Con motivo del Día Mundial del Agua, Cáritas Española denunció que 3.900 personas siguen sin acceso a agua potable en infraviviendas y asentamientos informales desperdigados por todo el país, casi mil afectados en Tenerife, y reclamó medidas para paliar esta vulneración de los derechos humanos.
Cáritas denunció esta situación ante el defensor del Pueblo tras atender a personas sin acceso a agua potable en las provincias de Santa Cruz de Tenerife, Madrid, Almería o Huelva, y quiere hacer visible el problema con su participación, junto a la Red Eclesial Pan Amazónica (Repam), en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Agua, que comienza en Nueva York.
En Tenerife, Cáritas presentó en 2020 varias peticiones por la situación de vulnerabilidad en la que vivían, en plena pandemia, y para que se les proveyera de agua. Tiene localizadas y acompaña en toda la Isla a unas 2.800 personas, de ellas casi un millar sin agua en asentamientos rurales y urbanos ubicados en Adeje, Arona, Granadilla, Puerto de la Cruz, Candelaria, La Orotava, Los Realejos, Guía de Isora y Güímar, que duermen en la calle, en espacios públicos, tiendas de campaña, caravanas, coches, furgonetas, así como cuevas y estructuras temporales, como chabolas que no cumplen criterios de habitabilidad. Asimismo, hay constatados casos similares en La Palma. Las situaciones de exclusión residencial extrema de estos asentamientos que no tienen acceso a agua dificultan la higiene y agravan los problemas de salud.
En sus redes sociales, Cáritas Tenerife desvela una decena de testimonios de personas en exclusión residencial, que explican cómo no tienen acceso al agua potable y segura, un derecho básico y fundamental que determina su supervivencia.
Un morador de una cueva en el Sur señaló que “vivir sin agua es morir”, y, para ello, camina cientos de metros para llenar una botella “en una tubería que está en una finca, a escondidas, por el miedo a que la cierren”.
Una residente en una caravana indicó que “en la cuarentena tuvimos que llenar agua del mar para beber. Ahora voy a las duchas de la playa o nos hace el favor algún vecino”. Mientras, otra mujer que vive en una chabola afirmó que “hace tiempo que no sé lo que es ducharme ni darme un baño en condiciones”.