El canal entre Tenerife y La Gomera es uno de los “puntos calientes” del planeta para el avistamiento de calamares gigantes de hasta siete metros de longitud (incluyendo cuerpo, brazos y tentáculos), lo que apunta a la existencia de una gran colonia de estos espectaculares cefalópodos, que hallan en estos fondos marinos el hábitat idóneo para su reproducción y alimentación.
En los últimos 25 años, se han recogido en aguas del Archipiélago 47 ejemplares, todos muertos y la mayoría flotando en la superficie. Muchos de ellos eran hembras (lo que, unido al hallazgo de espermatóforos en sus cuerpos, avala la hipótesis de que se trate de una zona de reproducción) y estaban incompletos a causa de las mordeduras de otros animales, según señaló a DIARIO DE AVISOS Catalina Perales-Raya, investigadora del Centro Oceanográfico de Canarias.
La experta en cefalópodos explicó que del casi medio centenar de animales registrados, 43 se localizaron entre el sur de Tenerife y el noroeste de La Gomera, ya que en esa zona, entre 500 y 1.500 metros de profundidad, se dan las condiciones óptimas para su desarrollo, al tratarse de un sistema de cañones submarinos, donde encuentran, en las zonas más elevadas, peces y otros cefalópodos para su alimentación, si bien el deterioro del contenido del estómago que presentan cuando son capturados no ayuda a precisar con exactitud su dieta. Sus principales amenazas son los cachalotes y los calderones tropicales, que abundan en esa zona y se han convertido en uno de los grandes atractivos turísticos del suroeste tinerfeño.
El tamaño medio del cuerpo de este tipo de invertebrados capturados en aguas canarias es de 1,40 metros, a lo que hay que sumar los ocho brazos (rejos) y, sobre todo, los tentáculos con los que atrapan a sus presas. En total, alrededor de siete metros. Su peso ronda los 100 kilos. El Architeuthis, que es como se conoce científicamente al calamar gigante, prolifera en aguas templadas y puede llegar a medir 18 metros (con 240 centímetros de cuerpo) y alcanzar un peso de 275 kilos. Está considerado el mayor invertebrado del planeta y sus ojos son los más grandes del reino animal.
“Esta especie es cosmopolita, se distribuye por todo el mundo, pero hay zonas donde se encuentran más ejemplares y, en ese sentido, Canarias es un punto caliente del planeta”, indicó Perales-Raya, que subrayó la “enorme” dificultad de hallar un cefalópodo gigante vivo, pero también muerto e intacto.
Precisamente, esta investigadora y el biólogo Alejandro Escánez, de la Universidad de La Laguna, gran experto en la materia, han realizado este año un “muestreo” completo de una hembra “en maduración” capturada “recién muerta” en octubre de 2022 en el canal entre Tenerife y La Gomera y que permaneció en las cámaras congeladoras del Centro Oceanográfico de Canarias hasta el pasado mes de mayo. “No era de los más grandes, pesaba unos 70 kilos, el cuerpo presentaba algunas mordidas, medía algo más de 90 centímetros y con los rejos superaba los 2,6 metros, pero faltaban los tentáculos”.
La especialista explicó que el hecho de que hayan aparecido ejemplares con la parte posterior deteriorada es porque es “la más nutritiva y blanda, mientras que en la zona delantera el pico (mandíbula) es más duro, al igual que las ventosas de los brazos y el cartílago craneal, que son estructuras más rígidas y más difíciles de comer”.
Una técnica empleada por el Centro Oceanográfico de Canarias mediante el estudio de estructuras calsificadas y a través de los anillos de deposición apunta a una vida máxima de tres años en los ejemplares rescatados de mayor volumen, “con lo que su cuerpo crecería unos dos milímetros por día”. La teoría de los tres años de vida coincide con otros estudios realizados por científicos en Japón, país considerado también un punto caliente para el avistamiento de estos invertebrados gigantes.
Sobre sus movimientos, Catalina Perales-Raya señala que no hay indicios de que asciendan a la superficie en vida y destacó las altas concentraciones de amonio en sus tejidos, especialmente en los músculos, lo que ayuda a mantenerse en aguas menos profundas con más facilidad. “Son animales que por su elevado peso estarían siempre en el fondo, ya que les costaría mucho moverse a cotas superiores por la presión a esas profundidades; el alto contenido en amonio, que es habitual en ejemplares de gran tamaño, les permite desplazarse sin consumir una energía excesiva”.
Asimismo, los estudios desarrollados por el centro investigador ubicado en la Dársena Pesquera de la capital tinerfeña y dependiente del Instituto Español de Oceanografía han permitido descubrir que las crías que nacen en verano alcanzan tamaños mayores, al encontrar circunstancias ambientales más favorables para su alimentación en las primeras fases de vida, según explicó Perales-Raya.
Obtener la imagen de un kraken vivo en su hábitat sigue siendo hoy una misión casi imposible, tanto en Canarias como en el resto del planeta. La mayoría de capturas se producen por avistamientos cuando sus cuerpos flotan en superficie y de forma accidental por algún pesquero, pero también se encuentran restos varados en las costas y en los estómagos de sus depredadores.