Rebeca Parshutina es una mujer ucraniana que vive actualmente en la isla de Tenerife. Como miles de refugiados, tuvo que abandonar su país por la invasión bélica rusa. Desde miles de kilómetros de distancia, esta joven siente el dolor y el sufrimiento que están pasando millones de ucranianos. Especialmente, su familia, porque para Rebeca sus grandes amores son sus padres y hermanos, que viven en Kiev, mientras que sus abuelos residen en otra ciudad que estuvo bajo la ocupación de los militares rusos durante varios meses.
Rebeca explica que vino “como evacuada desde Lviv a Barcelona en autobús. Los responsables de la organización de evacuación nos llevaron a la Cruz Roja. Allí nos ayudaron a emitir el tie. Es decir, la tarjeta de identidad de extranjero. También, la tarjeta de la seguridad Social. La Cruz Roja me facilitó el traslado y alojamiento a un hotel durante tres días para; más tarde, por mi cuenta, volé con destino Tenerife”. Sobre la dureza de esta guerra sin sentido y cruel, la joven ucraniana comenta que “este conflicto armado viene de muchos años atrás, motivando que el agravamiento de esa situación haya llevado a una inestabilidad en Ucrania. Ahora el país que amo como hogar no me parece seguro para vivir ni para formar una familia y un negocio, porque hay un vecino hostil muy cerca de nosotros”.
Parshuitina participó como voluntaria y traductora en el último viaje que realizó la Asociación Karuna de Gran Canaria para llevar ayuda humanitaria a Ucrania. “Fue un viaje muy duro -confiesa-, pero reconfortado por la labor tan grande que han hecho los voluntarios de la Asociación Karuna, que preside Paco Molina, los cuales recogieron una importante ayuda humanitaria para mi país. Sinceramente, para mí fue un honor acompañar este convoy solidario”. Durante el último año, la ONG canaria Karuna ha llevado hasta Kiev tres furgones cargados de ayuda humanitaria.
Sobre el recibimiento de sus compatriotas, la joven comenta que los acogieron “calurosamente, con borscht (sopa tradicional de Ucrania) y abrazos. Están asustados, porque esta guerra ya dura demasiado. Sin embargo, por estas condiciones las personas valoran más las relaciones humanas y se ayudan mutuamente”.
Rebeca Parshuitina no pierde la ilusión y la esperanza por volver algún día a la tierra que la vio nacer: “Amo a mi país, rezo todos los días para que de una vez por toda cese el fuego y la paz vuelva a Ucrania. Entonces muchos ucranianos podrán retornar”.
En lo que respecta a la invasión rusa, la joven ucraniana señala que “hay muchas historias trágicas y tristes detrás de esta guerra. Rusia nos invadió porque ese era su objetivo. Especialmente por una actitud descuidada con su bienestar, que convirtió a la población en carne de cañón, cuyos políticos arrojan al caldero de la guerra en aras del poder. Por eso, resistimos, pues de lo contrario los ocupantes rusos tomarán nuestras casas y nuestros recursos. Estamos muy agradecidos con el mundo por su apoyo y ayuda”.
Las lágrimas y el dolor en una guerra son inevitables, y mucho más para una refugiada como ella que ha tenido que trasladarse a miles de kilómetros para sobrevivir. “He llorado y sigo llorando mucho. Algunos de mis compañeros médicos que fueron a ayudar al frente han sido buscados durante mucho tiempo. Cada día oramos por cada intercambio que se hace con los prisioneros por parte de los dos bandos. También lloro por las pérdidas humanas. Este es el precio por la independencia y la libertad”, dijo.
“Al llegar a Tenerife -agrega- me recibieron muchos amigos y muchos compatriotas radicados en la Isla, que han sido muy afectuosos. Actualmente estoy viviendo en Icod de los Vinos con un amigo, trabajando en un proyecto agrícola, asistiendo a un curso de lengua española y recolectando donaciones para el próximo convoy humanitario con destino a Ucrania”.
Desde miles de kilómetros de distancia, Rebeca Parshutina busca cada día la forma de ayudar a sus compatriotas, rezando para que esta guerra cruel e injusta finalice lo antes posible.