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Recetas para encontrarle más encanto a la vida

Expertos en conducta humana y psicología positiva asocian el bienestar personal con la plena atención en el presente, la capacidad de ilusionarse con un proyecto y ser amables, agradecidos y solidarios

¿Qué ingredientes no pueden faltar en los fogones donde se cocina la felicidad? Prestigiosos ‘chefs’ especializados en conducta humana y pautas de comportamiento coinciden en que para elaborar el alimento del alma hay que pensar menos y sentir más, focalizar la mente en el presente, centrar la atención en lo verdaderamente importante, poner el corazón en lo que se hace y relativizar los problemas. Pero también, apostar por una actitud positiva, ser amables, agradecidos y solidarios (buenas personas, en definitiva), ilusionarse con algún proyecto, disfrutar de acciones ordinarias que producen bienestar como si fueran extraordinarias y crear espacios diarios para la reflexión interna.


Los expertos sostienen que este conjunto de acciones aportan un gran confort físico y, sobre todo, mental, y dan lugar a la mejor versión personal, imprescindible para transitar el camino que conduce al objetivo de saborear una vida lo más plena posible, manteniendo a raya los agentes negativos dominantes en la sociedad actual, como las prisas, el estrés, las preocupaciones, la crispación y la avaricia, entre otras. Al fin y al cabo, las personas más felices no son las que tienen menos problemas, sino las que saben afrontarlos y convivir con ellos.


El estado de ánimo es el factor más influyente en la vida personal y profesional de cada individuo. En los momentos de alegría aflora lo mejor que llevamos dentro. La ilusión es un chute que multiplica el disfrute de la tarea que realizamos y la necesitamos como el comer o el beber. Actuar con motivación favorece, además, el funcionamiento interno del organismo, como avalan diversos estudios científicos, y mejora el rendimiento en el trabajo. El optimismo y el entusiasmo son pluses de productividad laboral. Y la eficiencia tiene premio: nos regala tiempo.


Por el contrario, los estados de ánimo negativos perjudican la salud: dañan los sistemas cardiovascular y digestivo, producen impotencia e infertilidad y también reducen la creatividad, así como la capacidad de atención y aprendizaje. Además, el mal humor es la puerta por la que entran la mayoría de problemas en las relaciones personales.


“El ánimo es lo que nos mueve ante una sociedad en la que nadie sonríe. El día que lo pierdes, te quedas sin lo mejor que tienes, porque, cuando te desanimas, tus conocimientos, tu experiencia y tus capacidades siguen ahí, pero pierdes tu actitud, tus ganas, tu ilusión y pasas de ser una persona descomunal a una del montón”, asegura el divulgador de psicología positiva Víctor Küppers, convencido de que el estado natural de las personas sanas es “ir chutadas, alegres, sonrientes y saludando a las personas que tienen al lado”.


Küppers recomienda conjugar con más frecuencia el verbo relativizar ante determinadas situaciones adversas. Sostiene que los problemas se clasifican en dos grupos: dramas y circunstancias que resolver. En su libro Vivir y trabajar con entusiasmo (Plataforma Editorial), explica que “la psicología positiva no propone que no se enfade nadie, qué va, pero tiene que llegar un momento en el que la cabeza diga: vamos a ver, ¿esto es un drama o una circunstancia que resolver? El segundo caso es de personas privilegiadas”.


Para Luis Galindo, conferenciante motivacional, hay que elegir entre ilusionarse o resignarse, es decir, apostar por la esperanza y el crecimiento o por el “suicidio cotidiano y morirse un poquito todos los días”. A su juicio, nadie debería dudar en la elección, porque el ser humano tiene la “imperiosa necesidad” de reilusionarse. Aclara que una actitud positiva no garantiza que salgan bien las cosas, pero, si triunfa la resignación, “seguro que se pierde el partido”.
En ese sentido, enfatiza que cualquier persona que cree ilusión en su entorno está enviando un mensaje de excelencia en el trabajo, de calidad humana y de optimismo inteligente, porque cada uno decide que sus labores normales sean especiales. “Hay mucha gente que es eficaz en su trabajo y otra que, además de eficaz, es cariñosa y cercana. En esa diferencia radica el trabajo excelente”.


Para ilusionarse en momentos en que la vida se pone cuesta arriba, propone marcarse objetivos “ambiciosos pero alcanzables” y luchar por ellos sin que nadie nos quite las ganas de hacer las cosas mejor. Recuerda que una característica que distingue a las personas optimistas es su predisposición constante a aprender. “Creo en la gente normal que quiere ser mejor, y cambiar de actitud nos cambia la vida”, sentencia.


