“Las universidades deben ser intocables y no sufrir recortes ni ajustes”

Raimundo Baroja Rieu ha desempeñado diversos cargos de representación del sector privado en organismos públicos, y desde diciembre ejerce de presidente del Consejo Social de la Universidad de La Laguna.
Foto ANDRÉS GUTIÉRREZ
Foto ANDRÉS GUTIÉRREZ

Ingeniero civil y estructural por la Universidad de Sheffield, en Reino Unido, Raimundo Baroja Rieu inició su actividad profesional en Inglaterra, en el ámbito de la construcción, trabajando en la prestigiosa compañía John Laing. Posteriormente, pasó al mundo de la consultoría en España y Oriente Medio. Más tarde, se incorporó al grupo australiano Pioneer Concrete, vinculado a la actividad de fabricación y distribución de materiales de construcción. El Cabildo de Tenerife lo contrató para la puesta en marcha y gestión de su red de Casinos, hasta que en 1988 se incorporó al Grupo DISA, donde actualmente es vicepresidente. Ha desempeñado diversos cargos de representación del sector privado en organismos públicos, y desde diciembre ejerce de presidente del Consejo Social de la Universidad de La Laguna.

-La Universidad de La Laguna acaba de aprobar una nueva normativa de permanencia, redactada por el Consejo Social. Con este nuevo marco, ¿se va a evitar que muchos alumnos dejen las aulas?

“Fue de las primeras cuestiones que nos encontramos cuando tomamos posesión el nuevo equipo del Consejo Social. Nos llegó un primer borrador de propuesta que rechazamos, porque iba en contra de lo que entendemos que debe ser la filosofía de la norma de progreso y permanencia. Pero, si no se reformaba la normativa, se podría llegar a una situación en la que los resultados de este curso podían afectar a la matriculación del siguiente. Por eso, se pusieron en marcha varios frentes paralelos, se conformó un comité dentro del Consejo Social y finalmente se llegó a un consenso y se aprobó por unanimidad la nueva normativa. Esta flexibiliza mucho la anterior, sobre todo en lo que se refiere a que no hay obligatoriedad de matricularse de todas las asignaturas que están pendientes de cursos anteriores, porque eso era una carga económica muy importante. Otra modificación significativa fue la reducción del número de créditos necesarios para pasar de curso. Yo, personalmente, cuestiono el permitir que una carrera de cuatro años se pueda sacar en seis o siete, pero no había otro remedio”.

-Entre otras cuestiones, porque ya de por sí cada año la ULL pierde más alumnos… ¿A qué cree que puede deberse?

“Si hay abandono escolar, hay que investigar sus causas, porque es una pérdida de tiempo para los alumnos, para los profesores y, sobre todo, porque se trata de una pérdida de recursos públicos que se gastan en mantener a unos estudiantes que no van a llegar al final. Hay que ver exactamente cuáles son las causas del abandono, y evitar que los alumnos se desmotiven. Convivir con el nivel actual de abandono no es bueno y no tiene ninguna lógica; por eso, es ahí donde se deben concentrar todos los esfuerzos”.

-Tampoco el tejido productivo canario no ofrece demasiadas oportunidades a los egresados…

“Cierto. Pero hay que luchar contra la frustración y esa mentalidad de los estudiantes de que no van a encontrar trabajo. Porque hay más paro entre la gente que no está formada que entre la que acaba la universidad. Y cuanto mayor es la formación, menor es el porcentaje de desempleo”.

-El Gobierno de Canarias ha creado una comisión para estudiar cambios en la financiación de las universidades, entre otras cuestiones porque los rectores afirman que el modelo actual es insostenible. ¿Comparte esa opinión?

“Creo que la financiación de las universidades debe ser estable, y a nivel estatal debería haber un consenso para considerarlas intocables. No se pueden aplicar medidas de ajuste ni recortes a las universidades, porque el 70% de su presupuesto lo destinan a personal, y este es fundamental para la institución. Las universidades canarias han tenido relativamente suerte, porque al traducir los recortes que venían impuestos del Gobierno central, no se vieron demasiado perjudicadas. Aun así, en seis años dejaron de ingresar una cantidad similar a un presupuesto anual, lo que las ha obligado a imponer la cultura del ahorro que conllevan las crisis, lo que que ha acabado siendo positivo”.

-Se ha ahorrado en capítulos como las infraestructuras, pero ahora hay muchas que están en muy malas condiciones…

“Sin duda. La Universidad de Laguna tiene unos 600.000 metros cuadrados de superficie y más de 350.000 metros construidos. Eso supone un gasto enorme de mantenimiento, y se necesita una partida específica, que no puede ser recortada. Y ahora, la universidad tiene la necesidad urgente de hacer un plan de choque para sanear sus estructuras, ni siquiera para hacer edificios nuevos. Y ese plan se ha cuantificado en unos 16,3 millones, pero no hay dinero”.

-Además de una financiación fija más estable, también se habla de que una parte de los ingresos de las universidades sean a partir de los resultados que obtengan. ¿Es partidario de algo así, sobre todo cuando la ULL está por debajo de la media en la mayoría de los rankings?

“El ranking de Shanghái nos sitúa en el puesto 18 de las 47 universidades españolas, por lo que no estamos tan mal. En otros sí estamos peor, pero en algunos salimos muy bien en algunas áreas de conocimiento. Es verdad que los resultados son manifiestamente mejorables, porque hay tasas que el propio rector ha reconocido que hay que mejorar”.

– ¿Cómo valora el Consejo Social el primer año de gestión del equipo de Antonio Martinón?

“Lo valoramos de forma muy positiva. Aunque nosotros todavía estamos aterrizando, tenemos la impresión de que la Universidad de La Laguna tiene un extraordinario equipo rector. Todos son personas comprometidas, tienen las ideas claras y son conscientes de sus debilidades. También tienen unas propuestas atractivas, que esperamos que puedan llevar a cabo durante su mandato”.

-El rector ha manifestado que quiere que el Consejo Social tenga un papel más proactivo y participativo en la universidad…

“Nosotros también, pero tenemos un radio de acción muy limitado. Nosotros podemos actuar, sobre todo, en lo que se refiere a transferencia del conocimiento y la empleabilidad. En esos dos ámbitos sí que podemos ser más activos, pero hasta ahora el Consejo Social ha sido solo un satélite que ni siquiera estaba físicamente incorporado a la universidad. Tampoco hemos tenido la estructura adecuada, pero le hemos pedido al rector una mayor integración en el engranaje de la institución, para poder participar más en las decisiones”.

-¿Está participando el Consejo Social en el desarrollo del plan de empleo para egresados que están ideando las universidades y el Gobierno de Canarias?

“Sí, estamos participando y teniendo un contacto más íntimo en este tema, porque ya hay experimentos en materia de becas que estaban funcionando muy bien. Pero en Canarias hay muchas empresas pequeñas que incluso tienen temor a contratar a un universitario, porque creen que les viene grande. Pero los antecedentes que ha habido han tenido un éxito total, y muchos estudiantes que hicieron prácticas acabaron quedándose en la empresa”.

-¿En qué sectores puede haber más posibilidades para los egresados canarios?

“La gran esperanza son las nuevas tecnologías, y aquí hay empresas importantes en ese sector. Es una salida, pero no va a solucionar los problemas de la universidad ni el desempleo”.

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