El Centro de Recuperación Integral (CERI) de Candelaria acogió ayer una jornada de convivencia entre mayores usuarios de este servicio y un grupo de menores migrantes del centro DEMENA Areca. La convivencia, organizada por el ayuntamiento, tuvo como objetivo principal fomentar el intercambio de experiencias, la creación de lazos afectivos y la empatía entre ambos colectivos a través del conocimiento de sus respectivas realidades. En medio de una crisis migratoria que afecta a las Islas Canarias y que mantiene a las administraciones centradas en resolver cuestiones como la acogida solidaria de menores, estos actos suponen aire fresco y una lección por tejer puentes, romper prejuicios y conectar a seres humanos.
La alcaldesa de Candelaria, Mari Brito, y la concejala de Servicios Sociales, Olivia Pérez, asistieron a este evento intergeneracional e intercultural para compartir la experiencia. Ambas destacaron la importancia de promover iniciativas que fomenten la inclusión y la solidaridad en la localidad. “Es vital este tipo de eventos. Candelaria es un ejemplo de pluralidad y diversidad”, recalcó Olivia Pérez.
Mari Brito también subrayó el compromiso de la corporación con la atención y el apoyo a los migrantes que llegan a las costas canarias, especialmente a los menores no acompañados. “Estamos muy felices con esta actividad. Nuestros mayores y el grupo de chicos que nos visitaron compartieron sus historias de vida, sus sueños y sus inquietudes, creando un espacio de diálogo y comprensión mutua. Es un acto muy especial”, indicó.
“ES VITAL CONECTAR A LAS PERSONAS”
Por su parte, Olivia Pérez resaltó el valor de este tipo de encuentros, que enriquecen a todos y todas y contribuyen a construir una sociedad más cohesionada, empática y diversa: “La convivencia entre personas de diferentes edades y culturas es una oportunidad única para aprender y crecer juntos. Es vital conectar a las personas y normalizar este tipo de encuentros”, señaló la edil.
La jornada en el CERI se desarrolló en un ambiente de cordialidad y multiculturalidad, que dejó una huella muy positiva en todos los asistentes. Las personas mayores y los menores migrantes compartieron sus historias de vida, sus sueños e inquietudes, creando un espacio de diálogo y comprensión que forja lazos afectivos, frente a tantas voces y acciones racistas e intolerantes en el mundo.