. El libro digital Cumbre Vieja: tres meses en el infierno, escrito por Juan Carlos Mateu y publicado por la Fundación DIARIO DE AVISOS (que se puede descargar gratuitamente), relata el día a día de la erupción de principio a fin y así cuenta, en sus últimas páginas, cómo se vivió la noticia aquel histórico 25 de diciembre de 2021:

Casi 100 días han tenido que pasar para escuchar las cuatro palabras más esperadas a lo largo de este tiempo: “La erupción ha terminado”. La frase la ha pronunciado hoy el consejero de Administraciones Públicas, Justicia y Seguridad del Gobierno de Canarias, Julio Pérez, en una comparecencia ante los medios de comunicación, revestida de la solemnidad que requería la ocasión, en la que ha aparecido flanqueado por los mandos de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y la Unidad Militar de Emergencias; el director del comité técnico del Pevolca, Miguel Ángel Morcuende, y las científicas del Instituto Geográfico Nacional María José Blanco y Carmen López. Esta última portaba un pañuelo en su cuello con la palabra ‘gracias’. Junto a ellos, una pantalla con el resto del plantel de científicos implicados en esta crisis, conectados por videoconferencia.

“He buscado la palabra exacta que podía definir nuestro estado de ánimo. No es alegría, no puedo decir que estemos contentos, y tampoco es satisfacción. Hoy sentimos alivio. También podemos añadir la palabra emoción, aunque debemos incorporar también la palabra esperanza. Esta insoportable letanía de destrucción ha terminado y ahora toca reconstruir, mejorar, rehacer y reponer”, ha detallado el portavoz del Gobierno de Canarias, que ha elogiado el “ejemplar modelo de gestión colectiva” durante la crisis volcánica.

Julio Pérez también ha recalcado que el final de la erupción no significa la conclusión de la emergencia y ha anunciado que en un plazo de 48 horas se comenzará a estudiar un plan de realojo “seguro, ordenado y paulatino” para que entre el 1 y el 15 de enero los primeros vecinos puedan regresar a sus casas. La comparecencia de los representantes públicos y de los organismos que han gestionado la emergencia ha terminado de la única forma que podía terminar: entre aplausos.

La catástrofe ha durado 85 días, 8 horas y 10 minutos: desde que el magma rajó la tierra a las 15.11 horas del 19 de septiembre hasta el apagón definitivo, registrado oficialmente el 13 de diciembre a las 23.21 horas. En este tiempo se han generado seis cráteres (el mayor de 172 metros de diámetro y el menor de 106), que han expulsado 200 millones de metros cúbicos de material y se ha formado un cono de más de 200 metros con una altura definitiva de 1.121 metros sobre el nivel del mar.

Las cifras de los daños causados hablan por sí solas: 7.000 personas evacuadas, 1.219 hectáreas cubiertas por la lava, dos fajanas del tamaño de 43 y 5 campos de fútbol, 2.988 edificaciones engullidas (según las estimaciones del sistema de satélites europeos Copernicus, aunque el recuento del catastro rebaja el cálculo hasta 1.576), 370 hectáreas de cultivos arrasadas, la mayoría plataneras (229), pero también viñas (68) y aguacates (27), y 74 kilómetros de carreteras afectados. La factura global provisional de daños materiales ronda los mil millones de euros.

Pero el impacto que ha sufrido el Valle de Aridane no solo ha sido económico y material, sino emocional y mental después de más de tres meses de tormento, con una población sometida a noches interminables en vela, diez evacuaciones y seis confinamientos. A lo largo de este tiempo se han cancelado un total de 500 operaciones en el aeropuerto de la isla por la presencia de ceniza y se han contabilizado hasta 2.800 vuelos de drones para el seguimiento de la erupción.

