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¡49 días que cambiaron el mundo!

Desde que llegó Trump, el planeta es más inseguro, Europa se rearma tras la traición de EE.UU. a Ucrania, y Canarias le ve las orejas al lobo
¡49 días que cambiaron el mundo!

Trump es un meme mayor de edad que tiene prisa. Cumplirá en breve 79 años y se muestra impaciente por querer que todo ocurra cuanto antes y lo vea con sus propios ojos. Esa ansiedad nos la transmite a todos y parece gustarse provocando miedo. En tan solo 49 días ha logrado hacernos sentir que el suelo se nos mueve bajo los pies.


Es como el paso de esos huracanes que vuelan los tejados de las casas de Florida. Se le ve metido en el papel. Es el macho alfa que hace grande el 8M, que ni pintiparado. Un presidente histriónico, un actor que deviene dictador en un siglo de déspotas. La escena en el Despacho Oval con Musk y el niño a la pela lo dice todo. Llegó el 20 de enero y abrió la caja de Pandora. Y se cree un elegido, pues aquella bala le pasó rozando. Trump es un rinoceronte gris, un pésimo evento altamente probable, al que no se tomó en serio y, hace 49 días, llegó y la armó.


Pero tiene torpezas de parvulario. Como este descarrilamiento de trenes y las bofetadas a Europa justo cuando se reúne la Asamblea Nacional Popular donde China traza su hoja de ruta cada año. Y el viernes, sin demora, el ministro chino de Exteriores, Wang Yi, lanzó halagos y carantoñas a Europa, cuando se conmemoran 50 años de relaciones diplomáticas entre China y la UE. Según Pekín, en el “escenario mundial actual” hay “más razones que nunca” para estrechar los lazos como “socios confiables”. Justo el reverso de Trump.


Con su metodología del palo y la zanahoria, el americano arroja a Europa en brazos de China. Olvida una razón más. Esa razón extra es que ahora mismo fortalecer las relaciones comerciales con Pekín significaría, de rebote, la mejor garantía de seguridad contra Putin que persiguen Bruselas y Kiev para después de la paz. Será Xi Jinping y no Trump el que tenga capacidad de frenar en el futuro cualquier tentación expansionista del ruso. “Quita tus sucias manos de Europa, no toques mis intereses”, le dirá.


Ante esa tesitura, juega con ventaja, en la nomenclatura europea, el presidente español. En septiembre, Sánchez visitó a Xi Jinping, por segunda vez en menos de dos años, cuando parecía inminente una disputa comercial de Europa con el gigante asiático por los aranceles a los vehículos eléctricos chinos. Y fue recibido como mediador, considerando a España “un país amigo”.


Fue Biden el que alertó del Armagedón cuando Rusia invadió Ucrania en 2022. Ahora, ha sido Trump el que, en la bronca del Despacho Oval, le espetó a Zelenski, al que había llamado “dictador”: “Estás jugando con la tercera guerra mundial”. Los voceros del Kremlin decían lo mismo. Y tanto va el cántaro a la fuente…


Estamos estrenando la era del rearme, la guerra se espera, quizá nunca llegue, pero ya no se habla de otra cosa en las altas esferas. La UE, en una cumbre sin precedentes, acordó este jueves un plan inédito de rearme de 800.000 millones de euros para dotarse de unas Fuerzas Armadas propias, en un “momento existencial para Europa”, enfatizó Ursula von der Leyen, que preside la Comisión. Macron, en la víspera, anunció a su nación que medita extender al conjunto de los socios el paraguas nuclear de Francia, único país comunitario con autonomía atómica. “Sería una locura permanecer como espectadores en este mundo de peligros”, sentenció, cuando Trump ya no está y quizá no vuelva. La semana que termina pasará a la historia.

La OTAN, el pato cojo
¿Y la OTAN qué? En Canarias, en los años 80, decíamos “OTAN no”, y así salió en el referéndum; después comprendimos las ventajas de estar protegidos y nos reconciliamos con ella. En la Segunda Guerra Mundial hubo planes de invadirnos por parte de Hitler y Churchill. Y tomamos nota. Ahora estamos desguarnecidos como nunca. La OTAN, sin EE.UU., es como papel mojado. Por eso Europa se militariza, pero le llevará agún tiempo.
Nuestra pesadilla solía ser Marruecos, que está en pleno rearme. Cuando España abandonó el Sáhara, hace medio siglo, nos asestó un golpe mortal. Sánchez pidió el jueves a Europa que no solo se pertreche frente a las amenazas del Este, sino también frente a las del flanco Sur. Es que está el Sahel, donde Rusia manda. Y somos el caravasar de los cayucos de África. Tenemos razones los canarios para torcer el gesto. Las tensiones geopolíticas y el aquelarre de aranceles traerán consigo una desaceleración en Europa y, por consiguiente, causarían estragos en una región turística como la nuestra, que wvive su mejor momento.
Volverán los viejos lemas, como “yankee go home”, y el sentimiento antiimperialista reactivará las manifestaciones masivas, y algunas revoluciones vienen caminando. Si EE.UU.