También recomienda poner los cinco sentidos en cada acción o tarea que desarrollemos, como fórmula infalible para sacarle brillo al día a día. Así, define la excelencia como “la capacidad de poner todo el corazón, toda la mente y toda el alma en lo que estamos haciendo en cada momento”. Ese es, asegura, el secreto de una vida plena. “Llevo casi 40 años en la calle y no he conocido a nadie que, poniendo el corazón en las cosas más sencillas, le vaya mal. En esta sociedad, la mayoría de gente sale por la mañana a cumplir y, cuando alguien sale a dejarse la piel, destaca”.


De eso sabe mucho el doctor Mario Alonso Puig, especialista en cirugía general y digestiva y uno de los grandes investigadores en el potencial humano, que alerta sobre una “epidemia” de cortisol, la hormona asociada con la ansiedad y depresión que liberan las glándulas suprarrenales cuando se activa de forma prolongada el sistema nervioso simpático.


En su libro Tómate un respiro (Círculo de Lectores) aboga por ser dueños de nuestra atención, a partir de una premisa que explica con una metáfora: “Los seres humanos cargamos dos pesadas maletas que no vemos, pero sí sentimos: la de las lamentaciones por el pasado y la de las preocupaciones por el futuro. ¿Quién se puede mover bien en el presente cargando con algo tan pesado?”.


Alonso Puig coincide en que la estrategia clave pasa por anclarse firmemente en el presente sin dejar que el pensamiento nos arrastre hacia el pasado con sus lamentaciones o hacia el futuro con sus preocupaciones. Nuestra salud lo agradecerá: “El nivel de estrés baja de forma inmediata y se gana en claridad mental, eficiencia y serenidad”.


“Si enfocamos la atención en aquello que nos resulta incómodo o desagradable, nos llenaremos de tensión y perderemos nuestro equilibrio personal. En cambio, si somos dueños de nuestra atención y decidimos enfocarla en lo que para nosotros es lo más importante, mantendremos una mente clara y centrada cuando todos los demás la pierdan”, explica, lo que a su vez redundará en un “nuevo equilibrio” y en el desvanecimiento de muchas de las preocupaciones e inquietudes. Eso incluye apartarse de ciertas compañías que son “como agujeros negros que merman nuestra energía, nuestra eficiencia y nuestra salud”.


Es lo que Küppers define como el “gran poder” de las personas, en alusión a la capacidad individual de elegir dónde focaliza su atención. “Nuestra gran libertad es decidir cuál es nuestra actitud. Tú eliges ser una persona positiva o negativa, buena o mala, amable o antipática, apasionarte con lo que haces o lamentarte, valorar lo bueno que tienes o quejarte de todo lo malo”. En su opinión, el “truco” radica en adquirir el hábito de elegir siempre la actitud más adecuada para llegar a la mejor versión.


En esa línea, Luis Galindo agrega que el camino hacia una versión óptima es entregarnos a lo que hacemos. Partiendo de la base de que las emociones se contagian y que hay algunas que paralizan -como el miedo, el rencor, la envidia o el odio- y otras que impulsan -como la pasión, el coraje y entusiasmo-, el motivador aragonés tiene claro que “poniendo amor en todo lo que haces, conseguirás un doble efecto: sentirás una satisfacción personal y estarás dando ejemplo”. Por eso, defiende que “no hay que pedirle a nadie que sea una persona diez, sino la mejor que pueda ser”.


Víctor Küppers apostilla el argumento poniendo el acento en la influencia de los comportamientos individuales en los entornos: “Todas las personas que he conocido en mi vida que me han gustado o he admirado no ha sido por su cargo o su currículum, sino por su forma de ser. Quienes te conocen y te quieren, te aprecian y te valoran por tu manera de ser y no por tu nivel de inglés”.


Pero, ¿cómo minimizar los golpes de la vida para que nos condicionen lo menos posible en nuestro día a día? Ahí surge un concepto clave, la aceptación, entendiéndolo como la reconciliación con la realidad y no como una actitud de resignación, porque, como puntualiza Mario Alonso Puig, “mientras la resignación lleva a la inacción, en la aceptación la acción que se pone en marcha no es para rebelarse contra lo ocurrido, sino para rebelarse ante la idea de que no hay opción de respuesta”.


Reivindicar la pausa y abrir un espacio para la reflexión son también respuestas muy valiosas para reorientar la mente y clarificar la mirada a la vida. El silencio ayuda a descartar lo superficial y a distinguir las prioridades en medio del ruido de una sociedad que parece más preocupada por parecer que por ser. Una respiración pausada y abdominal es un poderoso calmante. Los especialistas recomiendan cerrar los ojos unos minutos cada día y concentrarse en los movimientos de la respiración, incluso contándolos, para experimentar momentos agradables de calma, paz y serenidad.


