santa cruz de tenerife

Un lugar seguro en Santa Cruz de Tenerife para que las sintecho aprendan a empoderarse

‘El patio de mi casa’es un proyecto pionero del CMA de Santa Cruz en apoyo a las mujeres sin hogar desde una perspectiva de género
Un lugar seguro en Santa Cruz de Tenerife para que las sintecho aprendan a empoderarse

El día invita a sentarse en el patio, bajo el frescor de los árboles, compartiendo un buen café, conversando sobre los miedos, los anhelos, pero también las esperanzas por conseguir una vida mejor. Algunas de las mujeres que comparten ese café ya están en camino de conseguir mejorar, otras acaban de llegar, pero todas tienen en común que forman parte de El patio de mi casa, un proyecto pionero que se desarrolla en el Centro Municipal de Acogida (CMA) de Santa Cruz, donde las mujeres sin hogar están siendo atendidas con perspectiva de género, porque si ser mujer aún tiene muchos condicionantes en la sociedad actual, si además sufren el sinhogarismo, con situaciones de prostitución, o de adicciones, los obstáculos se multiplican por mil, y eso es lo que El patio de mi casa intenta, dotar a esas mujeres de las herramientas necesarias para avanzar.


“Estoy en el CMA y me siento bien. En la calle no estaba bien, me sentía agobiada, estresada, con miedo. En el módulo hay otras señoras con las que hacemos grupos, hablamos, tomamos café… Y aquí estoy, a la espera de ir solucionando cosas y salir pronto de aquí”, cuenta una de las usuarias de este proyecto que ya lleva dos años en marcha, y en el que se trabaja con grupos de entre 10 y 30 mujeres sin hogar. “He estado muchos años en la prostitución, lo he sufrido mucho. Física y mentalmente eso mata. Lo que me gustaría es que esa vida no la sufrieran más mujeres porque se vean atadas de pies y manos, con hijos, que piensan que no van a poder sacarlos adelante, y no ven más salida”, reflexiona otra de las mujeres del grupo.


Como explica la responsable de la iniciativa, Jenny Hernández Martín, a DIARIO DE AVISOS, “desde el equipo técnico nos dábamos cuenta de que con la intervención de las mujeres desde los despachos no era suficiente, porque detectamos que tenían en su mayoría, sino el 100%, una problemática de violencia de género, que sufrían en ese momento o venían de sufrirla”. Fue entonces cuando se pensó en un proyecto paralelo a la intervención individual en los despachos. “Convocamos con todas las dudas del mundo porque no sabíamos las respuestas que íbamos a tener y nació El patio de mi casa”, cuenta Hernández.


Y es que, como apunta la responsable de El patio, “si describimos a una mujer que además de encontrarse en situación de calle, presenta otros problemas asociados de salud mental, adicción, prostitución, pérdida o separación de sus hijos e hijas, nos encontramos ante de la máxima expresión de la exclusión social: el sinhogarismo femenino”.


Explica Hernández que “la violencia, el abuso, la intimidación, la pérdida, la soledad, son la tónica común de cualquier historia de vida de mujer sin hogar relatada en los despachos de los y las profesionales de lo social. El Patio de mi casa nace con la mirada puesta en la transformación social motivadora de esas mujeres”. “Se trata por tanto -continúa- de que la mujer sea agente promotora y propositiva de su propio cambio y el de su entorno. Es un espacio desenfadado donde la mujer tiene voz y visibilidad creciendo de manera individual, grupal y social. Cuenta un escenario cambiante, de manera que se sustituye la habitual aula por los patios del centro, huertos, azoteas o incluso en un entorno al aire libre como inserción en la comunidad. Siembre en torno a una café, se persigue sobre todo poner rostro a un colectivo invisibilizado”.


