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George Contreras: “El 11S no solo murieron 2.973 personas, sino también compañeros y amigos”

El paramédico, que formó parte del dispositivo que tuvo que hacer frente a las emergencias del atentado terrorista, subraya la importancia de la preparación psíquica para poder afrontar catástrofes

El 11 de septiembre de 2001, George Contreras estaba trabajando como paramédico en la ciudad de Nueva York, como lo hacía desde que comenzó, en el año 1993. Cuando lo llamaron para que se desplazara al World Trade Center, le dijeron que había ocurrido un accidente de helicóptero, después aclararon que había sido una avioneta, pero cuando llegó con su compañero al lugar, se dieron cuenta que no era ninguna de las dos cosas “sino algo mucho más grande por el incendio y el humo que había. Cuando el segundo avión se estrelló contra las torres confirmaron que era ataque terrorista. En ese preciso momento, él se encontraba en la recepción de ese edificio.

“Nos dimos cuenta que estábamos en una situación muy grave y que había que evacuar a la gente lo antes posible porque no se sabía lo que restaba, ya que había rumores de que quedaban más aviones, que estaban yendo a la Casa Blanca, era un caos total”, relató ayer a DIARIO DE AVISOS el profesional, que estuvo presente en la zona desde el inicio del suceso hasta las semanas posteriores, un área en la que solía trabajar normalmente.

Contreras estuvo ayer en Tenerife para participar en el seminario sobre catástrofes ‘Aprendiendo del pasado para un mejor futuro’’ que se desarrolló en el auditorio Teobaldo Power de La Orotava, conjuntamente entre la Asociación de Técnicos de Emergencias Sanitarias de Canarias y el Área de Seguridad del Ayuntamiento.

El objetivo de la iniciativa era profundizar y analizar situaciones sobre catástrofes de magnitud, que han generado impacto desde múltiples perspectivas. Así, también se abordó el accidente aéreo de Los Rodeos que tuvo lugar en 1977, y la riada de Santa Cruz de Tenerife, en 2002.

Es la situación más complicada que le tocó vivir en toda su carrera de paramédico, un profesional que se dedica a salvar vidas, rescatar a personas de situaciones médicas graves y menos graves, y es el primero en acudir a situaciones que revisten gravedad, una titulación que en España no existe como tal. Además, es profesor y desde su experiencia, enseña a las futuras generaciones a enfrentarse a este tipo de sucesos, para el que hay que estar muy bien preparado no solo física sino psíquicamente.

“Ese día fue algo inesperado y nos tomó a muchos por sorpresa, no solo por todo lo que tuvimos que hacer sino porque perdimos a muchos compañeros”, apuntó.

Si algo dejó claro el 11-S es que su país no estaba listo para hacer frente a una tragedia de esa magnitud. “Hubo falta de coordinación y de comunicación, fue todo muy caótico y esa fue una de las lecciones más fuertes que aprendimos: que teníamos que mejorar los métodos de comunicación y coordinación entre los organismos que responden a ese tipo de catástrofes”. Desde entonces, y “afortunadamente”, los protocolos han cambiado: hay una mayor coordinación entre los distintos profesionales y por lo tanto, se ha mejorado mucho la respuesta.

Descanso y adrenalina

Ese día y los posteriores no tuvieron descanso. “Fue un trabajo continuo por la adrenalina y además, porque teníamos compañeros perdidos y atrapados que queríamos rescatar y nos quedamos allí muchos días y semanas. Salíamos de guardia del servicio, pero seguíamos buscándolos a hombros, así que fue un trabajo que tuvo un impacto muy grande, tanto física como mentalmente”, recalcó.

Desde policías y bomberos, hasta técnicos, paramédicos, en la parte extrahospitalaria y en la hospitalaria, médicos, y enfermeros, estaban listos para recibir los pacientes, evacuar a aquellos que podían caminar y a los que no, transportarlos en ambulancia a los hospitales con la mayor rapidez posible. “Desafortunadamente no hubo muchos heridos, sino que eran muertos”, afirmó.

Dieciocho años después de lo sucedido, George tiene secuelas de aquel día. Por eso hace hincapié en la importancia de preparar a los profesionales, para que el impacto psicológico ante un suceso como el del 11S no sea tan fuerte. En su caso, tuvo que tratarse un estrés postraumático y después la depresión que vivió por estar allí aquel día y “ver cómo había personas que se tiraban de los edificios y morían niños. Un aspecto diferente de esta catástrofe fue que no solo fallecieron 2.973 personas, sino también compañeros y amigos”, sostuvo.

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