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Domingo J. González: “A veces los canarios nos avergonzamos de nuestros orígenes rurales”

El director tinerfeño ha llevado su segundo largometraje, 'Una casa en el pueblo', al Festival de Cine de Las Palmas
Domingo J. González. / Tony Hernández

Por Benjamín Reyes / El director tinerfeño Domingo J. González (1979) ha exhibido su segundo largometraje, Una casa en el pueblo, en el 23º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, dentro de la sección Canarias Cinema. Una cinta intimista que muestra una casa en Vilaflor, que se constituye en un lugar de encuentro con los seres queridos, y más concretamente con su abuela María Ramos Casañas, que viene a mostrar cómo era la vida en Canarias durante gran parte del siglo XX.

-¿Qué significa Vilaflor para usted?

“Vilaflor es parte de mi realidad. Desde chico he pasado todos los veranos ahí. Tengo un vínculo familiar gracias a la casa de mis abuelos. Es parte de mi vida. Muestro Vilaflor desde esa casa. Aunque no dejo de ser un veraneante”.

-¿La casa tenía gañanía (un espacio para los animales)?

“La casa tenía tres habitaciones, una huerta y una cuadra, donde estaban los animales, como los cochinos o las cabras. Mi madre y mis tías hablan en la película de cuando había una cabra en la casa. Hubo un momento en que los animales convivían con las personas”.

-La película es un homenaje a su abuela María Ramos Casañas. ¿A qué se dedicaba ella?

“Ella se dedicó al cuidado de la casa y de sus hijos, además de trabajar en el campo. Todas las mujeres del pueblo trabajaban. Mi abuelo Agustín trabajaba de jornalero. Mis abuelos se fueron a la ciudad a vivir con nosotros. Mi abuela para mí fue una segunda madre. Vivió mucho, ya que falleció a los 98 años”.

-¿Los canarios hemos perdido nuestra identidad rural?

“Muchos de nuestros padres trabajaron en el campo, pero la segunda generación se ha olvidado de ese tipo de vida. En mi familia siempre hemos tenido muy presente la vida en el campo. Creo que, a veces, los canarios nos avergonzamos de esos orígenes. Como si venir de ahí fuera algo menor. La inmigración del campo a la ciudad forma parte del paisaje humano de toda Canarias”.

-Hay una presencia constante de los libros en la película, hay personas leyendo fragmentos de libros. ¿Por qué esta importancia de la lectura?

“En mi vida, leer siempre ha sido muy importante. El verano en Vilaflor es el lugar y sitio idóneo para leer libros. El recurso de las personas leyendo libros es una forma de plasmar el paso del tiempo. Pasamos de Fray Perico y su borrico a Carrie, pasando por 1984. También aparecen fragmentos de viajeros que hablan sobre Vilaflor que muestran la visión foránea. Los que leen esos fragmentos (un adolescente, una monja, un señor mayor…) son habitantes del pueblo. La idea era mostrar la realidad del pueblo confrontada con la mirada exterior”.

-Emplea mucho el plano persistente: dejar la cámara quieta y ver la vida pasar.

“A mí me gusta esa forma de hacer cine. Creo que es una forma de captar momentos de verdad. Me gusta jugar con el fuera de campo, con lo que se escucha y no se ve. Hay mucho trabajo de sonido de Manuel Tricás”.

-El montaje es de Claudia Torres. ¿Cómo transcurrió el proceso de montaje del archivo familiar?

“Para mí era muy importante contar con una mirada externa, aunque yo tenía bastante claro lo que quería. Claudia rodó el cortometraje Versiones y también iba sobre un archivo familiar. Me gustó como trató las imágenes caseras. Para ella fue un reto porque tuvo que visionar mucho archivo. Aparecieron cosas durante el montaje que a mí no se me habían ocurrido”.

Imagen del largometraje ‘Una casa en el pueblo’. / DA

-La dirección de fotografía es de Zhana Yordonova.

“Conocí el trabajo de Zhana en un Festivalito. También estaba en el equipo de La Hojarasca. También era introducir a alguien externo a la isla, ya que ella es búlgara y me interesaba cómo ve ella esa casa”.

-Mencionas el caso del asesinato del marqués de Vilaflor. ¿No se ha planteado rodar un documental sobre esta historia?

“No lo sé. En Vilaflor hay varias historias que se podrían convertir en películas. Me encanta la historia del inglés que hacia copias de pintores consagrados, como John Constable. Vivía en el pueblo de Vilaflor, donde hacía las copias, y las vendía en Londres”.

-También aparece la figura del Hermano Pedro.

“El niño del milagro, Adalberto González, es mi primo. Él padeció un cáncer a los cinco años en la década de los 80, que los médicos daban por incurable. En el pueblo se rezó al Hermano Pedro y se curó. Los médicos no supieron explicarlo. Fue lo que permitió que el Vaticano decretara el milagro y la canonización del Hermano Pedro en 2002. Mi familia es muy religiosa y la casa está repleta de imágenes religiosas y del Hermano Pedro”.

“En Vilaflor hay varias historias que se podrían convertir en películas”

-¿Cuál será el periplo por festivales?

“Antes del Festival de Las Palmas estuvo en MiradasDoc. Más que en festivales, me gustaría que se viera en otro tipo de espacios. Es una película que puede conectar con la gente. La idea es estrenarla comercialmente en otoño. En Televisión Canaria se emitirá en 2025”.

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