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El acusado de parricidio en San Miguel confiesa que degolló y apuñaló a sus padres

El jurado popular podría emitir mañana mismo su veredicto
Finca del parricidio en Tenerife
Imagen de la finca en la que sucedieron los hechos

El hombre acusado de matar a sus padres en San Miguel de Abona, Tenerife, en 2020, volvió a declarar hoy a petición propia para asumir su culpabilidad en el crimen después de que en la primera jornada del juicio dijera que no estaba seguro de haber sido él porque estaba bajo los efectos de la medicación.

“Sí, clavé el cuchillo a mi madre y a mi padre”, dijo a preguntas de su abogada.

De esta manera, el jurado popular podría emitir mañana mismo su veredicto, que una vez reconocida la autoría del asesinato deberá determinar si se aplica el atenuante de drogadicción y su confesión voluntaria y los agravantes de parentesco, alevosía y ensañamiento.

Según el informe de los forenses, el crimen se consumó con siete puñaladas a cada una de las víctimas usando un cuchillo de quince centímetros de hoja y un intento de degollamiento.

Este último se hizo de la misma manera a como se sacrifican los animales, dado que el acusado lo había realizado en varias ocasiones por dedicarse junto a sus padres a la agricultura y a criar animales.

En la segunda jornada del juicio intervinieron los efectivos que participaron en las labores de investigación y detención del procesado.

Todos confirmaron que el 12 de marzo de 2020, sobre las ocho de la tarde, acudieron a la vivienda después de recibir la llamada de los otros dos hijos de los fallecidos, quienes habían intentado contactar con ellos sin suerte.

Desde la ventana se veía el pie de la madre, que luego pudieron comprobar que estaba sobre un gran charco de sangre un tanto coagulada y a partir del cual había huellas que llevaban hacia donde estaba el cuerpo sin vida del padre desnudo, en un cuarto de aperos.

Los hijos echaron en falta el coche de este último y en el interior habían desaparecido los teléfonos móviles y uno fijo.

Desde el primer momento los hijos se mostraron convencidos de que el autor del crimen era su hermano por los problemas que tenía con las drogas, que se habían agravado en los últimos días, lo que le llevaba a estar constantemente exigiéndole dinero a sus padres.

Cuando al día siguiente la Guardia Civil llamó al acusado este contestó y acordaron verse en una gasolinera en la noche del 13 al 14 de marzo, donde informalmente reconoció los hechos y dijo que lo hizo bajo los efectos de las drogas y porque sus padres siempre lo estaban comparando con el otro hermano.

Los agentes no percibieron que estuviera bajo los efectos de ninguna sustancia y aunque estaba nervioso respondía con coherencia.

Les confesó que había tirado una bolsa con su ropa manchada de sangre y el cuchillo en un contenedor y las llaves del coche en una curva. Esta última sí pudo ser localizada pero la basura ya había sido trasladada al complejo ambiental de Arico y procedido a su tratamiento.

Un aspecto sobre el que insistió en varias ocasiones el fiscal es sobre si los agentes habían encontrado restos de consumo de droga en la casa, lo que fue negado por todos ellos, pese a que el acusado asegura que antes del crimen consumió al menos medio gramo de crack.

Las sospechas se centraron en él también porque la puerta de la casa estaba cerrada con llave y al no haber desorden en el escenario del crimen quedaba claro que el responsable conocía la vivienda.

También faltaba una riñonera que siempre llevaba su madre encima con la recaudación de la venta en el mercadillo durante el fin de semana y que solía sumar unos 600 euros, de los que sólo se le encontraron diez al procesado. El resto lo gastó en comprar droga y pasar la noche con una prostituta.

En las manos de la fallecida se encontró ADN que tiene 10.000 millones de posibilidades de ser del hijo y en una de las pisadas se mezcla el de la madre y el del acusado, pero dado que son familiares también se podría corresponder con el del padre.

La mujer medía 1,65 metros y pesaba 65 kilos, presentaba una herida en la mano compatible con haberse defendido y las otras habían dañado el corazón, pulmón e hígado, todas ellas mortales.

La madre no tuvo posibilidad alguna de defensa y las cuchilladas fueron propinadas de frente menos la que cruza el cuello de un lado a otro con un recorrido idéntico al que se usa para degollar animales que se realizó por la espalda.

Otro tanto ocurría con el padre, quien también presentaba siete heridas, una al intentar defenderse, otra en el costado, mortal de necesidad, y una más con un recorrido idéntico en el cuello. En ambos casos los forenses concluyen que el autor del asesinato buscaba la muerte de las víctimas.

En cuanto al perfil psicológico de Gabriel Iván M. D., los peritos dicen que tenía plena capacidad para saber lo que hizo y evitarlo, lo que no quita que presente algunos trastornos de personalidad que le llevaron a ser adicto a las drogas.

Concluyeron que lo ocurrido no es compatible con padecer el síndrome de abstinencia o la necesidad de tener dinero. El hecho de haber recogido su ropa manchada de sangre y el cuchillo para tirarlo a la basura demuestra que su conducta siempre fue racional. 

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