“Me tomé un mate y me di cuenta de la situación deplorable en la que estoy”, cuenta Ricardo Rososzka, quebrado por la resignación y en un acto de valentía para reflejar la dura realidad que enfrenta desde hace meses en Playa San Juan. Este argentino de 55 años, con nacionalidad española y una vida dedicada al arte de la magia, malvive estos días en una cueva improvisada como refugio.
Allí, la madrugada del jueves casi termina en tragedia: ocho piedras de gran tamaño cayeron desde la pared de su precario habitáculo mientras dormía. Una de ellas le rozó la mano, dejándole un corte superficial, pero suficiente para que Ricardo tomara conciencia del peligro que corre. “Casi muero. Desde las tres de la mañana no pude volver a dormir”, relata, aún conmocionado.
Desde hace dos meses, Rososzka ha tenido que adaptarse a una vida sin techo fijo, marcada por la improvisación y la incertidumbre. Su primera residencia fue una tienda de campaña en un barranco, de donde tuvo que marcharse por indicación de la policía local, que advirtió del riesgo de inundaciones en la zona.
Más tarde, se trasladó a una cueva cercana, un espacio que antes había sido habitado por una pareja y que quedó parcialmente destruido tras un incendio provocado por los antiguos ocupantes, lo que, a su juicio, provocó el desprendimiento de las piedras.
Esta situación ha sido la gota que colmó el vaso. “Esto me hizo tomar conciencia del estado deplorable en el que estoy. Nunca me pasó una cosa así. Llamé al 112 y me di cuenta de la gravedad de todo”, confiesa.
La vida de Ricardo ha estado ligada al mundo del espectáculo desde hace 36 años. Bajo el nombre artístico de Riki Rososzka, ha llevado su magia a cientos de escenarios en Argentina y España. Sin embargo, su experiencia profesional no le ha bastado para encontrar estabilidad. En Tenerife, ha intentado sobrevivir con actuaciones callejeras que le permiten ganar algo de dinero, mientras Cáritas le ayuda con 40 euros mensuales.
Hace unas semanas, consiguió trabajo como camarero en una taberna de Playa San Juan, pero su falta de experiencia le impidió conservar el puesto. Ahora, sigue buscando oportunidades laborales en la zona y no pierde la esperanza de poder trabajar nuevamente como mago. “Estoy preparado para trabajar mañana mismo si alguien me da una oportunidad”, asegura.
Ricardo sueña con algo que para muchos es cotidiano: un hogar donde poder vivir con dignidad. “Necesito una casa. No puedo seguir en este estado”, afirma con contundencia. Sin embargo, la realidad se lo pone difícil. Aunque se encuentra empadronado socialmente en el municipio, la espera para acceder a una vivienda es larga y no hay garantías.
precariedad
La historia de Ricardo pone en evidencia la vulnerabilidad de quienes viven en la calle. “Hay personas que no están capacitadas para salir adelante en una situación así. Yo tengo experiencia en enfrentar desafíos, pero esto es un nivel de precariedad que nunca había vivido”, reflexiona. Mientras tanto, espera que el próximo encuentro con una trabajadora social del Ayuntamiento de Guía de Isora le dé alguna solución. Pero el tiempo corre en su contra.
“Me dijeron que la policía va a precintar la cueva. No sé adónde iré después de eso”, se lamenta.
Pese a todo, Ricardo no pierde el sentido del humor ni su capacidad de asombro por las pequeñas muestras de humanidad que encuentra en su camino. Recuerda con ternura a un niño que, tras ver una de sus actuaciones callejeras, le dijo: “Tú tienes que venir todos los días porque haces felices a los niños”.