El recetario de Alonso Puig también incluye el “verdadero encuentro” entre los seres humanos (“uno de los mejores antidepresivos que existen y además prolonga la vida”), pero especialmente elevar el nivel de conciencia (ese telescopio interno que nos permite adentrarnos en el mundo interior y descubrir aquello que permanece oculto) para que nuestra mirada gane anchura, alcance y profundidad, y así poder actuar de acuerdo a una realidad más amplia.


Küppers añade que la única forma de avanzar es “saber vivir con las cosas no controlables y volcarse en las que sí se pueden controlar”. Y esa mentalidad es propia de personas responsables y proactivas frente a las que, en vez de tomar decisiones, se limitan a manifestar deseos -“no es lo mismo decir ‘quiero dejar de fumar’ que ‘he decidido dejar de fumar”, expone-, una actitud asociada a las personas reactivas, es decir, aquellas que construyen sus vidas emocionales según el comportamiento de los demás y de las circunstancias: si las cosas van bien, estarán contentas; si van mal, se deprimirán.


“Son las decisiones, y no las condiciones de nuestras vidas, las que configuran nuestro destino más que ninguna otra cosa”, afirma Küppers, convencido de que las personas se clasifican en tres tipos: “Las que hacen que las cosas ocurran, las que miran lo que está ocurriendo y las que preguntan qué ha ocurrido”. Galindo pone la guinda con un comentario que suena a eslogan: “Menos quejarnos y más actuar, menos exigir y más hacer”.


Tender una mano a quien lo necesite es otro de los peldaños que conforman la escalera que asciende hacia un nivel superior de bienestar. Buda sostenía que la felicidad se cimentaba en las acciones dirigidas al beneficio de otras personas y en el entrenamiento de la mente para limpiarla de impurezas. Ahí entra en liza la empatía, es decir, “entender el mundo en el que está envuelto un ser humano, la manera en la que percibe las cosas y cómo se siente ante dicha percepción”, en palabras de Mario Alonso Puig. La humildad y la curiosidad son imprescindibles para meternos en la piel del otro.


Los grandes filósofos ya relacionaban la alegría de vivir con la predisposición de ayudar a los demás. “No hace falta montar una ONG, simplemente hacer más agradable la vida a quienes te rodean en tu día a día, y la amabilidad es el camino más corto para ser buena persona”, defiende Küppers. Además de los vasos comunicantes entre una actitud servicial y la satisfacción personal, Luis Galindo subraya otra característica clave en la senda de la felicidad: ser agradecidos.


“Está demostrado que las personas más felices del planeta son agradecidas. La vida es una maravilla, lo que pasa es que nos damos cuenta cuando caemos enfermos, perdemos la pareja o estamos en una situación de desempleo prolongado”, remarca. “Además, los beneficios de ser buena gente están demostrados neurológicamente: las actitudes de agradecimiento dejan huella en nuestro cerebro durante un mes”.


El catedrático de Psicología Pedro Hernández Guanir, autor de libros referentes como Los moldes de la mente (Tafor) o Reprográmate (Paidós), señala que sentirse feliz depende de la valoración personal y no de lo que digan los demás, ni de las circunstancias, los dones o recursos de cada uno. Y en eso juegan un papel fundamental, asegura, las lentes o moldes mentales con los que interpretamos la realidad, es decir, las estrategias de pensamiento que, a fuerza de repetirse, se convierten en patrones de conducta a la hora de anticipar, afrontar, evaluar o interpretar lo que ocurre. “Serás más feliz si en ti dominan los moldes mentales constructivos y menos feliz si los que prevalecen son los moldes mentales nocivos”.


El catedrático tinerfeño también pone el acento en las heridas del pasado que, años después, continúan sin cicatrizar. Es lo que denomina “núcleos implicativos sensibles”, que compara con una “caldera de sufrimiento” y que son aquellos focos dolorosos producto de situaciones críticas, como pueden ser la muerte de un ser querido, una ruptura amorosa, un maltrato, un sentimiento de inferioridad o un ambiente familiar crispado, y que se convierten en una especie de magma interno que se manifiesta a través de susceptibilidad, miedo, tristeza o rabia. Estos núcleos malignos se pueden desactivar a través de la “técnica de bombeo terapéutico”, que facilita retomar el control interno a través de unos ejercicios que entrelazan las emociones con el cuerpo y la imaginación.


Dos factores más influyen decisivamente, en opinión de Guanir, para alcanzar un sentimiento de felicidad: los proyectos (“sin ellos no hay vida, sino apatía o depresión, porque son como una luz que guía y motiva el camino de las personas”) y el “numen”, que define como un “poder creativo, espiritual y vital que se aprende a generar en estado de relajación y que funciona como intuición o dios interno”. A su juicio, es una fuerza “secreta y poderosa, muchas veces olvidada, un potencial inconsciente de límites desconocidos, próximo a una fuerza divina”.

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