Iris y Juan José, vecinos del bloque 8 de Chasna, en la Costa del Silencio, recibieron ayer a DIARIO de AVISOS en una de las esquinas del viejo inmueble abandonado del que cuelgan varias sábanas en las que se leen frases como “el precio del alquiler nos ahoga” y “la calle no es lugar para vivir”. Juntos entramos a la ‘vivienda’ donde reside Eloy, un albañil en paro que arrastra secuelas físicas por un percance laboral, y allí, sobre un desgastado sofá, nos explicaron cómo viven la cuenta atrás activada por el Juzgado de Primera Instancia Nº3 de Arona para abandonar, antes del martes a las 09.30, por “toma de posesión del inmueble”, las casas que ocupan desde hace aproximadamente un lustro, al presentar la edificación problemas estructurales.
Juan José, de 54 años, carnicero en paro, echa la vista atrás para recordar que sus dos primeras noches en Chasna las pasó “llorando como un niño”, después de que no le renovaran el alquiler y se quedara en la calle. Subraya que en su situación actual es inviable plantearse un alquiler.
Iris, de 27 años, madre de una niña de 6, sufrirá el martes su segundo desahucio. Ha trabajado como camarera de piso en la hostelería y su pareja, también en paro, ha estado empleada como ayudante de cocina. Su abuela vive con ellos. El semblante de Iris transmite una mezcla de tristeza, desconcierto y resignación. Estos días recoge sus enseres y reconoce que lleva “muy mal” la cuenta atrás.
Eloy, de 47 años, se divorció y acabó con sus perros en el bloque 8 de Chasna. “Me metí aquí para escapar y al final te vas acostumbrando hasta que lo aceptas, pero siempre mirando otras opciones, porque aquí estamos de prestados”, explica a este periódico. Anuncia que el martes, “cuando se llene esto de policías” optarán por una actitud de “resistencia pacífica hasta el final”, aunque reconoce que algunas de las 200 personas que residen en el viejo inmueble ya han comenzado a marcharse “por miedo”. Eso sí, advierte, “lo grabaremos todo”.
Eloy, Juan José e Iris, que aseguran que 66 personas están empadronadas en Chasna, se preguntan “por qué no se apuntala el edificio, como se hace en todas partes del mundo” y, sobre todo, por qué los problemas estructurales suponen un riesgo -además de para el bloque 10- a “solo una parte de la L que forman las viviendas del 8 y no a todo el bloque” (el resto son viviendas residenciales en regla). También se preguntan “por qué se preocupan ahora de este edificio, después de 55 años, en pleno auge de la vivienda vacacional”, una suspicacia que alimentan con la “privilegiada ubicación” del inmueble, junto a Montaña Amarilla y a “un minuto del mar”.
Tras recordar que durante años han sacado “un montón de escombros”, además de instalar puertas antiokupas, paneles solares, baterías, depósitos de agua, “sin permitir que nadie se enganche a la luz ni el agua”, lamentan no poder llevar a cabo uno de los proyectos que barajaban: la creación de un huerto ecológico.
Los tres mostraron su extrañeza porque “aquí no haya venido nadie para revisar los problemas estructurales”, ni tampoco, aseguran, “nadie de los servicios sociales del Ayuntamiento de Arona, a unos días de que nos echen a todos”.
La concejala del área, Ruth Martín, manifestó el viernes a este periódico que el Ayuntamiento se ha puesto en contacto con el Gobierno de Canarias, el Cabildo y el Instituto Canario de la Vivienda, pero, “ante el grave problema habitacional que sufre la Isla, nos cuentan que no pueden hacer nada porque está todo colapsado”.
La edil subrayó también que “en casos normales, antes de que se lleve a cabo el desalojo, el juzgado pide unos informes al Ayuntamiento para que valore las diferentes realidades de las familias. Y atendiendo a su vulnerabilidad, suelen paralizar el lanzamiento durante unos meses para que encuentren una alternativa. Sin embargo, en este caso no han atendido nuestros informes, dado que prima la seguridad de las personas, al haber un informe urbanístico sobre los problemas estructurales del edificio, que tiene riesgo de derrumbe”.
A la pregunta de dónde dormirán el martes, Iris confía en disponer de una habitación en una vivienda familiar, pero le preocupa “cómo vamos a caber todos”. Juan José y Eloy apuntan que terminarán en la playa o “por ahí, en alguna tienda de campaña”, y se despiden con un par de comentarios: “Nos van a echar, seguro, pero queremos que se vea”, comenta Eloy. “Solo estamos pidiendo ser tratados como ciudadanos”, apostilla Juan José.