deriva en revueltas -o algo más-, Trump se erigirá en lo que es, un dictador. Todas las aguas vuelven a su cauce de las décadas pasadas, como han vuelto los tics del fascismo de los años 30. Estamos diciendo adiós a 80 años de impulsos hacia el desarme y la paz, del final de la Guerra Fría y los acuerdos de desarme Reagan-Gorbachov, no esta danza de intereses entre el ruso y el americano para repartirse vergonzantemente territorios y tierras raras. Sin mencionar la Riviera de Gaza.


“Los riesgos están por todas partes”, se duele la presidenta del BCE, Christine Lagarde. Si algo nos consuela es que el hombre de moda en Europa, Xi Jinping, sea un enamorado de Canarias, a la que ha visitado repetidas veces, como hacíamos con Merkel en La Gomera. Pues de Trump recibimos cero cariño, tras desentenderse de Ucrania y de Europa.


Este mundo, nuestro mundo Occidente, era un barco con rumbo que sorteaba temporales. Pero ahora es un barco sin rumbo, a riesgo de chocar contra las rocas y naufragar. Como aquel Costa Concordia de trágico recuerdo, con un capitán chalado que se permitía frivolidades tocando la sirena por donde pasaba, y cuando el crucero se hundió, abandonó el barco pese a las órdenes del comandante en tierra que ahora nos resuenan familiares: “¡Suba a bordo, es una orden! Abandonar el barco es más que desertar, es traicionar el Código Marítimo”.


Toda una generación asiste a este salto en el vacío de la historia. En Europa, la desconexión de Papá Sam nos remite a la frase de Flaubert -una cita favorita- sobre la soledad humana en Roma: “Cuando ya no estaban los dioses y Cristo aún no estaba, hubo desde Cicerón a Marco Aurelio, un momento único en el que solo estuvo el hombre.” Ese momento es como este.


Europa ahora es Ucrania. Siente el aliento acezante de Putin en el cogote. El célebre reloj metafórico del fin del mundo situaba en enero el momento fatídico a 89 segundos de la medianoche. El simbólico despertador de Einstein y demás colegas tiene, sin duda, en Trump a su mejor incitador.


Una duda se ha despejado. ¿Qué nos reserva 2025? Si en 2008 se inició la Gran Recesión, en 2020 la pandemia y en 2022 la invasión rusa de Ucrania, 2025 ya es el año en que estalló por los aires el orden internacional. Por la cuenta que nos trae, digamos que el Atlántico le roba protagonismo al Mediterráneo con la crisis del eje de las dos orillas.


La rocambolesca yenka de Trump con los gravámenes a México y Canadá prueba que gobierna a golpe de ocurrencia y se ve obligado a desdecirse una y otra vez. Es una manera suicida de gobernar trastabillando, cuando más peligra la hegemonía mundial americana, y China enfila el año aumentando el gasto militar un 7,2%. Trump le declaró la guerra comercial y ha recibido, esta semana, otro tanto más un mensaje inédito de los chinos de estar “listos para cualquier tipo de guerra”. Esa clase de pulsos no le suele salir bien a EE.UU., como vimos en la inteligencia artificial, su joya de la Corona, con el hachazo de la empresa china DeepSeek, que ridiculizó al Titanic yanqui en Wall Street.


¿Cuándo sonaron las alarmas por primera vez? Trump inauguró su reinado ambicionando anexionarse Groenlandia, Canadá y el canal de Panamá, los tres primeros objetivos que se le ocurrieron. Y amagó con arancelazos a sus vecinos Canadá y México, cambió el nombre de Golfo de México por Golfo de América y, acto seguido, giró la cabeza hacia Europa y la señaló con el dedo índice de su mímica matonil. “La UE se creó para joder a EE.UU.”, escupió para empezar.


