Los castañeros: una tradición camino de desaparecer

Los habituales puestos de castañas asadas se diseminan por una ciudad para la que el carbón y el humo ya son parte del pasado

“Son las personas mayores las que mantienen el puesto”, reconoce Juan José Cabrera, que cada años vuelve al entorno de la plaza del Príncipe a vender castañas. Lo hace “por tradición”, reconoce, y para completar una pensión que, a sus 78 años, apenas le da para cubrir los gastos corrientes. Este año la castaña está mejor que la del año pasado, “pero es algo más pequeña”, dice Juan José, que lleva más de 20 años en esto de vender castañas asadas de noviembre a enero, tiempo en el que el Ayuntamiento de Santa Cruz les autoriza. “Nosotros ya en diciembre nos vamos”, aclara. Dice que ha trabajado “de todo”, nada en concreto pero asegura que “no queda oficio que no haya hecho”.

Estará en el puesto hasta que el cuerpo aguante porque sus hijos no van a continuar con una tradición “que implica mucho sacrificio y se le saca poco provecho”. “La gente se cree que es ponerse aquí y ya está y no, hay que comprar la sal, el carbón, el trabajo tuyo, los permisos, el seguro y claro, las castañas”, detalla Juan José Cabrera. “Si se mete frío, vendemos más, si no pues recogemos pronto”, relata el vendedor que este año ofrece ocho castañas por un euro. Reconoce que hay días que llega a 100 euros y otros que ni de lejos.

En la misma situación se encuentra José Negrín, que como el mismo dice, lleva media vida tostando castañas. “Cuando mi padre empezó a tostar castañas en la plaza de España, yo tenía tres o cuatro años, y ahora tengo 64, así que llevo más de 50 años en esto” relata José orgulloso. Él tiene el puesto frente al parque Viera y Clavijo, donde llevan desde hace ya muchos años, tantos que, los clientes ya lo saludan como si fuera de la familia. “Con el puesto llevó más de 30 años” detalla y asegura, al igual que Negrín, que lo hace por “tradición. “No vivo de esto, estoy ya jubilado”. Estuvo 44 años trabajando como gasolinero, relata, y lo compaginaba con las castañas. “Cuando trabajaba por la mañana venía aquí por la tarde y cuando lo hacía por la noche venía aquí y luego a hacer el turno”. Este año, ofrece diez castañas por un euro.

Tanto Juan José Cabrera como José Negrín compran las castañas en distintos puntos de la Isla, en Arafo, las primeras, y en el norte de Tenerife, preferiblemente La Matanza o La Orotava, el resto. Uno y otro hacen ver que estar dentro de estas casetas no es solo comprar la castaña y ponerse a vender. “Yo me levanto a las siete de la mañana para escoger las castañas”, dice Negrín, “y por eso están tan buenas” añade sonriendo. También coinciden en que el año pasado la cosecha fue peor, “no llovió cuando tenía que llover y las castañas no se dieron tanto”, reconoce Cabrera que dice que este año aún quedan.

Lo duro de este oficio en el que “sacas para pagar los reyes y el seguro del coche y poco más”, reconoce Negrín, hace que ni los hijos de uno ni del otro vendedor de castañas asadas crean que cuando ellos lo dejen, haya relevo.

[su_note note_color=”#d0d3d5″ radius=”2″]Solo nueve de los 17 puestos disponibles se han adjudicado este año
De las 17 licencias disponibles, este año solo se han ocupado nueve. Las casetas se ubican en la Alameda; Weyler; frente al Meridiano; frente al parque Viera y Clavijo; la Rambla; la avenida Príncipes de España, donde habrá dos; Los Majuelos y en la plaza del Príncipe.[/su_note]

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