Un total de 292 figuras, encajes de más de 200 años, guiños a los ecologistas y a Canarias, un arduo trabajo de investigación detrás, visitas que superan las 7.400 personas y un regreso muy esperado. La tradicional exposición de belenes que organiza la Asociación Cultural Belenista San Francisco de Asís ha vuelto después de tres años a la Sala Fundación CajaCanarias de Puerto de la Cruz para disfrute de vecinos y visitantes y podrá visitarse hasta el 8 de enero de 10.00 a 13.00 y de 17.00 a 20.00.
El napolitano, de 20 metros de largo, preside la exposición y está compuesto por figuras de entre 30 y 35 centímetros, realizadas de manera artesanal por el presidente de la citada asociación, Martín Álvarez Calzadilla, y su esposa, Ángeles Morales. Este mismo año adquirieron 17 nuevas en Nápoles y, en un plazo de cuatro meses, han bordado sus trajes y las han vestido.
El portal se divide en cuatro escenas, todas ellas relacionadas con el nacimiento de Jesús en Belén y, al igual que otros del mismo estilo, se caracteriza por su espectacular escenografía, en la que nada está hecho al azar. Cada detalle está perfectamente estudiado y dispuesto para que resulte una combinación perfecta de la vida en Nápoles en 1700, con sus mercados, arquitectura típica, vestimentas y personajes más populares, y un reflejo de la sociedad actual.
Un ejemplo de esto último es el guiño que se le hace a los ecologistas. Si el visitante empieza a recorrerlo por el lado derecho, podrá observar, antes del arco romano, una fábrica de marmolería, con sus bueyes y los operarios tallando columnas y otro tipo de construcciones. “Hemos sacado la polución del pueblo y hemos montado la fábrica en las afueras”, explica Álvarez.
Seguidamente, se pueden ver casas palaciegas que en la actualidad siguen existiendo en la ciudad italiana, ocupadas por “los más miserables del pueblo”, ya que, cuando asumió el poder el monarca Carlos III, muchas personas las abandonaron para ser miembros de la Corte y vivir en el palacio. En la misma escena conviven señoras que acuden a comprar a los mercados, con vestidos diferentes a los de las vendedoras o cocineras, confeccionados con telas más sencillas.
Una de las peculiaridades se encuentra en la carnicería, cuyos productos están hechos con cera de modelar comprada en la Facultad de Bellas Artes de Nápoles y que resulta más difícil de trabajar que la cerámica, que es el material utilizado para otras miniaturas. “Hay que combinar muchos colores para sacar el tocino y la grasa que no son estrictamente de color blanco y, para ello, es necesario transparentar más el rojo”, puntualiza el director.
Los mangos acolchados de una de las señoras es una curiosidad napolitana sacada de un gráfico que tenía el matrimonio. “Su finalidad era no dañar con los huesos del brazo al niño que tiene acunando”, apunta.
Hay otros detalles más íntimos, como los encajes que donó una mujer de 60 años cuya abuela llegó a la ciudad turística a montar una mercería, un proyecto que finalmente no se concretó. “Hay telas que tienen 200 años y que no hemos querido tocar, sino colocarlas directamente en las figuras”, añade.
El portal refleja todas las costumbres campesinas con el mercadillo como uno de los escenarios principales, y cuenta con todos los personajes indispensables, desde músicos ambulantes y bailarines, hasta madres, carniceros ofertando su mercancía, y animales locales y exóticos. Refleja la variedad de oficios de la época y la diferencia entre clases sociales; incluye pasos bíblicos, como la anunciación de los pastores; y a los Reyes Magos a la usanza de Nápoles, cabalgando en caballo, camello y elefante.
También recrea el montaje de una vendimia, como guiño a Canarias, y otro al 801 aniversario del primer belén realizado por San Francisco de Asís, con una reproducción de la anterior Basílica de San Pedro, que se erigía en el lugar donde actualmente se encuentra la Basílica de San Pedro de Roma, en el Estado del Vaticano, centro de los eventos católicos más importantes del mundo.
Además del napolitano, se pueden ver otros significativos, como un portal de barro pintado procedente del levante español que data de 1934 u otro canario, compuesto por muñecos hechos a mano. Este último fue adquirido en la década de los 70 por la familia Hinners. Permaneció en Alemania hasta hace unos años y volvió a Tenerife como obsequio a la asociación, gracias a la que Puerto de la Cruz puede, nuevamente, presumir de belenes.