La segunda era de Pepe Mel al frente del banquillo del CD Tenerife arranca hoy a la hora de comer con la idea de que el que se indigeste sea un Sporting de Gijón que amenaza la salud deportiva y mental de la institución blanquiazul. Dentro del caos generalizado que ha reinado en el club tinerfeño la llegada de Mel, tras los cinco partidos del breve Óscar Cano, es vista como el revulsivo necesario para enderezar el rumbo ahora que todavía hay 37 partidos por delante.
El técnico madrileño, 23 años después, toma los mandos blanquiazules en una situación absolutamente diferente a la que se encontró en su primera parada en la Isla. El equipo necesita imperiosamente ganar y los aficionados necesitan una alegría en forma de victoria y ¿por qué no? una mayor presencia de futbolistas con acento local en el césped.
A falta de resultados es la cantera el clavo al que se agarra la parroquia local que respondió de forma fiel en la campaña de abonados y que estás cansada de ver cómo se hace negocio con su sentimiento. El Sporting, a todas estas, quiere pescar las turbias aguas que bajan las aguas por el barranco de Santos.
Los aficionados se harán escuchar fuera y dentro del estadio
Los aficionados blanquiazules lo tienen claro, antes del partido, protestar, durante el partido, animar. A una hinchada tan señorial como la del CD Tenerife no se le toma el pelo ni se la engaña, pero las protestas no restarán en los ánimos. Siempre estará la previa y el post partido para hacerse notar.
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