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Beatriz López-Valcárcel, catedrática de la ULPGC: “Cada paciente es el gerente de su propia fábrica de salud”

El pasado año fue incluida en el listado de las 100 mujeres líderes en España, en el área de Investigadoras y Expertas. Beatriz González López-Valcárcel es catedrática e investigadora del departamento de Métodos Cuantitativos en Economía y Gestión en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Beatriz González López-Valcárcel. / DA
Beatriz González López-Valcárcel. / DA
Beatriz González López-Valcárcel. / DA

El pasado año fue incluida en el listado de las 100 mujeres líderes en España, en el área de Investigadoras y Expertas. Beatriz González López-Valcárcel es catedrática e investigadora del departamento de Métodos Cuantitativos en Economía y Gestión en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (Ulpgc). Esta experta en Economía de la Salud y Políticas Públicas lleva a cabo algunas aportaciones para el proyecto Cuarto Espacio, liderado por el también profesor Manuel Maynar, que ahonda en el aumento de la esperanza de vida.

-¿Tenemos en Canarias un problema serio con respecto a la salud? ¿Nos estamos cuidando para llegar en óptimas condiciones a los últimos años de nuestras vidas?
“Tenemos una tasa de obesidad mayor que en España, y lo mismo ocurre con la diabetes tipo 2. Son problemas crónicos que además de acortar la esperanza de vida, sobre todo, causan una pérdida de calidad de la misma a lo largo del tiempo y una vejez problemática en cuanto a salud y necesidad de cuidados. Ambas cuestiones tienen en común que se producen por comportamientos no saludables, fundamentalmente en lo que concierne a alimentación y ejercicio físico”.

-¿Qué propone para acabar con este problema?
“Cuando un problema es general, no tiene sentido afrontarlo solo actuando sobre las personas (obesas, diabéticas) de una en una. Puesto que toda la distribución del índice de masa corporal de la población canaria se ha desplazado en las últimas décadas, la mejor política es la que actúa sobre los grupos de población y no solamente sobre los individuos, para revertir ese movimiento de la distribución. Es decir, se trata de que el índice de masa corporal medio de los canarios vuelva a los niveles de los años 70. Eso se consigue actuando en distintos frentes, pero básicamente fuera de la sanidad, con políticas de barrios, de transporte y movilidad, de vivienda, medioambientales, con actuaciones tempranas en los colegios -comedores escolares, programas de deporte en la escuela entre otros-. Con actuaciones sobre la distribución de alimentos que miren también hacia la salud. Por ejemplo, el Régimen Específico de Abastecimiento de Canarias aporta ayudas económicas a ciertos alimentos para garantizar el abastecimiento interior. Pues bien, la lista de alimentos a subvencionar podría ser repensada en términos de salud, así se excluirían alimentos obesogénicos y no saludables; estoy pensando en las subvenciones al aceite de Palma o al queso plato; y se aumentaría la subvención a los saludables, como el aceite de oliva”.

-Usted es bastante crítica con respecto a la atención a la dependencia. ¿Qué estamos haciendo mal y qué debemos modificar?
“La atención a la dependencia es un reto en España. Tenemos una magnífica ley cuyo problema es haber sido aprobada justo antes del inicio de la crisis económica, que impidió llevarla adelante con la financiación necesaria. A medida que la pirámide de población se va transformando, cargándose en edades avanzadas, las necesidades de atención a la dependencia aumentan. Actualmente, son las familias y los cuidados informales los que se hacen cargo fundamentalmente, pero en la medida en que las familias se reducen de tamaño y que los niveles de pobreza y privación material aumentan, cada vez serán más difícil mantener esas prestaciones. También hay que agradecer la existencia de mujeres de otros países más pobres que el nuestro que cuidan a nuestros dependientes con cargas de trabajo y retribuciones que la población trabajadora de España no aceptaría. Pero esa situación es necesariamente transitoria. Hay dos formas de afrontar el reto de la evolución de la dependencia, una es prevenir y retrasar la aparición de la necesidad, con intervenciones proactivas en pro del envejecimiento saludable, y la otra es reorganizando el sistema de cuidados, con menor atomización y mayor institucionalización -aumentando las dotaciones de centros de día y residencias-, y cambiando la financiación con los incentivos adecuados. También hay que valorar la necesidad de trasladar gasto sanitario hacia gasto sociosanitario, de la atención de corto plazo a la atención a la cronicidad; coordinar ambas. Integrar las organizaciones sanitarias con las sociosanitarias”.

