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Sin ir a misa no se encadenan los milagros

El Tenerife vuelve a las andadas con una derrota frente al Zaragoza, en un partido donde encaja a los cinco minutos y no tiene el poder de reacción para crear opciones como las que le dieron la victoria hace siete días en el Carlos Belmonte
Un lance del partido. | LALIGA

A La Romareda ya no van ni los conserjes. Tontos no son. En días como el de ayer donde el recinto deportivo zaragozano es un páramo es preferible quedarse en casa…, y si el visitante es el Tenerife de nuestros días, pues mejor poner el programa de las Campos. El equipo de José Luis Martí no está para más trotes que los que volvió a dar ayer, tirar de casta para enmendar los errores que le cuestan goles y encomendarse a milagros como el de Albacete.

Al Tenerife volvió a salirle todo al revés. Encajó pronto, acumuló lesiones y no encontró en los relevos el efecto deseado. Ni siquiera cuando el oponente es el peor Zaragoza de la historia, un equipo que ha hecho desertar hasta a los hinchas más fieles, un conjunto que sólo había ganado cinco partidos en lo que va de temporada.

Martí se puso de parto ayer y salió con una alineación con la que naufragó en los primeros 45 minutos. Sin más referencia arriba que Juan Villar el cuadro blanquiazul ni llegó a la portería de un Cristian Álvarez que a la media hora pidió una estufa. Fue el tiempo que tardó el cuadro tinerfeño en tirar a puerta y el que tardó Juan Villar en volver a lesionarse. Su sustituto fue Malbasic, el cuerpo por el que el club que preside Miguel Concepción pagó medio millón de euros. Sí, el cuerpo. Traer la sangre del balcánico debe costar otro medio millón.

Con uno a cero en contra desde los cinco minutos y con dos cambios hechos (también se lesionó Aveldaño), el Tenerife buscó romper otro de esos gafes que le persiguen desde hace una eternidad. Desde el año 97 no gana dos partidos seguidos como visitante.

El equipo mantuvo el freno de mano echado hasta bien entrada la segunda parte cuando encadenó algunas contras de peligro, pero sin probar los guantes de Cristian Álvarez. En la otra portería Borja Iglesias, con el que volverán a soñar los centrales blanquiazules por aquello de haberlos molido igual que en el choque de la primera vuelta, estrelló una pena máxima en el palo.

Fue la única dosis de fortuna de los de Martí. La rapidez de reacción de Camille para salvar bajo palos después de una errónea salida de Dani Hernández permitió que el Tenerife llegara vivo a los minutos finales donde, ya con Brian Martín en el campo, se fue arriba con algo más de valentía, pero si no se va a misa es difícil encadenar milagros.

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