Detalla la responsable del programa que “hacemos sesiones en el aula tradicional, con profesionales de la casa y de fuera, y ahí metamos temario que queremos que ellas conozcan, y sobre todo relacionado con la detección de las violencias machistas, pero también temas de ginecología, de empoderamiento femenino, de las benzodiacepinas, porque muchas veces acaban medicadas sin que si quiera se las escuche. Se trata de empoderarlas para que sean ellas las que defiendan sus derechos fundamentales ante las administraciones públicas y aquellos sitios a los que van, y no tengan que ir acompañadas de un profesional que proteste para que se cumplan su derechos”.


La realidad a la que se enfrentan las mujeres sin hogar pasa muchas veces por hechos tan traumáticos como ir a denunciar una violación y que su sinhogarismo se anteponga al hecho en sí que han ido a denunciar. “Aunque suene muy duro decirlo -señala Hernández- la realidad es que cuando se produce una violación a una chica que, por ejemplo, estaba haciendo footing, inmediatamente se activa un protocolo, los medios de comunicación se hacen eco, todos nos indignamos. Cuando eso le ocurre a una mujer sin hogar, el mero hecho de poner una denuncia por una agresión sexual supone para ellas una retivictimización en la comisaria, donde la ponen en duda, o incluso no quieren coger la denuncia, y lo mismo en los centros de salud. Así que siempre les cuesta un poquito más, y si además tiene adicciones aún cuesta mucho más, como si fueran merecedoras de esa agresión. Ahí es donde intenta trabajar El patio de mi casa, en esa idea de que tienen derechos y que tienen que exigirlos”.


El trabajo que se realiza con este proyecto se hace desde las sesiones más clásicas en las aulas, hasta las de amarre de contenidos que se realizan en el patio del CMA, alrededor de un café, en las que se habla de lo aprendido. “Por ejemplo, si viene un ginecólogo y nos habla de las enfermedades de transmisión sexual, nuestro compromiso es que todas nos hacemos una citología, y que todas se van a cuidar. Luego a nivel individual les cogemos cita. Hay que tener en cuenta que muchas de las mujeres que han sido prostituidas, no se han revisado en diez años”, detalla Hernández.


A estas sesiones se suman otras que también son vitales para la usuarias, y que Hernández llama “las sesiones porque sí”, en las que “nos reímos y hablamos de cualquier cosa porque eso también es importante”.


El éxito del programa se manifiesta con el reconocimiento que la Universidad de La Laguna le ha dado, invitando al grupo a dar charlas sobre la metodología de intervención grupal que están aplicando, charlas en las que participan no solo los profesionales sino también las mujeres protagonistas del programa, contando su experiencia grupal. Un reconocimiento que también han recibido de la Universidad de Mallorca, donde también han sido invitadas a dar charlas.


Pero sin duda, el mayor éxito es el conseguido entre las mujeres usuarias del CMA. “Ellas se sienten superacogidas, y ya muchas empoderadas”, asevera la responsable del programa, y añade que, “además nos ha servido para mejorar mucho la convivencia. El patio de mi casa se ha convertido en un espacio para compartir, de sororidad, de comprensión y apoyo”, explica la trabajadora social.


A día de hoy son las mujeres las que piden la sesiones del patio, y muchas de las que ya han terminado su proceso en el CMA siguen acudiendo a las sesiones. Un grupo en el que conviven mujeres de todas las edades y condición. “Hemos tenido grupos en los que la más joven tenía 19 años y la mayor 90, con una convivencia muy buena. Ahora la más joven tiene 25 y la mayor 80, que aunque ya no está en el CMA, sigue acudiendo a las sesiones”, detalla Hernández.


El siguiente paso es abrirse a la comunidad. “De cara al vecindario queremos hacer sesiones fuera e invitar mujeres de la zona, que no sean usuarias. Ya hemos empezado con un ciclo de conferencias con ciertas profesionales del centro, que ellas han elegido, pero también queremos invitar a la presidenta de la asociación de vecinos o a la directora del colegio”.

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