-¿Estamos preparados para llegar a ese margen temporal del cuarto espacio (superar esos 100 años) desde el punto de vista físico? ¿Y de la educación?
“Vamos por buen camino. La esperanza de vida está aumentando y rozamos los 90. El nivel educativo en España ha dado saltos de gigante, y la educación, las inquietudes y curiosidad por lo que hay más allá del puro mantenimiento cotidiano acompañan muchísimo en las edades avanzadas. Lo peor que le puede pasar a una persona mayor, aparte de los problemas físicos que causan dolor y malestar, es la soledad, el aislamiento, la desafección y falta de interés por lo que ocurre fuera de las cuatro paredes en que vive. La educación es un antídoto contra esto, que ha de cultivarse desde la infancia y juventud”.

-Desde el punto de vista económico ¿está el sistema preparado para el envejecimiento de la población?
“No, pero no solamente por el lado del gasto de atención a la dependencia, es peor el problema por el lado del gasto en pensiones y la relación entre población activa que aporte y población jubilada que ha de cobrar. El sistema de pensiones necesita cambios, pero la sociedad no parece estar por la labor de asumir esa necesidad”.

-¿Deben los gobiernos ya pensar en una planificación adaptada a esta realidad?
“Sí”.

-¿Es adecuada la inversión en Canarias para el sistema de salud?¿A cuánto debería ascender?
“No creo que se puede dar una cifra, porque lo importante no es cuánto se gaste, sino cómo. La sanidad requiere aumentar sus presupuestos para afrontar el envejecimiento, la cronicidad y los avances tecnológicos. Pero no hay que olvidar que los recursos son limitados y si no se quiere aumentar los impuestos demasiado, lo que se gaste de más en sanidad hay que quitárselo a otras políticas públicas. Las políticas sociales son esenciales para la convivencia y el bienestar, y para la solidaridad. Así que no es buena idea aumentar el gasto sanitario a costa de las prestaciones de desempleo o las ayudas a las familias, por ejemplo”.

-¿Y en dependencia?
“Lo mismo que pasa con la sanidad, aunque como parte de un nivel peor, por lo que comentamos antes (llegó mas tarde y a las puertas de la crisis), la infrafinanciación es posiblemente peor que para la sanidad”.

-¿Qué parte de responsabilidad tenemos los pacientes a la hora de hacer más rentable el sistema?
“No me gusta hablar de un sistema rentable. Rentable ha de ser una empresa que busca beneficio, pero el sistema de salud ha de ser eficiente y equitativo, conseguir la máxima salud poblacional de forma justa, sin desigualdades que no respondan a la desigual necesidad. Los pacientes tienen responsabilidad sobre su propia salud, de hecho, son quienes tienen en su mano hacer más para mejorarla o fastidiarla; cada uno es el gerente de su propia fábrica de salud, y puede “fabricarla” tomando pastillas para reducir el colesterol o saliendo a caminar al aire libre (y en Canarias tenemos mucha suerte con el clima). Los incentivos, sin embargo, van en contra de la eficiencia del sistema, porque los medicamentos son gratuitos y fáciles de tragar, mientras que salir a caminar o comer mejor se perciben como sacrificios que tienen coste personal. La economía del comportamiento nos enseña cómo dar pequeños empujoncitos a las personas (nudges o codazos, se dice en inglés) para cambiar esto. Acciones tan nimias como poner la sal lejos de la mesa en el restaurante para que quien la quiera tenga que levantarse, que las frutas y verduras estén expuestas en los supermercados de forma atractiva en lugares preferentes o que tu médico reciba la información diaria del número de pasos que has dado, desde tu teléfono, y tú te hayas comprometido con él a un mínimo diario…”

-Ya por último, ¿cómo valora su inclusión dentro del listado de las 100 mujeres más influyentes de España?
“Con gran orgullo, mas que por mí, por los grupos de mujeres a los que me gustaría representar, sobre todo las que no tienen el altavoz que a mí se me presta”.

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