Se encuentra en Tenerife el afamado urbanista, ecólogo urbano y territorial Salvador Rueda, artífice del cambio experimentado en Barcelona y otras ciudades, fundador y director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona durante 20 años, con el análisis, planificación y desarrollo desde la sostenibilidad, concibiendo un nuevo urbanismo ecosistémico, y la supermanzana como base del modelo de ordenación del sistema urbano, pilar del espacio público y de la movilidad.
Teniendo en cuenta que más de 50% de la población mundial vive en ciudades, en muchos países aumenta incluso al 80%, y que también son causantes del 80% de los gases de efecto invernadero, Rueda tiene la convicción de que son ellas las que tienen que liderar el camino a la sostenibilidad.
Mañana, en el Colegio Oficial de Arquitectos, ofrecerá la conferencia Planificando con fractales, y presentará el documental Cambiarlo todo sin cambiar nada en el que ilustra y resume la experiencia de transformación y regeneración urbana y su renaturalización. Además ,replantea la movilidad urbana y la reducción de las emisiones producidas por los medios de transporte. Precisamente, el actual director de la Fundación de Ecología Urbana y Territorial abordará el Rol del transporte público en la era de la movilidad como servicio hoy en una jornada sobre transportes guiados y movilidad en el Auditorio.
Con más de 40 años abogando por un cambio de modelo en las ciudades, Salvador Rueda afirmó a DIARIO DE AVISOS: “Necesitamos una nueva visión, un nuevo marco teórico y nuevos instrumentos y principios para poder abordar los grandes retos que tenemos. A nivel interno de cada ciudad hay un montón de disfunciones en relación a la actual organización urbana, entonces lo mismo que en su momento Ildefonso Cerdá o Le Corbusier buscaron la manera de resolver los problemas que tenían en su época, ahora necesitamos resolver unos problemas todavía mucho mayores, porque se han añadido los problemas globales a los de la propia ciudad. Y por eso he propuesto un nuevo fractal, la supermanzana, una nueva superficie que, basándonos en la ecología académica, nos permite definir cuál es el ecosistema urbano mínimo para incluir todos los principios de un nuevo urbanismo que permita abordar los grandes retos que tenemos”.
Rueda ha nombrado a dos importantes urbanistas, Ildefonso Cerdá y Le Corbusier, que diseñaron y trabajaron en importantes ciudades. “Son planificadores de talla mundial, Cerdá diseñó el plan del Ensanche de Barcelona y las ideas de Le Corbusier han influido muchísimo en la mayoría de ciudades en el mundo. Ambos han planteado sus propuestas de transformación a través de pequeñas áreas, en el caso de Cerdá se llamaban intervías y en el caso de Le Corbusier sectores, ahí se incluían los objetivos generales y también los particulares”, y que luego se repetían.
Ambos urbanistas plantearon “resolver los problemas de su época”; en el caso de Cerdá, lo más importante era “el carácter higiénico, y de salud pública, mitigar con el urbanismo las miles de personas que fallecían en las epidémicas”.
Mientras, Le Corbusier planteo “sectorizar la ciudad, separar las zonas de trabajo de las zonas de residencia”, buscando hacer compatible la actividad industrial para que se pudiera también vivir y trabajar. “Define unos sectores donde además de las áreas industriales y residenciales, incorpora el comercio, el entretenimiento y la circulación como funciones básicas del proyecto de ciudad”.
Sin embargo, “se ha dado una realidad contraria a la que pretendían, un desastre global que hace que ahora mismo las ciudades y su organización sean el principal causante de los impactos que tenemos, en particular el de la contaminación y el cambio climático”, resaltó.
