Un equipo de científicos ha identificado en la costa occidental de Lanzarote, en el Parque Nacional de Timanfaya, evidencias del impacto que en Canarias tuvo el tsunami causado por el gran terremoto de Lisboa en 1755, que causó decenas de miles de muertes.
El estudio lleva la firma de Inés Galindo, Nieves Sánchez y Juana Vega, del Instituto Geológico y Minero; Carmen Romero, del Departamento de Geografía de la Universidad de La Laguna; Esther Martín, del Museo de las Ciencias Naturales de Santa Cruz de Tenerife; y Javier Lario, de la Facultad de Ciencias de la UNED.
El trabajo tiene su base en la identificación de depósitos de grandes bloques de basalto, algunos de hasta tres metros de longitud, transportados tierra adentro por un evento de olas extremas.
Los investigadores sugieren que estos depósitos solo pudieron ser originados por una fuerte tormenta o, más probablemente, por un tsunami.
A través de la aplicación de diferentes ecuaciones para el estudio de las alturas de ola, velocidad de flujo y profundidad necesarias para movilizar estos bloques descartan que las condiciones extremas de tormenta registradas en la zona fueran suficientes para formar estas acumulaciones de bloques en Punta del Cochino y Punta del Volcán Nuevo.
Mediante la datación de los cantos rodados a partir de cartografía geológica y geomorfológica de coladas de lava volcánica han determinado que se formaron en el periodo comprendido entre el final de la erupción de Timanfaya en 1736 y el 3 de septiembre de 1824, cuando las coladas de lava emitidas desde el Volcán Nuevo del Fuego entraron al mar por la Punta del Volcán Nuevo.
En este intervalo de tiempo, el terremoto de Lisboa de 1755 generó un tsunami que se extendió por el Golfo de Cádiz y el Atlántico Norte, registrándose en las costas nororientales de África, la costa noroeste de América e incluso en varias localizaciones repartidas por el Atlántico Norte.
Los autores del estudio recalcan que existen registros del efecto de este tsunami en la mayor parte de las islas macaronésicas, y en concreto en el caso de Canarias, y la propia Lanzarote, existen evidencias y documentación histórica que recoge la llegada del tsunami a las mismas.
En base a todos estos datos, concluyen que la presencia de cantos rodados en la costa norte de Timanfaya se ha interpretado como consecuencia de olas asociadas al tsunami de 1755.
Se estima que las olas alcanzaron alturas superiores a 2,1/2,7 metros, acompañadas de velocidades de flujo superiores a 2,8 metros por segundo, suficientes para iniciar el movimiento de las rocas.
Además, se estima que la distancia de inundación se extendió al menos hasta 188 metros desde la costa.
Aunque el registro histórico de este evento está documentado en Canarias, se trata de la primera evidencia del registro geológico del tsunami de 1755 en las islas, recalcan los autores del estudio.
Este descubrimiento, añaden, no solo ayuda a entender el pasado geológico de Canarias, sino que también “resulta fundamental para evaluar la frecuencia de estos eventos destructivos en las islas y planificar también medidas de prevención y protección”.