política

De cuando el miedo a Madrid hizo posible el improbable pacto que tumbó a Saavedra

Hace algo menos de un lustro, una moción de censura hizo historia con mayúscula en la política española del último medio siglo
Pese a semejante desencuentro político, Saavedra y Hermoso (en la imagen junto a Adán Martín) siempre supieron preservar una cordialidad acorde a sus responsabilidades.
Pese a semejante desencuentro político, Saavedra y Hermoso (en la imagen junto a Adán Martín) siempre supieron preservar una cordialidad acorde a sus responsabilidades. Fran Pallero

Hace algo menos de un lustro, una moción de censura hizo historia con mayúscula en la política española del último medio siglo. Tras cuatro precedentes fallidos, a la quinta prosperó esta iniciativa tan legítima como controvertida y Pedro Sánchez (PSOE) relevó a Mariano Rajoy (Partido Popular) como presidente del Ejecutivo estatal. Pero la clave de su éxito fue que el bipartidismo, hasta entonces imperante en la democracia española, cedió en aras de la actual fragmentación parlamentaria, y la imperiosa necesidad de conformar mayorías de amplio espectro partidista es imprescindible desde entonces para gobernar el país.

Sin embargo, la política canaria ya transcurrió por dicho sendero mucho antes. Aunque desde la primera legislatura de su autonomía en las Islas se impuso el diálogo como único camino para sumar los escaños necesarios porque los votos nunca dieron para gobernar sin apoyos, nada fue igual a partir del ecuador de la tercera legislatura. En 1993, un pacto entre diputados a priori poco o nada afines por motivos ideológicos y/o territoriales logró llegar al poder a través, también, de una moción de censura. Justamente hoy hace 30 años de que la iniciativa en cuestión no solo aupó a la Presidencia regional a Manuel Hermoso (AIC) en detrimento de su hasta entonces socio gubernamental, Jerónimo Saavedra (PSOE), sino que además dio como fruto el nacimiento de Coalición Canaria, partido de referencia para la política isleña hasta que, hace solo cuatro años, cediera el bastón de mando y pasara por primera vez a la oposición, en franco desgaste en comparación con los años de su creación.

Nadie podía prever dos años antes que el pacto alcanzado entre los dos partidos más votados a nivel regional en 1991 (Pacto de Hormigón lo llamó Tomás Padrón), suscrito por Saavedra y Hermoso, apenas iba a superar la mitad de la legislatura. Como todo en la vida, fueron múltiples los factores que originaron la moción de censura en cuestión, pero nadie discute que primó la profunda preocupación generada en las Islas por la reforma del Régimen Económico y Fiscal (REF) que pretendía imponer el entonces todopoderoso ministro de Economía Carlos Solchaga. Tal temor despejó el camino a un pacto a priori imposible y que se antojaba más propio de ser tildado como experimento del Doctor Frankestein que el de Sánchez con Podemos y sus apoyos externos.

Con el referente de la citada amenaza pero también con el premio de alcanzar el poder, hubo acuerdo entre fuerzas tan dispares como los citados insularistas de las AIC, (que eran referencia del centro-derecha en Tenerife y La Palma); Iniciativa Canaria (entonces casa común de la izquierda más allá del PSOE donde tampoco faltaban dirigentes con pasado nacionalista y hasta independentista); el CCI de Lorenzo Olarte (quien fuera presidente del Cabildo grancanario en el franquismo y que luego siguió junto a Suárez hasta este giro final hacia el nacionalismo); la Asamblea Majorera (también insularista pero surgida desde movimientos de izquierda nacionalista populares), y la Agrupación Herreña de Independientes (seguramente, los insularistas por excelencia). Todos ellos, hace 30 años, convirtieron a Hermoso en presidente del Gobierno de Canarias y así surgió CC, que gobernó la comunidad hasta su derrota electoral en 2019.

Transformación

Por sucinta que sea esta crónica, semejante transformación de la política canaria no se explica sin recordar la figura de Francisco Ucelay, portavoz parlamentario de las AIC que desplegó una formidable capacidad política para convencer a los que entonces se antojaban antagonistas políticos; así como al citado Olarte (cuya amplísima trayectoria institucional demuestra por sí mismo su capacidad para estas lides); o incluso a José Carlos Mauricio (quien se diera a conocer como posible delfín de Santiago Carrillo en el PCE y acabase de interlocutor preferido ante el Gobierno de José María Aznar).

Ello no fue óbice para que, hasta el último momento de la votación que tuvo lugar hace 30 años, nadie garantizase el éxito de esta moción de censura. Curiosamente, en las previas se sospechaba de que los palmeros, liderados por Antonio Castro, podían no confirmar su apoyo a la hora de retratarse en la Cámara, pero en realidad fueron dos diputados del Partido de Independientes de Lanzarote (PIL), Honorio García Bravo y Antonio Cabrera, quienes llegaron a Tenerife apenas horas antes de la votación, tras ausentarse en Madrid. García Bravo llevaba unas gafas oscuras, porque, según dijo, había acudido al oculista, pero ello alimentó en los mentideros un rumor sobre su supuesta resistencia a llegar a tiempo para respaldar la censura.

Si forjar aquella alianza fue harto complicado, que su fruto (Coalición Canaria) no solo perdurase sino que lograse tanto éxito tampoco era previsible. Nadie podía imaginar que el adalid del tinerfeñismo por excelencia, el propio Hermoso, lograría revertir el rechazo que hasta entonces generaba en Gran Canaria. Para lograrlo, trasladó allí su residencia, y su capacidad de diálogo hizo el resto con la guinda de gestos tan simples como sus baños en Las Canteras o confesar su error de haberse opuesto a la creación de la Universidad de Las Palmas.

Respecto a Madrid, también Hermoso supo tranquilizar a las autoridades estatales y demostrar que el nacionalismo canario prefería negociar que imponer. “No vamos a sacar las metralletas”, declaró con claridad. Sin duda, la presencia de otro político que venía del franquismo y fue faro de las AIC y CC en Madrid, Luis Mardones, marcó igualmente aquella apuesta por un nacionalismo ‘tranquilo’ frente al sobresalto continuo llegado desde otros puntos del país.

El desgaste

Los cimientos fueron tan sólidos como para presidir Canarias hasta 26 años después de aquella moción de censura, pese a la escisión de los que llegaron con Ican, quienes dieron paso a Nueva Canarias tras romper Román Rodríguez con Adán Martín y Paulino Rivero, sucesores de Hermoso. Ello dejó a CC sin relevancia política en Gran Canaria, pero aún así resistió hasta que la generación actual de dirigentes, con Fernando Clavijo al frente, tomó las riendas del partido que aún dirigía Rivero gracias a los apoyos de quienes no aceptaron la decisión del sauzalero de preferir al PSOE como socio preferente en lugar del PP.

Lejos de tomar nota, Clavijo acentúo los lazos con los populares, y esta derechización del partido junto a una insuficiente renovación generacional fueron algunas de las causas que llevaron a CC a la oposición. El hasta 2019 partido hegemónico en Canarias dio claras muestras de descaecimiento y, ya sin sus líderes más representativos, mostró sus flaquezas a la hora de negociar los pactos, lo que, paradójicamente, había sido una de sus mayores habilidades.

TE PUEDE INTERESAR