Anaga puede morir de éxito. Esta posibilidad, remota aún, pero real, es la que subyace en el mensaje lanzado ayer por el catedrático de Botánica Wolfredo Wildpret, en la presentación del primer cuaderno de campo en el que se recogen los datos más significativos del que es, no se cansó de repetirlo el catedrático, “la mayor reserva de monte verde macoronésico del planeta”. Este espacio en el que se refugia la paleoflora endémica más importante del mundo, es, tal y como lo definió Juan José Bacallado, presidente de la Asociación de Amigos del Museo de la Naturaleza y el Hombre, (editora de la guía gráfica) uno de los puntos calientes en lo que a la extinción especies (flora y fauna) se refiere. El alcalde, José Manuel Bermúdez, recogió el guante lanzado por Wildpret al afirmar este que “es necesario frenar el impacto del turismo” para proteger a Anaga. “Tenemos que meditar sobre la forma de acceder al macizo, buscar formas y maneras ordenadas que no pongan en riesgo al sistema. No estamos hablando de prohibir sino de ordenar”, declaró el alcalde a preguntas de los periodistas.
“No estamos pensando en cobrar por entrar a Anaga, esperaremos a ver cómo le va al Cabildo con el Teide, pero sí en buscar la manera de establecer un acceso que no suponga un impacto negativo”. “No cobrar -insistió- pero sí por ejemplo mejorar el transporte público. También establecer normas en distintos puntos de Anaga, con grupos organizados, que no accedan de manera libre y anárquica”. Bermúdez llamó la atención sobre los riesgos a los que ahora se enfrenta la Reserva de la Biosfera, “tenemos una entrada libre e ilimitada y eso se traduce en un aumento de riesgo. Eso no obliga a estar más alerta, a destinar más medios y a no mirar para otro lado”. El alcalde recordó que, “Anaga no es una reserva india, en ella viven personas y tenemos que apoyarlas. El objetivo es mejorar y hacerlo con los vecinos, y las dos cosas son compatibles”.
Para Wildpret, lo que hay que conseguir es “un equilibrio” entre ecología y economía. “Tenemos que conocer la casa (ecología) y también cómo gestionarla (economía)”. Y es que, como defendió el botánico, “Anaga sigue siendo un libro abierto”, incluso para él mismo que admite no se cansa de recorrerla solo o con sus alumnos, o para los científicos que cada año la visitan en busca de nuevos hallazgos.
“Nació hace nueve millones de años, un tiempo en el que creció y se destruyó a sí misma, para, hace 500 años, comenzar un nuevo proceso de transformación de la mano del hombre”, explicó Wildpret en su intervención. “Un proceso que se ha frenado en el momento justo, antes de que se produzca la catástrofe”. Recordó que la aplicación de medidas correctoras ha permitido que en estos momentos, Anaga esté, probablemente, en las mismas condiciones que disfrutaron los guanches hace 500 años.
El sabinar de Afur o el bosque de dragos salvajes (único vivo en Canarias) son solo algunas de los ejemplos que colocan a Anaga “en el mismo nivel de prestigio científico internacional que en estos momentos tiene el Teide”.
Una pequeña muestra de todos estos tesoros vienen recogida en el Cuaderno de Campo del Parque Rural de Anaga, en el que el propio Wildpret, Victoria Eugenia Martín, Leopoldo Moro y Juan José Bacallado, han aportado los textos explicativos que acompañan a numerosas imágenes.
Se han impreso 1.300 ejemplares en una primera tirada que será repartida de manera gratuita en los centros educativos donde desarrolla su labor la Fundación Santa Cruz Sostenible, así como entre los institutos de formación ambiental, monitores de educación ambiental y empresas de turismo sostenible. El Ayuntamiento ha dejado abierta la puerta una segunda edición ya de pago y en otros idiomas o la venta en librerías, dado el interés que este cuaderno de campo ha despertado.