Supermanzana
Cuestionado hacia dónde debe ir el urbanismo en las ciudades para abordar los retos de la sociedad actual, Salvador Rueda afirmó: “Cuando hablo de la supermanzana, esta se erige como la base del nuevo modelo de movilidad y espacio público de cualquier ciudad, porque son más eficientes y se erigen como base del modelo urbanístico. Es un área de unos 400×500 metros, entre 16 y 20 hectáreas, y ahí de alguna manera se incorporan todos los principios del nuevo urbanismo que permiten reducir la contaminación atmosférica, el ruido, los accidentes, permite naturalizar la ciudad, reduce el consumo de energía y, por tanto, las emisiones de gases de efecto invernadero, además permite adaptarnos al cambio climático, incorpora un incremento de las actividades económicas cuando se desarrolla y, a la vez, introduce un sistema de proporciones en la ciudad que hace que todas las piezas trabajen de manera sinérgica y, por tanto, las soluciones sean integrales, no como ahora que son parciales. Es la propuesta en la que vengo trabajando desde hace 35 años”.
Ante la complejidad de la regeneración de infraestructuras y espacios con decenas o cientos de años señaló que “la propuesta debe ser la regeneración de lo existente, pues tenemos que atacar el causante de los problemas actuales. Estamos obligados a regenerarlos, y necesitamos que todo lo que se proyecte de nuevo no venga con las disfunciones que vienen con el urbanismo ortodoxo, el de siempre. Y debemos incorporar los mismos principios tanto para lo existente como para lo nuevo”, reclamó el ecólogo urbano y territorial.
Cambio climático
Con los efectos que ya observamos, las ciudades deben abordar diversas medidas ante el cambio climático como el aumento de las temperaturas, las sequías o incluso abordar las lluvias torrenciales que colapsan las infraestructuras. Cuestionado por si hay que llegar a un urbanismo ecológico tanto en superficie como subterráneo, Salvador Rueda manifestó que “de los problemas que tenemos ahora, uno de los más graves sino el más grave es el del cambio climático”. “Tenemos dos vías para atacar este problema, la mitigación y la adaptación. “La mitigación viene a ser la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero desde las ciudades que se incorporan a la atmósfera y agravan el fenómeno, es urgente, y muy serio. Debemos organizarnos de una manera distinta en la movilidad, en la producción industrial, en donde basamos nuestra economía, si la desmaterializamos, necesitamos nuevos estilos de vida y cambiarlo casi todo si queremos mitigar el cambio climático y reducir las actuales emisiones”, subrayó.
En relación a las medidas de adaptación, señala que hay que “preparar las ciudades ante los procesos meteorológicos de elevado impacto”, ya sean por altas temperaturas, por lluvias torrenciales o incluso por sequías. “Necesitamos renaturalizar nuestras ciudades con más parques y árboles, porque el mejor aliado para reducir las temperaturas es el arbolado y su sombra, y también debemos dar permeabilidad al suelo para que el agua no tome una velocidad excesiva, se lamine y se reduzcan los impactos por inundaciones”.
En definitiva, dependiendo de la ciudad, “se tiene que adaptar a lo nuevo, de lo contrario nos encontraremos en situaciones de catástrofe”. En cualquier caso “la fuerza de la naturaleza está tan desatada” que, por mucho que se haga no hay adaptación que valga si nos cae una tormenta como la de Libia, “destruye por donde pase, eso es lo que tenemos y nos lo hemos buscado”, recalca.
La Laguna
Salvador Rueda trabaja junto con la Gerencia de Urbanismo de La Laguna ofreciendo asistencia técnica para la elaboración de un nuevo modelo de desarrollo sostenible y un plan de acción territorial que sirva de marco estratégico para el desarrollo del municipio. Este planteamiento estructurará su desarrollo ordenado teniendo como ejes la movilidad sostenible, la eficiencia energética o el consumo de proximidad, potenciando el respeto del medio ambiente. “El proyecto de La Laguna va a ser excepcional y esperamos que sea el elemento clave para el cambio de las ciudades en todo el Archipiélago”. “Trabajar por todos los barrios, desde el primer árbol hasta la última piedra, estará todo analizado”, enfatiza.