“Necesita ayuda, no respira, intentamos reanimarlo, pero no responde”. Con esas palabras una persona, inicialmente sin identificar, solicitaba el 25 de junio de 2009 a los servicios de emergencias una ambulancia para el número 100 de Carolwood Drive, a escasos metros de Sunset Boulevard en Los Ángeles. Quien no respiraba resultaba ser Michael Jackson, probablemente, el artista más grande que haya dado la historia de la música hasta el momento. Rápidamente se difundía el rumor, primero, y la certeza después, de que el artista que ostentaba el récord del disco más vendido de todos los tiempos había muerto. Una mala administración de agentes anestésicos, que el artista utilizaba para poder descansar debido al enorme estrés y sus continuos dolores articulares, acababa con su vida. En ese momento, el planeta pareció pararse, dejar de dar vueltas. Para algunos, no pocos, jamás volvió a ponerse en marcha.
Hoy, 29 de agosto de 2018, Michael Jackson llegaría a la edad de 60 años. Y aunque han pasado ya nueve desde su muerte su trono de rey del pop -como le conocíamos todos- aún no ha sido ocupado. Quizá otros canten como él, bailen como él o hagan videoclips como los de él, pero nadie, todavía, ha hecho nada de eso mejor que él. Hasta la fecha, ni Justin Timberlake, ni Justin Bieber ni Bruno Mars y tampoco el genial The Weekend han podido reemplazarle.
El lanzamiento de su videoclip Thriller, allá por las Navidades de 1983, sobrecogió al mundo y su primera caminata lunar o moonwalk, ese mismo año durante su actuación en el 25 aniversario de la discográfica Motown, elevaron su categoría artística a un nivel de leyenda. Su performance durante el medio tiempo de la Super Bowl de 1993 fue una producción pionera y marcó el camino a todas las que llegarían después.
Su singular historia y peripecia fue similar a la de otras estrellas como él, precoces, pero él nunca fue una estrella más. Fue la que más brilló, y su legado sigue presente en la memoria de millones de personas. Sus constantes excentricidades, su guante y sus ropas de lentejuelas, el zoológico en su rancho de Neverland, su cambio de aspecto físico y aclarado de piel, la boda con Lisa Marie Presley y, cómo no, su cuestionado amor por los niños, entre canciones como Heal The World y acusaciones de abusos sexuales, lo hacían único, amado u odiado, pero único.
Acosado por las deudas y estos escándalos sobre posibles abusos a menores preparaba, con el objetivo de reflotar sus cuentas -y quién sabe si también el de redimirse-, junto a un descomunal equipo técnico y humano, el que hubiera sido con total seguridad el espectáculo musical más grande que jamás se hubiera visto. El O2 Arena de Londres fue el lugar seleccionado para acoger su espectáculo residente This Is It. Cincuenta megaactuaciones con las que MJ -como también se le conocía- prometía dejar al mundo entero sin aliento, y tras las que pensaba retirarse de los escenarios. A pocos días del esperado estreno, su muerte lo truncó todo. Retales de esa megaproducción pudimos verlos, meses después, en una cinta homónima al espectáculo en cines de medio mundo. A los fans nos queda el regusto amargo de creer saber con total certeza que después de todas las vicisitudes vividas, auge y caída de su leyenda, este nuevo show de Jackson iba a auparlo de nuevo a lo más alto y a redefinir el concepto de espectáculo. Lamentablemente, nunca podremos comprobarlo.
TENERIFE NO PERDIÓ SU OPORTUNIDAD
Corría el año 1993 cuando Michael Jackson anunció que iniciaría una nueva gira mundial, la segunda para la estrella, llamada Dangerous World Tour. Y… ¡oh, no! No podía ser… Pero resultó ser cierto. El único concierto en Europa dentro de esa gira iba a ser aquí, en Tenerife, como puente entre Estambul (Turquía) y Recife (Brasil). Todavía muchos recordamos el boom promocional que para Tenerife significó aquel hito. Durante meses se habló de la Isla y colectivos de seguidores del cantante, procedentes de la Península y del resto de Europa, se dieron cita en Tenerife. Lo hicieron con antelación para poder recibirlo en el aeropuerto y acompañarlo hasta la puerta del hotel, así como en sus posibles desplazamientos antes del concierto. Muchos de ellos situaron por primera vez sobre un mapa a las Islas Canarias.
Además, las acusaciones de abusos sexuales a un menor vertidas sobre la estrella unas pocas semanas antes dieron más morbo a aquella parada. El planeta música se dividía entre aquellos que creían en la inocencia del artista y los que lo condenaban justificándose en sus innumerables excentricidades.
Pero ya fuera por unos u otros motivos, ese 26 de septiembre de 1993 muchos fuimos los que estuvimos allí, haciendo cola desde la noche anterior para poder coger el mejor sitio en la explanada del recinto portuario de Santa Cruz de Tenerife. Una vez se abrieron las puertas, solo recuerdo correr. Correr sin mirar atrás y tampoco hacia los lados. Luego, 90 minutos de éxtasis musical. Después, 25 años de un imborrable recuerdo.
La presión mediática sobre el artista por el caso del pequeño Jordan -así se llamaba el menor del que supuestamente abusó- acabó minando su salud. Tras su concierto en Ciudad de México en noviembre de ese mismo año, tan solo siete semanas después de haber actuado en la Isla, Jackson cancelaba el resto de gira.
TRÁGICAS DESAPARICIONES
La inesperada muerte de Michael Jackson, sumada a las particulares circunstancias en las que se dio, significó la primera gran bofetada a esta sociedad incansablemente machacona e intrusiva con las vidas de los artistas. Después de la de MJ ha habido otros sonados casos, como la repentina desaparición de Amy Winehouse, luego la de Whitney Houston, y más recientemente la del dj sueco Avicii. Artistas convertidos a la fuerza en ídolos por la industria, y que, al final, resultan ser gente corriente tratando de vivir sus vidas, mientras millones de personas a su alrededor insisten en que vivan otras, ejerciendo una presión que acaba siendo insoportable.
Muchos guardan aún la entrada como recuerdo del mágico concierto

Son legión los que guardan la entrada como un auténtico tesoro, como recordatorio de que el artista más grande que se haya subido a un escenario paseó por las calles de Tenerife y cantó para sus gentes. Los hay que, incluso, conservan el cartel anunciador en gran formato del show, quizás, tras haberlo sustraído de la marquesina de alguna apartada parada de guaguas de la capital.