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Juan Alfredo Amigó: “Hablar con César Manrique era una lección constante de vida y de amor por su tierra”

El ingeniero recuerda en DIARIO DE AVISOS su relación profesional con el genial artista lanzaroteño
Juan Alfredo Amigó, ingeniero de Caminos y Medalla de Oro de Santa Cruz
Juan Alfredo Amigó, ingeniero de Caminos y Medalla de Oro de Santa Cruz. / Sergio Méndez

La trayectoria profesional de los ingenieros Juan Alfredo Amigó y José Luis Olcina ha estado muy ligada a la figura de César Manrique, con quien trabajaron codo con codo los últimos 25 años de su vida. El artista lanzaroteño encontró en ellos una complicidad personal y profesional que sería clave para ejecutar al pie de la letra la inspiración que el genio conejero plasmaba en sus bocetos. Su “familia tinerfeña”, como se refería a ambos, fue decisiva en la carrera del creador canario para hacer realidad construcciones casi imposibles. En esta entrevista con DIARIO DE AVISOS, Amigó (1938) recuerda aquella “mágica” relación, pero también analiza la situación y las perspectivas de Santa Cruz, su ciudad, a la que conoce como nadie “por encima y por debajo”, por su pasado como director gerente de Enmasa.

-¿Cuál fue el secreto de esa relación profesional con César Manrique tan duradera y tan fructífera para Tenerife?
“Cuando hablamos por primera vez con él descubrimos a un ser lleno de entusiasmo y vitalidad, con un enorme sentido de la creatividad, muy sencillo y unas ganas de vivir cada momento muy contagiosa. Todo comenzó a fraguarse con una pequeña obra en el hotel Tenerife Playa, en el Puerto de la Cruz. Allí nació una relación profesional y de amistad de 25 años en los que trabajamos en la creación de numerosos proyectos y obras. El secreto se resume en dos palabras: trabajo y amistad, aunque quizás el orden debía ser el inverso”.

-Transformar las ideas de un genio en obras realizables no debió ser fácil, porque una cosa eran los sueños del artista y otra los cálculos técnicos para materializarlos. ¿Era difícil trabajar con César?
“Para nosotros era un placer trabajar con él y resolver los problemas técnicos que en muchas ocasiones nos planteaba. En más de una ocasión teníamos que decirle: ‘César, eso que quieres es imposible’, pero no nos dejaba terminar la frase y respondía: ‘Si el hombre fue a la Luna, ¿cómo va a ser esto imposible?’. Acabábamos buscando una solución, que se resolvía cediendo ambas partes. Era muy fácil trabajar con César”.

-Usted y Olcina ejecutaron el Parque Marítimo de Santa Cruz y el Parque del Mediterráneo de Ceuta tras la muerte de Manrique, en septiembre de 1992. ¿Qué proyecto de los que se quedaron en el camino, le ilusionaba especialmente al artista?
“Fundamentalmente dos. El primero, que pudo haber sido una obra magnífica, impactante y de enorme interés para Las Palmas de Gran Canaria, recogía una idea para el tratamiento integral de la zona de El Confital. Era una especie de Lago Martiánez, pero de mayores dimensiones, con grandes piscinas, una playa, un pequeño campo de golf, zonas deportivas, un restaurante panorámico, un auditorio al aire libre y aparcamientos. Redactamos un documento en 1991 y presentamos una gran maqueta, pero un cambio en la Corporación, el fallecimiento de César y alguna opinión insularista, según nos comentaron de forma confidencial, paralizaron el desarrollo del proyecto. Otra idea que quedó sin ejecutarse fue la construcción de un mirador en La Palma, en La Caldera, muy original e integrado completamente en la naturaleza y cuyo boceto llegamos a entregar al Cabildo, pero al final no progresó. Estas dos obras ilusionaban mucho a César”.

-¿Manrique enseñó a soñar a Canarias y a creer en sus recursos naturales?
“Sí lo hizo en Lanzarote, pero en el resto de islas sus lecciones de amor y protección a la naturaleza no calaron, aunque en Tenerife se le quería y se le respetaba mucho. Lanzarote estaba y sigue estando con César de forma unánime y apasionada. Él y el entonces presidente del Cabildo José Ramírez consiguieron convertir una isla maravillosa, pero llena de carencias, en un territorio visitado cada año por millones de personas atraídas no solo por sus espectaculares encantos naturales, sino también por la obra de César”.

