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El triple parricidio en Guaza que estremeció a España

Mañana se cumplirá un año de uno de los sucesos más terribles que se recuerdan en el sur de Tenerife: la muerte a cuchilladas de Carmen Nola, Antonio y Luciano a manos, presuntamente, de su hijo y nieto en la finca familiar
El detenido por el triple homicidio de Guaza, a disposición judicial. /Foto Fran Pallero
El detenido por el triple homicidio de Guaza, a disposición judicial. /Foto Fran Pallero
El detenido por el triple homicidio de Guaza, a disposición judicial. /Foto Fran Pallero

Un año después de que toda España clavara su atención en la vivienda número 7 de la calle Abdón Rocha, en Guaza (Arona), las plataneras siguen ahí, rodeando la casa amarilla de dos plantas en la que se desencadenó la tragedia que recorrió como un calambre el país en la madrugada del 23 de marzo.

Las dos perras, a las que nadie escuchó ladrar aquella noche, ya no están, no hay cintas adhesivas de precintado a la entrada de la finca ni tampoco quedan restos de las velas rojas colocadas por los vecinos en memoria de Carmen Nola, Antonio y Luciano. El silencio y la quietud dominan el entorno de la casa, nada que ver con aquel viernes previo a la Semana Santa en el que se agolpaban televisiones, radios y periódicos entre un incesante movimiento de agentes de la Guardia Civil entrando y saliendo de la finca. Todavía hoy, el barrio de Guaza, de poco más de 2.500 habitantes, se sigue haciendo la misma pregunta del primer día: ¿Por qué?
¿Por qué Ricardo Ortega, con 23 años recién cumplidos, irrumpió presuntamente en las habitaciones de sus padres adoptivos y de su abuelo de madrugada armado con un cuchillo de cocina y acabó salvajemente con sus vidas? Las primeras hipótesis apuntaron que el joven habría dado muerte primero a Luciano Martín, de 80 años de edad, en la planta superior, para luego bajar al piso inferior y hacer lo propio con sus progenitores. Primero atacaría a Carmen Nola Martín, de 59 años, y después a Antonio Ortega, de 68, cuyo cadáver presentaba indicios de ensañamiento, con notables heridas en la zona del tórax.

Fue el propio joven, adoptado por la familia Ortega Martín a los siete años de edad en Venezuela, el que, ya amaneciendo, alertó a la Policía Local de Arona para comunicar que había encontrado muertos a sus padres y a su abuelo en la casa familiar de Guaza. Tras franquear la entrada de la finca, los agentes se encontraron a Ricardo muy nervioso, aún con las manos y la camiseta ensangrentadas. Presentaba heridas superficiales en las manos, lo cual hace pensar que alguna de las víctimas, probablemente el padre, intentó defenderse y murió luchando.

En su versión inicial culpó de la matanza a un supuesto allanador de la morada. El joven contó a las fuerzas de seguridad que oyó ruidos al llegar a la casa y que sorprendió a una persona que salió huyendo, tras forcejear con él. El testimonio no coincidía con los primeros indicios de los agentes después de una inspección ocular y de recabar algunas pruebas en el lugar de los hechos. El relato de Ricardo nunca resultó creíble para los investigadores de la Guardia Civil, que detectaron numerosas incongruencias en sus explicaciones.

Cambio de versión

Su versión de los hechos se desvaneció a media tarde de ese mismo viernes en las dependencias del Instituto Armado de Playa de Las Américas, donde en el transcurso del interrogatorio el sospechoso cambiaría su descripción por otra que sí encajaba con las deducciones de los agentes, que le señalaban directamente a él. Su confesión se produjo en el momento en que se le comunicó que su situación legal pasaba a ser la de investigado por los tres homicidios. El lunes siguiente, tres días después de su detención, el magistrado titular del Juzgado de Instrucción Número 4 de Arona y juez decano del partido judicial, Nelson Díaz Frías, ordenó el ingreso en prisión comunicada sin fianza de Ricardo como presunto autor de tres delitos de asesinato.

El parricida confeso está a punto de cumplir un año de prisión provisional en Tenerife II y aguarda por un juicio que se da por hecho que contará con jurado popular y que teóricamente debería celebrarse antes de marzo de 2020, ya que la Ley de Enjuiciamiento Criminal establece en dos años el tiempo máximo de prisión preventiva, salvo en casos muy puntuales en los que se puede habilitar una prórroga.

El dolor y el desconcierto se apoderaron del vecindario, donde los tres fallecidos eran muy conocidos. Antonio, que adquirió la explotación platanera después de regresar como emigrante de Venezuela, solía desayunar, antes de ocuparse de sus tareas agrícolas, en el bar Guaracarumbo, a 300 metros de donde caería muerto.
Luciano acudía por las tardes a jugar al dominó a la asociación de vecinos de Guaza, adonde lo llevaba y recogía su hija, Carmen Nola, profesora de Primaria en un colegio de Los Cristianos, especialmente en los últimos meses, en los que el octogenario había sufrido un bajón físico que lo terminó por apartar de las tareas agrícolas en la finca familiar. El abuelo del presunto parricida llegaría a expresar en más de una ocasión a sus compañeros de juego su preocupación cuando su hija se quedaba sola en casa.

La consternación envolvió también a La Palma, isla donde habían nacido los tres fallecidos. Sus restos mortales fueron trasladados hasta San Andrés y Sauces, donde varios cientos de personas, entre familiares y vecinos, acompañaron en un imponente silencio a los tres féretros hasta el cementerio de esta localidad, donde recibieron sepultura. Las víctimas mantenían muy vivas sus raíces palmeras y lo demostraban cada vez que podían, ya fuera en vacaciones o con motivo de alguna festividad.

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