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Julio Nieto, el escultor del movimiento

Afincado en La Orotava desde hace 30 años, el artista vizcaíno Julio Nieto defiende que las obras de arte se expongan en la calle para que puedan llegar a un mayor número de personas
La mayor parte del taller de Julio Nieto está ocupado en la actualidad por una gran sabina futurista, que una vez terminada partirá hacia Berlín por encargo de un particular. Fran Pallero

No sabe cómo ni por qué se dedicó al arte. Simplemente pasó. Empezó a crear cosas que no estaban y objetos que la gente de repente empezó a demandar. Después de terminar el Curso de Orientación Universitaria se apuntó en un ciclo de Formación Profesional de electrónica y ahí encontró un taller de cerámica donde se familiarizó con la arcilla. A partir de ese momento todo sucedió sin elegirlo, nunca dijo: “voy a vivir del arte”.

Tampoco pensó que La Orotava sería su lugar en el mundo desde hace 30 años. Porque Julio Nieto, artista polifacético por donde se mire, nació en Durango, provincia de Vizcaya, hasta que aterrizó en Tenerife por culpa de una novia. El Norte de la Isla lo cautivó y ya nunca más se marchó, aunque viaja constantemente.

En un rincón bucólico de la Villa, crea, diseña, imagina, se “come mil marrones” con los clientes, pero, por sobre todas las cosas, disfruta de lo que hace, que es lo más importante.

Su taller y su casa tienen su impronta artística, con el gris de fondo, como el acero y el metal con los que confecciona la mayoría de sus esculturas. Sus obras son objetos disímiles pero que parten de una misma raíz: su imaginación, que no tiene fin porque se inspira en todo lo que lo rodea y de ahí que a veces le resulte difícil seleccionar.

“De todas las cosas que pasan por ahí, muchas no llegarán a tener materia y otras sí. Es puro capricho. Porque yo me he visto en una dirección queriendo hacer algo, pero me encontré con otra cosa y de repente algo dio la vuelta y giró brutalmente y surgió otra”, dice.

Menos aún sabe cómo las ideas llegan a su cabeza. De repente, algo “le hace tilín” y ya no hay vuelta atrás, aunque eso en ocasiones lo lleve a obsesionarse y sentarse días enteros en un sillón tratando de poner luz al caos surgido en su mente.

Recuerda que en una ocasión, yendo a Santa Cruz, vio el cartel de un circo que se anunciaba en el que se leía: ‘Lo nunca visto’ y pensó que era una idea muy fuerte. Buscó sin cesar algo que pudiera considerar ‘lo nunca visto’. Después de cuatro semanas en absoluta crisis, locura, barba, decidió abandonar el sofá gracias a que su mujer le pidió que hiciera “lo primero que se le pasara por la cabeza”. En concreto, le sugirió que creara un perro y se agarró de esa idea “como a un salvavidas”.

La pieza forma parte de sus trabajos en hierro y se titula Guerra, porque el animal tenía un trozo de carne que había que cambiar todos los días simulando una herida. Cuando estuvo expuesta en una sala de La Laguna, una señora se le acercó al enterarse que era el autor y le dijo: “cuando ví al perro, yo nunca había visto algo así”… y le dio la clave que confirmó que había logrado plasmar la idea. Se dio cuenta de que se trataba de ‘lo nunca visto’ para otras personas, no solo para él.

Resulta fácil deslumbrarse con las esculturas de Julio Nieto, como ocurre con La búsqueda, que sobrevuela desde diciembre en el Auditorio Adán Martín, en la capital tinerfeña, ante la mirada atónita de quienes transitan o pasean por la zona.

Santa Cruz ha sido testigo del efecto de muchas de sus creaciones, como en 2014, cuando instaló Lo llevo bien, un hombre-árbol de metal de dos metros de altura y 500 kilos de peso cuyas ramas estaban pobladas de mensajes que invitaban a ser leídos.

Ninguna de sus obras resulta indiferente. Todo lo contrario, pese a que ese no sea su propósito. Quizás, porque se aleja del arte conceptual y lo pone al alcance de todos. “No me considero una persona que tenga que aportar algo al mundo. Vivir es una cosa caprichosa y hay que estar abierto a las cosas, aprovechar tus recursos y disfrutar. No tengo que plantear una discusión social con mi trabajo, quiero divertirme”, dice con sinceridad.

A diferencia del arte contemporáneo, en el que la definición de las cosas pasa a un plano secundario, en todas sus obras hay previamente un trabajo de reflexión y de viaje poético. A veces escribe cosas que luego las plasma en el papel y otras, ocurre al revés, hace un garabato o dibuja y después llega a algo buscando. Y una vez que surgió y lo definió, lo escribe. El resultado: una combinación perfecta de poesía y materia.

La libertad se refleja en todas sus creaciones, que están en movimiento y persiguen el equilibrio. Gran parte de su búsqueda reside en que algo inmóvil y simple como el amor, la piel, o el fuego sugieran algo móvil.

Nieto considera que lo importante del arte también es compartirlo y eso no siempre se consigue a través de los canales clásicos, ya que las galerías y las ferias “son como gotitas de agua en un océano social” que llegan a un público muy reducido.

En cambio, si una obra es susceptible de estar en la calle sin que la cubra nada, como muchas de sus esculturas, podrá ser disfrutada por más personas. “Esto es comunicar”, subraya, y eso es también lo que persigue cualquier creador, compartir sus emociones con el público.

Acero y metal

De ahí que trabaje el acero y el metal, materiales que aguantan bien el exterior y que no se rompen fácilmente. Como contrapartida, requieren de mucho esfuerzo físico y una gran dificultad y por eso no disfruta tanto en la realización. “Implica sufrir, porque te quemas las manos, terminas lleno de heridas y con los oídos destrozados por el ruido de las vibraciones. Es muy duro, es una especie de placer ligado al dolor”, confiesa.

Actualmente se encuentra inmerso en el diseño de una sabina “futurista, que viene desde Marte” y que se irá a Berlín por encargo de un particular.

Sin embargo, el barro es su material favorito. Lo último que hizo fue el Monumento a la pescadora, en el Puerto de la Cruz. La figura, tallada en bronce, también da sensación de movimiento por la posición en la que se encuentra la mujer, caminando, y llevando un cubo de peces en su mano derecha mientras la izquierda sostiene una cesta sobre su cabeza.

La pescadora, como se la conoce, es uno de los íconos más representativos de la ciudad. Ubicada en el muelle, desde hace diez años sorprende a vecinos y turistas que buscan inmortalizarla en una foto, de la misma manera que Julio Nieto busca perpetuar sus ideas, sus sentimientos y sus emociones. Aunque no sea consciente de ello.

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