-Usted ha dicho en alguna ocasión que trabajar con él era un proceso constante de aprendizaje. ¿Cambió su forma de ver la vida?
“Hablar con César era escuchar lecciones de vida, de arte, de amor por su tierra, por la naturaleza y de crítica a los que especulaban con nuestras islas. Era una constante lección impagable. A mí me enseñó a ver belleza en aspectos en los que antes no me fijaba. Un callao, una flor o un paisaje despertaban en él emociones muy fuertes y lo transmitía con una enorme pasión. Con él descubrimos un nuevo concepto de belleza”.

-La Fundación César Manrique acaba de publicar un libro escrito por Mario Alberto Perdomo donde se repasa la relación profesional y personal suya y de Olcina con Manrique. ¿Qué nos puede comentar de esta publicación?
“Lo primero es expresar nuestro agradecimiento a la Fundación por esta iniciativa. José Juan Ramírez, su presidente, me dijo que el libro salió adelante por la importancia de dejar constancia de los testimonios de José Luis Olcina y mío en relación con la construcción de la obra pública de César, su forma de trabajar y su estrecha relación con nosotros. El libro está escrito por un gran profesional, Mario Alberto Perdomo, patrono de la Fundación, que se encargó de ordenar y darle forma a muchas horas de conversación”.

-Usted, que sabía cómo pensaba Manrique, ¿por qué cree que pondría hoy el grito en el cielo?
“Él soñaba y peleaba por sus Islas, luchaba por un crecimiento controlado que respetara el entorno, con unas edificaciones acordes con estos conceptos. Hoy pondría el grito en el cielo con el crecimiento disparatado, sobre todo en las islas mayores, en donde hay zonas llenas de cartelería, en las que no se puede ni caminar por las aceras y con edificaciones turísticas sin ningún tipo de encanto. También pondría el grito en el cielo con la segunda pista en el aeropuerto del Sur y esas enormes torretas eléctricas que dañan un paisaje que debería ser sagrado”.

-Ya fuera de la órbita de César Manrique, ¿de qué obras se siente más orgulloso Juan Alfredo Amigó a lo largo de su carrera profesional, ya sea por su complejidad o por su significado?
“Haber sacado adelante, junto a mis compañeros y colaboradores, y gracias a las iniciativas de los alcaldes Pedro Doblado, Leoncio Oramas y Manuel Hermoso, las obras del proyecto Nuevo Abastecimiento de Agua a Santa Cruz y de redactar el plan Acondicionamiento de las Infraestructuras de los Barrios Periféricos y Rurales de Santa Cruz. Los dos proyectos permitieron dotar a la capital de un servicio con todas las garantías y de llevarlo a los domicilios en los barrios, donde las infraestructuras eran precarias”.

Juan Alfredo Amigó, ingeniero de Caminos y Medalla de Oro de Santa Cruz
Juan Alfredo Amigó, ingeniero de Caminos y Medalla de Oro de Santa Cruz. / Sergio Méndez

-Su padre, Juan Amigó de Lara, tuvo un destacado protagonismo en muchas de las obras viarias históricas en las islas occidentales…
“Estoy muy orgulloso de mi padre. Me enseñó, con su ejemplo, que el trabajo bien hecho es la mejor vía la para conseguir tus objetivos. Como ingeniero de caminos al servicio de la Junta Administrativa de Obras Públicas, primero, y de la Jefatura de Obras Públicas después, dedicó su vida a las carreteras de Tenerife, La Palma, Gomera y El Hierro. Fue autor de los proyectos de las autopistas del Norte y Sur y del Túnel de la Cumbre, en La Palma, entre otras obras. Siempre le estaré agradecido a la Corporación Municipal de Santa Cruz por ponerle su nombre al túnel de salida de la avenida Tres de Mayo”.

-Tenerife es una isla con graves problemas de tráfico desde hace décadas. ¿Nadie vio llegar el ‘lobo’ del colapso en las autopistas?
“Hemos crecido mucho en poco tiempo y se ha fomentado un modelo de dispersión insular muy peligroso, con una gran cantidad de suelo urbanizable que no ha ido acompañado de las infraestructuras necesarias para facilitar la movilidad y evitar graves problemas de saneamiento. La creación de más autopistas no va a arreglar la situación y destruiría una parte de nuestro territorio. En mi opinión, se deben optimizar los enlaces y soterrar algunos tramos para parchear el problema. La única solución es desacelerar drásticamente nuestro crecimiento. No se puede crecer indefinidamente en un territorio maravilloso, pero pequeño y limitado. Batimos todos los años récords de visitantes. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta morir de éxito?”

