Agustina Beltrán recorría el camino con más energía que ninguno. Empujando de entusiasmo. Preocupada, sobre todo, por la llegada de las horas de calor. “¿No te tomas un vasito de agua?”. La alcaldesa de Vilaflor de Chasna enseñó ayer a conciencia los primeros resultados del “bosque comestible” del proyecto de la Huerta Grande. Junto a ella, el especialista de Naciones Unidas en “bosques productivos”, Juan Antonio Hernández, y Julio Bernardos, ingeniero agrícola.
La denominada Huerta Grande es una finca agrícola abandonada, situada en la trasera de la Casa de los Soler, inmueble solariego del siglo XVII. Un terreno baldío que dejó de trabajarse en 2017 y que dispone de una superficie de 23.500 metros cuadrados. Hasta que la corporación chasnera se hizo con la finca gracias a una subvención de medio millón de euros del Cabildo de Tenerife.
El objetivo es configurar un proyecto de desarrollo local consistente en un bosque que produzca alimentos, que permita capacitar a personas sin empleo, convirtiéndolas en “replicadoras” de este modelo, complementar la Casa de los Soler cuando se acometa su restauración y apostar por la soberanía alimentaria, generando “un vergel enmedio del desierto. Lo importante es que mañana tengamos alimentos y agua”, advirtió Hernández, quien subrayó que “no es un experimento porque el experimento empezó hace siete años”.
25 toneladas de alimentos
En ese tiempo se creó el primero de estos bosques en Tenerife, cuyo ejemplo más destacable, tal y como explicó, es el de Adeje, que ha generado 25 toneladas de alimentos familias en situación vulnerable, gracias a las 400 especies plantadas allí. Del último “experimento”, creado en Gran Canaria, “estaremos recogiendo millo dentro de unos meses para hacer costillas con piñas”, prometió.
“Tenemos que reverdecer las Islas y, si no plantamos bosques, tenemos un futuro incierto”, dijo este especialista de Naciones Unidas en plena ola de calor en el mes de octubre y tras un angustioso verano de incendios forestales.
Julio Bernardos, sin embargo, puso en evidencia que la emergencia climática que vive el planeta libra una dura batalla contra la burocracia española.
“Hemos tardado un año para cerrar el proyecto”, se quejó para subrayar que el inicio formal de los trabajos fue hace ya algo más de dos años. Unas dificultades legales a las que hay que sumar las meramente técnicas para disponer de las especies y componentes en el tiempo cronológicamente estipulado, algo complicado.
El proyecto, que es un cambio de paradigma, ha contado con suficiente ayuda pública. Al medio millón de euros para la compra de la finca hay que sumar los más de 659.000 euros para la ejecución del proyecto, así como 211.000 euros para la capacitación de trece personas a cargo de una subvención, también de la corporación insular.
La idea, además, es que si la Casa de los Soler va a albergar un centro etnográfico relacionado con el Hermano Pedro, según desgranó Agustina Beltrán, la Huerta Grande recuerde a este religioso nacido en el municipio. De hecho, entre los caminos de la finca figuran las denominadas “huertas del Hermano Pedro”, donde se pretenden plantar especies medicinales.
Fitodepuradora e invernadero
Del total de metros cuadrados del terreno, al cultivo se ha dedicado en torno a una hectárea, mientras que el resto lo ocupan, u ocuparán, jardines, caminos, la fitodepuradora y el invernadero, soterrado y que aprovecha el aislamiento térmico que proporciona el propio lugar, formado por bancales y muros.
Con lo que produce la huerta se busca generar empleo y alimentos para la restauración y espacios como los centros educativos de Vilaflor, además de generar ingresos a través de los más de dos millones de personas que, cada año, pasan por el municipio.
La fitodepuradora servirá para que las aguas, “grises” y “negras”, pasen por un proceso de limpieza y se inflitren en el terreno, generando vida microbiana.
La fitodepuración es un conjunto de sistemas biológicos que aprovechan la capacidad de las plantas, tanto para depurar el agua como para transferirle oxígeno. Todo en apoyo de las, de momento, doce especies cultivadas en esa hectárea.
Mientras el calor se echa encima, la alcaldesa se afana por evitar el padecimiento de las altas temperaturas.
Los trabajadores de la finca realizan sus labores y se ocupan de las plantas, los muros y las huertas del Hermano Pedro, haciendo posible la transformación del desierto en un oasis.