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El sur de Tenerife recuerda las noches de Finados de antes entre velas, almendras e higos

La víspera del Día de los Difuntos se celebraba en los hogares, donde familiares y vecinos se juntaban para recordar al difunto

A diferencia de Halloween, en la que el peso comercial y el aire carnavalesco dominan y marcan el paso de la celebración, el día de Finados siempre se orientó en Tenerife, y particularmente en el Sur, hacia la idea de honrar la memoria de quienes ya no están entre nosotros a través de recuerdos positivos. Un homenaje que conllevaba, paralelamente, un mensaje de respeto a la muerte.

Aunque la apisonadora de Halloween -importada desde Estados Unidos después de popularizarla los irlandeses en el siglo XIX– ha relegado a un segundo plano las costumbres de toda la vida, la comarca sur se esmera para conservar sus celebraciones ancestrales.
Desde el recogimiento familiar, el día de Finados se vivía de una manera muy especial en los hogares, donde se escenificaba una celebración que combinaba lo religioso con lo popular y que adquirió un gran arraigo social.

En las casas se encendían velas, con aceite, agua y algodón, que flotaban en un plato hasta apagarse. Durante la noche, a la luz de las velas, familiares y vecinos participaban en tertulias que se prolongaban hasta avanzada la madrugada y en la que se recordaban aspectos, sobre todo anécdotas, de la vida del fallecido. Conversaciones que se acompañaban con higos pasados, almendras, castañas y vino blanco o dulce.

RECUERDO POSITIVO

Contrariamente a lo que pueda parecer, la noche de finados no significaba una velada presidida por la tristeza. Más bien al contrario: se trataba de encuentros para recordar a la persona difunta en positivo y que esta “no desapareciera del todo”, como han explicado algunos investigadores y divulgadores. De ahí que la conversación girara sobre la persona que había cruzado el umbral hacia el “otro mundo”.

También se pronunciaban coplas populares que arrancaban una sonrisa a los presentes, como la siguiente: “Yo no voy al cementerio ni que me llamen a voces, porque allí tengo a los míos y, si hablo, me conocen”.

Entre las curiosidades de la celebración, cabe citar que, al encender una vela por una persona fallecida, se apagaba inmediatamente el fósforo, porque se decía que la luz de un muerto apaga la de otro, de la misma manera que cada persona tiene su propia luz.

Los ayuntamientos y diversos colectivos sociales tratan de luchar, contra viento y marea, por conservar las tradiciones de los Finados, pero el tsunami de Halloween amenaza con liquidar las costumbres que marcaron a varias generaciones.

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