puerto de la cruz

Mueca revoluciona el Puerto

Las calles del casco y los espacios más emblemáticos de la ciudad turística se llenan de gente y se convierten en pequeños y grandes escenarios del Festival Internacional de Arte en la Calle
La céntrica plaza de Europa fue uno de los lugares emblemáticos en los que el público pudo disfrutar de un espectáculo de acrobacia de la compañía francesa Le Collectif de la Basse Cour. Reportaje fotográfico: Andrés Gutiérrez
La céntrica plaza de Europa fue uno de los lugares emblemáticos en los que el público pudo disfrutar de un espectáculo de acrobacia de la compañía francesa Le Collectif de la Basse Cour. Reportaje fotográfico: Andrés Gutiérrez
La céntrica plaza de Europa fue uno de los lugares emblemáticos en los que el público pudo disfrutar de un espectáculo de acrobacia de la compañía francesa Le Collectif de la Basse Cour. Reportaje fotográfico: Andrés Gutiérrez

El informe anual del Observatorio de la Fundación Contemporánea lo situó, junto con el festival Womad de Las Palmas de Gran Canaria, como el segundo evento más relevante de Canarias de 2017, un título que Mueca tiene bien merecido y que ayer volvió a certificar.

La ordenación del espacio público es clave para transformar cualquier ciudad y ese es el secreto del Festival Internacional de Arte en la Calle que se celebra desde el jueves en el Puerto de la Cruz y que finaliza hoy: conseguir que grandes emplazamientos como el muelle, el estadio El Peñón, o las plazas de Europa y el Charco, hasta las calles del casco, se conviertan en escenarios. Grandes o pequeños, esa es la cuestión menos relevante, lo importante es que en cualquiera de sus dimensiones cautive al público.

Lo consiguieron Le Doux Supplice de la Planche con sus acrobacias sobre una tabla de madera y también los protagonistas de The Incredible Box, que buscaron en todo momento la complicidad de los asistentes agolpados en el muelle, donde se agotó el aforo y los organizadores hacían un esfuerzo para impedir, por seguridad, que entrara más gente, y que ésta se sentara para que las personas en sillas de ruedas pudieran disfrutar del espectáculo. O Bloko, que con la energía de sus más de 120 tambores consiguió mantener durante 90 minutos a un público que siempre le es fiel.

De igual manera lo hizo Mr. Pichichi. Justo en la confluencia entre las calles San Juan e Iriarte, la obra logró captar la atención de grandes y chicos con un tema alejado de las artes escénicas, que despierta pasiones y que hasta ahora había tenido poca atención en Mueca: el fútbol.

Con pantalones cortos, camiseta negra, medias tres cuartas, y un pañuelo blanco anudado en cuatro puntas en la cabeza, como jugaba el delantero del Athletic de Bilbao, el clown Roberto Ferro eligió a cinco participantes y otros tantos colaboradores para montar su peculiar estadio , jugar con el lenguaje y, malabares de por medio con pelotas de diferente tamaño, rendirle homenaje a uno de los grandes: Rafael Moreno ‘Pichichi’.

Ferro buscaba al mejor jugador del momento para otorgarle un trofeo que finalmente ganó el pequeño Manuel, uno de los seleccionados, pese a los deseos de otros niños y niñas por conseguirlo. Un premio para el que poco importaba el esfuerzo en la cancha sino participar y disfrutar, como en el deporte real.

Otra de las principales atracciones y una novedad de este año fue el baile de 7Island Swing&amp, Mama Manouche, en el que varias parejas, ataviadas con vestimenta de la época, desplegaron todo su arte y trasladaron al público al maravilloso mundo de los años 20.

Pero si hay un poder que tiene Mueca es el de transformar el municipio. Durante los tres días y las tres noches del festival, la ciudad se impregna de alegría, de movimiento, de risas, de gente en la calle ávida de nuevas emociones culturales pero al mismo tiempo con ganas de disfrutar de la compañía de amigos y familia.

La calle Mequinez hizo honor a su nombre en el festival: la creatividad. Convertida en una enorme ludoteca, con decenas de paraguas japoneses (wagasas) pintados de colores colgando, albergó tiendas de campañas, instrumentos musicales, y juegos de todo tipo que fueron el plato fuerte de los más pequeños, que hasta se animaron a confeccionar una revista ayudados de los monitores.

A diferencia de otras ediciones, este año se percibió que había menos personas en las calles. Quizás porque había una mayor concentración en los grandes espacios y en los bares, cafeterías y restaurantes que estuvieron, desde el mediodía hasta entrada la noche abarrotados de gente.

Dos comerciantes de la calle Mequinez conversaban entre sí y uno le decía al otro: “Yo noto menos gente. Esperemos que eso no suponga que el año que viene quiten Mueca”. Automáticamente, el otro le respondió: “¿Quitarlo? ¿Cómo van a quitar Mueca? En todo caso servirá para que tomen nota y mejoren algunas cosas”. Además, añadió con toda razón: “Es imposible que lo hagan, aunque haya menos gente, Mueca ya es un clásico, un festival que se recuperó y ha venido a quedarse para siempre”.

Hace años que el municipio se vuelca con Mueca y el festival con el municipio. Una simbosis que es difícil que desaparezca.

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