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El olor a castañas asadas llena Santa Cruz

Los puestos de venta de este fruto del otoño se reparten por la capital, perpetuando una tradición cuya continuidad peligra
Juan José Cabrera, en su puesto de castañas de la plaza del Príncipe. / FRAN PALLERO

Desde finales del pasado mes de octubre, el olor a castañas asadas ha ido llegando poco a poco a Santa Cruz, hasta inundar la ciudad en estos días, trayendo consigo recuerdos de la infancia y la proximidad del frío y de la Navidad. En estos momentos, hay autorizados nueve puestos de venta de castañas asadas distribuidos por diferentes puntos, muchos de ellos en el entorno del centro de la capital. Estos puestos, desmontables, tienen autorización para abrir desde el pasado 8 de octubre, aunque la mayoría empezó a hacerlo a finales de dicho mes, y hasta el próximo 13 de enero de 2019, aunque la fecha de cierre está marcada por la existencia o no de castañas en la Isla.

Una tradición que, lamentablemente, parece cada vez más difícil de mantener en las nuevas generaciones.

Juan José Cabrera, con 80 años, lleva al frente de uno de ellos más de 20 años, que ha pasado por diversas ubicaciones. Hoy, el puesto está situado en la plaza del Príncipe, abre sobre las 16.00 horas y hasta, aproximadamente, las 21.00 horas. Reconoce que la actividad ya no es lo que era y que la mantiene por tradición.

Él llegó a este mundo “por mediación de una amiga, ya fallecida, que tenía un puesto y yo le ayudaba, hace más de 20 o 30 años, y después me quedé con el puesto”, recuerda Juan José Cabrera. En aquel entonces, había el mismo número de puestos, o incluso más, “y llegaba la gente y no pedía uno o dos euros de castañas como ahora, sino cinco o hasta diez, y hoy se lo piensan dos veces para pedir un euro…”.

Aún así, apunta que es verdad que comprar algunas castañas cuando llega el frío es una costumbre que aún se mantiene, aunque cada vez menos. “Ahora la cosa está difícil para este negocio, y encima hay demasiados puestos”, apunta.

Juan José Cabrera explica que sigue manteniendo la actividad por tradición y porque en estos momentos está jubilado y dispone del tiempo. Sin embargo, indica que probablemente solo seguirá trabajando en el puesto uno o dos años más, según vaya el negocio. “Si esto sigue así, uno lo tiene que cerrar porque no da… estar cinco horas ahí, pagar el seguro, el carbón, el permiso del Ayuntamiento… todo el dinero se va, pero uno sigue yendo por tradición”, enfatiza.

Juan José Cabrera afirma que cada vez se compran menos castañas. / FRAN PALLERO

Por todo esto, Juan José Cabrera ve complicado el relevo generacional al frente de su puesto de castañas. “Mi yerno me está ayudando ahora porque nadie quiere ya saber ya hoy de esto, porque ya no es negocio. Él me ayuda pero tiene su trabajo y su negocio y no se dedica a esto, la gente joven no lo quiere”, explica.

El humo que sale de las ollas al fuego, y su olor a castañas asadas, atrae a los clientes, entre los que también se encuentran los turistas que visitan en estos días la ciudad. “Algunos turistas compran, sobre todo italianos, porque hay mucha castaña en Italia, la conocen más, aunque dicen que éstas son mejores que las de Italia, y los portugueses también lo dicen”, indica Juan José Cabrera.

Este vendedor destaca que las castañas que él vende, siete u ocho por un euro, son las de mejor calidad. “Son de Arafo, las mejores de la Isla, y las primeras que salen, la gente está contentísima con ellas. Ahora empezarán a salir las del Norte, que van con un mes de retraso. Hay mucha diferencia de calidad, a las del Norte le entran bichos antes porque caen a la tierra, y a las del Sur no, porque caen en tierra de volcán”, explica Juan José Cabrera. “En Arafo ha habido bastantes pero ya quedan pocas y luego tendré que comprarlas en el Norte. Nosotros por Navidad ya cerramos porque ya no hay castañas”, apunta.

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