“Parece que quiere pelea”, dijo Kaja Kallas, la jefa de la política exterior europea, tras escuchar a JD Vance, vicepresidente americano, decir en la Conferencia de Múnich, en febrero, que el mayor peligro de Europa no es Rusia, no son sus tanques, sino el cordón sanitario que aplica a la ultraderecha. Dicho en Alemania en vísperas de las elecciones en las que la Afd -la extrema derecha- se disparó.

La bronca del Despacho Oval
Sin duda, la bronca en el Despacho Oval a Zelenski fue el colofón de la escalada antieuropea. Acto seguido, EE.UU. canceló la ayudar militar y de inteligencia a Ucrania, dejándola sin armas y ciega de información para atacar o defenderse. Y se propuso aliviar las sanciones a Rusia, más -lo más insólito- dejar sin efecto las operaciones cibernéticas americanas contra Moscú, allanándole el camino a sus voraces hackers en todo EE.UU. Este viernes, Trump volvió a actuar fingiendo un enfado con Rusia, a la que exigió negociar con Kiev el alto el fuego, so pena de sanciones. Pero, después, como si hubiera olvidado todo lo anterior, hizo declaraciones laudatorias sobre Putin y siguió machacando a Zelenski.


Trump es aquel capitán de barco que abandona a sus pasajeros. Hoy Europa lo lamentará, pero mañana agradecerá esta patada en el trasero. Porque será libre e independiente.


EE.UU. se ha cambiado de bando. El viernes, en el paripé de presionar a Putin, parecía regodearse aparentando fastidio ante el hecho de que “Rusia está masacrando absolutamente a Ucrania”. Justo lo que pretendía.


Lo que está ocurriendo ahora mismo es una guerra (de espionaje) a la sordina. En esta encrucijada, John Le Carré diría que están moviéndose los hilos del nuevo orden mundial.

¿Qué persigue Trump dando palos de golf? ¿Qué esconde su estrategia de devastación?
Dado que todo es tan reciente, no se sabe cómo acabará, si Trump y Musk (Donald Musk, Elon Trump) irán de manos todo el mandato o habrá choque de egos. La revista Time mostró en portada a Musk tomando café en el escritorio del Despacho Oval. A Trump se le atragantó.
En tanto EE.UU. retrocede en valores, enterrando los derechos de diversidad, igualdad e inclusión, y despide masivamente a los trabajadores de USAID, la agencia de ayuda exterior creada por Kennedy, China se ofrece a cubrir la vacante con su propia plataforma de asistencia. A Canarias le conviene, porque la pérdida de sostén contra el hambre en África traerá más inmigración.


Acaso la primera potencia esté perdiendo la jerarquía y sea un gigante con pies de barro. Musk pregona allá donde va que, sin él, el país iría “a la bancarrota”, con un déficit de 2 billones de dólares.


Trump disfruta perdonando a los que asaltaron el Capitolio y a los que asaltaron Ucrania. Los exonera porque siente que un gobierno woke lo persiguió a él por graves delitos que no reconoce y se siente reflejado en Putin y en el chamán de QAnon, tocado con cuernos de bisonte.


Por eso le ha regalado al ruso tiempo con viento a favor para “masacrar” a Ucrania. Putin, que echa la culpa a su pueblo (sic) de no haber ganado la guerra, se siente ahora en una “posición de privilegio” y dilatará la negociación de paz, como dijo el jueves en La Laguna el exdirector del CNI Félix Sanz Roldán. Mañana se verán en Arabia Saudí americanos y ucranianos para hablar del alto el fuego, ese blablablá.


Paradójicamente, son malos tiempos en Europa para la ultraderecha, la ideología de Trump, y así lo han entendido en Austria y Alemania. La propia UE es fruto de un pacto de derecha e izquierda. Esto conduce en España a una reflexión en el PP, por sus lazos con Vox y sus planes de gobernar algún día con Abascal, el socio de Viktor Orbán y el único amigo español de Trump. También obliga a pensar qué habría pasado si, tras el 23 de julio de 2023, hubiera salido un gobierno PP-Vox. Hoy seríamos una segunda Hungría.


Si Europa resiste, la democracia tendrá un buen refugio, pues nada permite asegurar que EE.UU. siga siendo su mejor regazo, con la sola vigilancia de un medio como The New York Times. Pero Europa es un oasis de libertades que ha de blindarse a estas horas como cuando la pandemia frente a un virus que amenaza con invadirla tarde o temprano.

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