Las vastedades del cosmos siempre han cautivado a la humanidad sobre todo los asteroides, y mientras más exploramos, más nos damos cuenta de la profunda intriga que rodea cada rincón de nuestra galaxia. Las misiones espaciales, con sus avanzados telescopios y rovers, nos han dado pistas y avances sobre el enigma que es nuestro universo.
El telescopio espacial James Webb y los rovers que han tocado la superficie de Marte son solo ejemplos de cómo la ciencia avanza en su intento de desvelar estos misterios. Estas maravillas de la ingeniería nos ofrecen la esperanza de descubrir si planetas en sistemas como el TRAPPISTA pueden albergar vida, cómo nuestra Vía Láctea llegó a estar tan colmada de estrellas y planetas, y si Venus, en su clima abrasador, alguna vez tuvo océanos. A pesar de que algunas respuestas se avecinan en el horizonte, otras nos mantendrán esperando.
El asteroide calavera (también conocido como el «asteroide de Halloween»)
Pero mientras estas misiones nos brindan datos valiosos, también nos proveen de imágenes que, curiosamente, interpretamos como algo familiar. La pareidolia, esa fascinante inclinación del cerebro humano a identificar patrones y formas reconocibles, como caras, en estímulos visuales ambiguos, es responsable de muchos de estos «descubrimientos». Como bien señala la NASA, es común que las personas vean rostros o figuras en fotografías de planetas o del espacio. Pero es crucial entender que, aunque veamos estas imágenes familiares, son meramente interpretaciones de nuestra mente.
La «boca» del cráneo, vista a las dos en punto del centro de la imagen, es una galaxia más pequeña (con unos 20 mil millones de estrellas) que está cayendo en la más masiva Perseo A (sí, las galaxias tienden a colisionar).
Un ejemplo inquietante de este fenómeno es la aparente representación de calaveras en imágenes del espacio. Un claro ejemplo es la imagen captada por el Observatorio de rayos X Chandra de la NASA. En esta, se observa un patrón que recuerda a un cráneo, pero lo que realmente se muestra es el núcleo de un conjunto de galaxias distantes, conocido como el «cúmulo de Perseo». Lo que para nuestros ojos puede parecer un cráneo flotante en realidad es el gas ardiente del cúmulo alrededor de la galaxia supergigante, Perseo A. En el corazón de esta imagen, flanqueado por dos cavidades oscuras, se encuentra un agujero negro supermasivo. Estas cavidades, que podrían albergar galaxias del tamaño de la mitad de nuestra Vía Láctea, fueron probablemente formadas por el potente agujero negro en el centro.
La NASA sigue miles de asteroides potencialmente peligrosos
Y no se detiene ahí. La «boca» del cráneo, que se ubica ligeramente a la derecha del centro, es en realidad una galaxia más pequeña en plena colisión con la majestuosa Perseo A. Este fenómeno, aunque violento y caótico, es común en el cosmos: las galaxias chocan entre sí.
Pasando de galaxias a asteroides, tenemos el asteroide 2015 TB145, descubierto en octubre de 2015 y también el famoso asteroide Bennu que sigue la NASA con especial dedicación. Con un paso cercano a la Tierra en Halloween de ese año, y una apariencia que evoca a una calavera, este asteroide ciertamente ha capturado la imaginación popular. Oscuro y misterioso, refleja apenas un 5% de la luz solar, haciéndolo tan reflectante como un pedazo de carbón.
Estos fenómenos y patrones son testimonio de la inmensidad y complejidad del universo, y también del maravilloso funcionamiento de nuestro cerebro. A medida que continuamos explorando y descubriendo, es vital recordar que el cosmos, aunque lleno de patrones y formas, es más vasto y misterioso de lo que podemos imaginar. La pareidolia, mientras nos proporciona reconfortantes imágenes familiares, también nos recuerda lo mucho que aún nos queda por aprender y descubrir.