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Riada histórica: 22 años del impacto de la tormenta del 31-M en Santa Cruz de Tenerife

Lo que comenzó como una tarde lluviosa pronto se convirtió en una emergencia sin precedentes en la capital tinerfeña
Riada 31-M de 2002 en Santa Cruz de Tenerife
Imagen de la tromba de agua en el entorno del Hotel Mencey de la capital tinerfeña el fatídico 31 de marzo de 2002. / Fran Pallero

El 31 de marzo de 2002, Tenerife fue testigo de una tormenta devastadora que sorprendió a la capital en pleno retorno de Semana Santa. Lo que comenzó como una tarde lluviosa pronto se convirtió en una emergencia sin precedentes cuando una espectacular tromba inundó la zona metropolitana en cuestión de minutos.

Según mediciones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), se registraron hasta 224 litros por metro cuadrado en apenas dos horas y media, una cantidad que superaba con creces los promedios anuales de lluvia en la región.

Las calles de la capital se transformaron en ríos violentos que arrastraron vehículos, árboles y todo tipo de objetos a su paso, cobrando trágicamente la vida de ocho personas y dejando a treinta más heridas.

La tormenta, estacionada sobre el Macizo de Anaga, causó estragos en toda Santa Cruz, especialmente en barrios como La Alegría, Valleseco, María Jiménez, Cueva Bermeja, San Andrés, Igueste e Ifara.

Más de quinientos residentes fueron evacuados de sus hogares y alojados en el Recinto Ferial, convertido en un refugio de emergencia.

Los daños fueron enormes: 700 viviendas destruidas, 500 comercios afectados y más de 1.000 vehículos dañados. La primera evaluación estimó pérdidas cercanas a los 100 millones de euros, una cifra que aumentaría en los días siguientes. Además, cerca de 60.000 estudiantes se vieron afectados por la suspensión de clases en toda el área metropolitana.

El suministro eléctrico quedó interrumpido en el 80% de la ciudad y el agua en casi la mitad, mientras que los servicios de emergencia colapsaron y el sistema de llamadas de urgencia 1-1-2 quedó inoperativo durante horas.

La radio fue crucial para mantener informada a la población, funcionando con generadores eléctricos mientras la tormenta azotaba la ciudad.

El Gobierno de Canarias decretó tres días de luto oficial y se cancelaron las Fiestas de Mayo en Santa Cruz.

Se implementaron medidas de ayuda urgente para los afectados, con el Estado entregando fondos a través de un decreto especial y el Cabildo otorgando asistencia económica a las familias damnificadas. Un mes después, el rey Juan Carlos visitó las áreas más afectadas en un gesto de solidaridad.

En las horas posteriores a la tormenta, se descubrieron fisuras en un estanque en Residencial Anaga, lo que obligó a evacuar tres edificios, aunque afortunadamente no hubo consecuencias graves.

El trágico recuerdo del 31-M perdura en la memoria colectiva de los tinerfeños, recordándoles el día en que la naturaleza desató su furia sobre la ciudad, dejando tras de sí un paisaje de destrucción y dolor.

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