La proliferación de cotorras de Kramer en Santa Cruz de Tenerife mantiene en jaque a los responsables municipales y a los biólogos de la Fundación Neotrópico, encargados de controlar que esta especie exótica invasora no se desplace a nuevas zonas buscando alimentos y lugares donde anidar. No obstante, pese a los esfuerzos por mantener a raya a estas aves, lo cierto es que ya han sido avistadas en barrios como Valleseco o María Jiménez, además de en La Laguna, lo que implica un peligro para la flora y fauna autóctona si llegan a alcanzar el Parque Rural de Anaga.
La Fundación Neotrópico, único centro de fauna exótica en Canarias que se encarga de la recogida, rehabilitación, reubicación, alojamiento y mantenimiento de ejemplares de especies abandonadas, asilvestradas o procedentes de confiscaciones policiales, lucha a contrarreloj para atrapar a estas cotorras. Una población que ronda los 150 ejemplares que actualmente se custodian en estas instalaciones y de las que tan solo en este año han ingresado 49, según afirmó su director, Jaime de Urioste.
En este sentido, explicó que “llevamos años realizando acciones de control, en colaboración con el Ayuntamiento, sobre la población de cotorras de Kramer en la capital tinerfeña, concretamente en los parques García Sanabria, La Granja y Viera y Clavijo, así como en la Plaza del Príncipe. Pero tras el parón obligatorio a consecuencia de la pandemia, donde no se pudieron atrapar, se registró un importante aumento de ejemplares que ahora han ido desplazándose a nuevas zonas”.
Al respecto, Urioste matizó que ya se han localizado focos en barrios como Valleseco y María Jiménez, además de en La Cuesta y otras zonas de La Laguna, como el parque de La Vega o el Camino Largo, donde se está actuando para su captura e identificación mediante chips.
Los ejemplares que se consiguen atrapar se trasladan a la Fundación Neotrópico, que cuenta con el permiso del Gobierno de Canarias, Cabildo de Tenerife y ayuntamientos para el depósito y custodia de este tipo de fauna. “Estamos yendo a trampear dos veces a la semana a los municipios de Santa Cruz y La Laguna, porque el objetivo es poder controlar la densidad de población de estas aves exóticas invasoras para intentar frenar su proliferación masiva”, subrayó Urioste.
El biólogo añadió que “tanto desde la Fundación como por parte del Ayuntamiento la política a aplicar con las especies capturadas es la de eutanasia cero, por lo que no se están usando pesticidas ni francotiradores, como se está haciendo en otras regiones de España, para reducir las colonias. Nuestro procedimiento es colocar trampas tipo Larsen, en la que el ave se introduce voluntariamente en una jaula atraída por las semillas que forman parte de su dieta”.
Asimismo, Urioste apuntó que la alta densidad de población de estas aves también se debe a su capacidad de reproducción, pues hacen dos puestas al año de las que pueden nacer entre cuatro y ocho crías. Hecho unido a su longevidad, que es superior a los veinte años. Otro problema añadido es que anidan haciendo huecos en los troncos de las palmeras, lo que también acarrea la muerte del árbol y su posterior caída.
Aunque son pequeñas aves llamativas, lo cierto es que implican un gran peligro para la biodiversidad, por lo que se catalogan como fauna peligrosa para otras especies contra las que compite en busca de alimentos, dado el carácter agresivo y territorial de estas cotorras. Otro riesgo, advirtió Urioste, es que son transmisoras de enfermedades, pues poseen unos microorganismos que les producen una dilatación ventricular que afecta a otras aves endémicas. De ahí el peligro de que lleguen al Parque de Anaga, donde habita la paloma de Laurisilva.