-Usted mantiene la costumbre de pasear por el centro de Santa Cruz. ¿Cómo ve su ciudad?
“Es muy agradable caminar por las zonas peatonales y entre un arbolado generoso. Calles como San José se han convertido en vías llenas de vida con sus terrazas y una espléndida vegetación. Toda la zona centro tiene un especial atractivo, pero es imprescindible un buen mantenimiento. Santa Cruz debe conservar la característica diferencial de ser una ciudad verde. Las Ramblas y su patrimonio vegetal deben protegerse, al igual que el Parque García Sanabria, que es una joya”.

-¿Qué le parece la próxima conexión con el mar en Valleseco?
“Esa obra va a suponer un logro muy importante para la ciudad y un desahogo para las Teresitas, además de un gran atractivo para todos los santacruceros amantes del mar, aunque generará mas presión en la vía a San Andrés. Sí me gustaría decir que las obras, en general, tienen un pero, que es ofrecer el aparcamiento necesario. Es bueno peatonalizar, como se va a hacer en la calle La Rosa, pero al mismo tiempo se deberían hacer los aparcamientos suficientes para los vecinos y usuarios afectados. Santa Cruz necesita una red de aparcamientos, subterráneos o en superficie, gratuitos o a precios muy económicos, que permita la movilidad por toda la ciudad, sin el drama de no saber dónde dejar el coche a aquellos que no pueden resolver sus traslados con el transporte público. No olvidemos que esta ciudad es para vivir y que un desarrollo incontrolado podría echar por tierra ese concepto”.

-Si le pidieran opinión para impulsar otras medidas para mejorar la capital o facilitar una mayor calidad de vida de los ciudadanos, ¿qué propondría?
“Una obra que se podría acometer y sería muy bien acogida es la de urbanizar la vía que rodea la base del Palmetum. Sería un mirador al mar que podría utilizarse como zona de bares, pequeñas tiendas artesanales, restaurantes con vistas al mar o simplemente como paseo junto a ese mar que a los santacruceros se nos ha hurtado. También sería interesante elaborar un Plan de Calidad de Vida por barrios en contacto con las asociaciones de vecinos. Santa Cruz también tiene una gran oportunidad con los terrenos de la refinería que no puede desaprovechar. Es de una importancia vital acertar en el tratamiento que se va a dar a ese espacio”.

-Durante muchos años fue director gerente de Enmasa. ¿Qué recuerdos destacaría de su paso al frente de esta empresa?
“Lo más importante fue tener la ocasión de poder trabajar con pasión y entusiasmo durante tantos años por los vecinos de Santa Cruz. Llegué a unas oficinas en una vieja casa, casi en ruinas, en la Plaza del Príncipe, y acabamos con un espléndido edificio construido y financiado por nuestra empresa. De tener más de un 50 % de agua no facturada en relación con la comprada, pasamos, después de la construcción de la nueva red de distribución, a cifras por debajo de la de los mejores abastecimientos. Cada día, alguna zona de la ciudad se quedaba sin suministro por averías en la red de distribución o por falta de agua en los depósitos. Era un sinvivir. Y del saneamiento, mejor no hablar: en mal estado, insuficiente, vertiendo al mar y resuelto en muchísimas zonas a base de pozos negros. Expusimos la necesidad de construir la Depuradora de Aguas Residuales y la Desaladora de Agua del Mar que acabaron haciéndose realidad. No hay que olvidar el papel  del Servicio Hidráulico de Tenerife y de ingenieros jefes como Fernando Pradas, Emilio Alsina y Adolfo Hoyos”.

-Es un gran futbolero y seguidor del Tenerife, incluso le propusieron presidirlo hace años. ¿Qué le parece el relevo al frente de la institución y cómo ve el futuro del club?
“Siempre he sentido pasión por el Tenerife, a veces demasiada, con grandes disgustos pero también grandes satisfacciones. Siempre llega un momento en un club de fútbol en que el cambio de dirección se hace necesario cuando los resultados no son los deseados y el motivo principal no está en la valía personal del presidente o del entrenador, sino en que el balón no llega al destino deseado las veces necesarias. El relevo en la Presidencia del Tenerife creo que es positivo y oportuno. Me parece un gran acierto la persona elegida. Paulino Rivero reúne, sin ninguna duda, todas las condiciones para llevar las riendas del club de forma muy exitosa”.

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