Reto titánico

El reto que ahora afronta La Palma es titánico: agilizar y garantizar el reparto de ayudas, construir viviendas definitivas para los desplazados, recuperar infraestructuras, limpiar toneladas de cenizas que se amontonan sobre miles de casas y espacios públicos, impulsar una planificación territorial adaptada a las necesidades y que determine el uso de la superficie ocupada por las coladas… Los desafíos inmediatos son innumerables.

“Es el mejor regalo de Navidad”, ha celebrado en su cuenta de Twitter el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. “Seguiremos trabajando juntos y juntas, todas las instituciones, para relanzar la maravillosa isla de La Palma y reparar los daños ocasionados”, ha garantizado. En la misma línea se ha expresado su homólogo canario, Ángel Víctor Torres: “Ojalá hubiese sido muchísimo antes. La capacidad destructiva del volcán ha sido la mayor en la historia de Canarias. Hoy se certifica el fin de la erupción de La Palma. A partir de ahora se afrontará el verdadero principio de la reconstrucción y lo haremos con la máxima celeridad y con todas las garantías”.

El sol vuelve a brillar sobre el Valle de Aridane y en toda la isla, que no olvidará jamás el regalo que trajo la Navidad de 2021. Como tampoco olvidaremos tantas historias que han rodeado esta catástrofe, como la premonición de María, una vecina de Breña Alta, que ha confesado a DIARIO DE AVISOS que dos horas antes de la erupción, justo después de que su casa se tambaleara por un terremoto, sintió la necesidad de ir al Valle de Aridane con su hijo de 15 años. “Hacía un día precioso, crucé la cumbre en un suspiro y a las dos de la tarde pasamos por Todoque, pero nunca imaginé que sería por última vez”, ha explicado.

Tras aparcar en uno de los miradores de la carretera de Puerto Naos, María se dirigió a su hijo: “Mira bien el Valle, es posible que no veamos nunca más este paisaje”. Entonces lloró sin saber muy bien el motivo: “No sé por qué, quizás por miedo, por los recuerdos…”. Al regresar a su casa para almorzar puso la televisión. “Entonces lo vi, allí estaba el volcán. Nos abrazamos”.

La directora en Canarias del Instituto Geográfico Nacional ha reconocido, en una entrevista concedida a la Agencia Efe, que el volcán de Cumbre Vieja ha sido “imprevisible” para la comunidad científica, a la que ha sorprendido “la rapidez con la que ha evolucionado”. María José Blanco ha detallado que la erupción comenzó antes de lo que calculaban los científicos y ha calificado su finalización de “muy abrupta”. También ha subrayado que “no había mucho manual” para afrontar la emergencia, más allá de las referencias históricas de episodios anteriores y ha confirmado que “ninguna erupción ha sido tan monitorizada como esta”.

Miguel Ángel Morcuende, director técnico del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias y otra de las caras más visibles durante la crisis, teme que “al despertar de un mal sueño nos vamos a dar cuenta todos del gran daño que ha hecho el volcán”. También ha comentado que el momento más crítico en estos largos tres meses fue cuando una de las coladas, la que devoró “de manera inmisericorde” el polígono industrial del Callejón de la Gata, avanzaba con una “potencia inusitada” hacia el barrio de La Laguna.

Cien días después, La Palma comienza a cerrar las heridas de un otoño de fuego, sufrimiento y destrucción. Quedan años de intenso trabajo por delante, pero es el momento de proclamar sobre las cenizas del volcán más destructivo en más de cinco siglos que la Isla Bonita vuelve a soñar con un futuro de confianza y prosperidad, después de dar al mundo una lección de fortaleza y resistencia que ya ocupa un lugar en la historia de las catástrofes naturales del planeta.

Cuando me dispongo a cerrar estas crónicas diarias del volcán de Cumbre Vieja, a punto de dejar el cuaderno sobre la mesa de noche viene a mi mente, como un mensaje final que busca colarse en el último renglón, la frase con la que comienza Taburiente uno de sus himnos, La Quinta Verde: “Cada mañana veo el sol y siento ganas de vivir”.

TE PUEDE INTERESAR