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Los ranchos de ánimas, una de las tradiciones musicales más antiguas de Canarias

Esta manifestación cultural en honor a los difuntos llegó a las Islas tras la Conquista, entre finales del siglo XVI y mediados del XVII, de la mano de las diferentes órdenes religiosas
Lorenzo Ramos tocaba la pandereta en el rancho de Teror, uno de los pocos que sobreviven en las Islas. DA
Lorenzo Ramos tocaba la pandereta en el rancho de Teror, uno de los pocos que sobreviven en las Islas. DA
Lorenzo Ramos tocaba la pandereta en el rancho de Teror, uno de los pocos que sobreviven en las Islas. DA

Lorenzo Ramos Rivero se despierta cada día con una ilusión, con un sueño. Su mirada le delata como una persona humilde, generoso y comprensivo. Al igual que su hermano Carmelo, sigue soltero. Este buen hombre nace en 1947 en un pueblo del norte de Gran Canaria, en La Degollada-Arbejales, en Teror. Hijo de Juan Ramos Rivero y Adolfina Rivero Rivero, ambos fallecidos. Como todo ser humano, los recuerdos le invaden por momentos y su mirada se introduce en el pasado, recordando su época militar: “Hice el periodo de instrucción en Tenerife, en Hoya Fría, y una vez que juré bandera, me destinaron a Lanzarote”.

Actualmente vive de una pequeña paga del Gobierno de Canarias, combinando sus ratos libres cuidando un pequeño ganado de pelibuey de un amigo y vecino de Arbejales, y sembrando algunas verduras para su casa. También suele visitar con frecuencia a la familia de Germán Domínguez Naranjo, donde dedica un tiempo entre la tertulia y cuidar del huerto familiar.

Uno de sus grandes sueños era casarse con una buena y bella mujer, “pero ese sueño no pudo cumplirse, aunque sigo estando con las puertas abiertas en mi corazón”, comenta. Ha dedicado toda una vida a la construcción y a la agricultura, que dejaron en sus manos unas huellas visibles, callosas e imborrables, por los duros trabajos de la vida del campo rural. Hombre de palabra de honor, los valores de una época que el mismo recuerda como “muy dura y de mucha escasez de alimentos”. Sin embargo, tuvo tiempo para colaborar y entretenerse con la música, pero de una manera muy especial y significativa, es decir, tocar para los difuntos. Sus instrumentos fueron la pandereta y la espada durante 30 largos años de su vida. “Dediqué una gran parte de mi vida a colaborar en el grupo del Rancho de Ánimas de Arbejales, de Teror, cantando y tocando por los difuntos. Íbamos casa por casa”.

El rancho de ánimas era un grupo de personas que se reunía para cantar y tocar con la intención de recaudar dinero para costear misas por las almas de los difuntos. Es una de las tradiciones de carácter musical y religioso más antiguas de las Islas. Alrededor de ella se organizaba una comunidad de vecinos con el fin de rememorar a los difuntos principalmente, pero también como forma de establecer vínculos sociales. Su actividad se llevaba a cabo entre los meses de noviembre y febrero de cada año. Se cree que, tras la Conquista, esta manifestación llega a Canarias de la mano de las diferentes órdenes religiosas (finales del XVI y mediados del XVII).

Actualmente solo perviven 12 ranchos en Canarias, todos ellos en las Islas orientales. Tres están en Gran Canaria: el de La Aldea de San Nicolás, el de Valsequillo y el de Arbejales-Teror, conocido también como Los Cantadores.

Evolución histórica

Los rancheros más viejos de Gran Canaria siempre han considerado que estas agrupaciones nacieron de los judíos, concretamente de la Guerra de los Macabeos. Seguramente, lo que han querido decir es que el culto a los muertos, en el judaísmo y, posteriormente, en el cristianismo, tiene su pasaje bíblico: ese en el que Judas Macabeo, tras un guerra, quiso honrar a los muertos en ella gracias a una colecta, haciendo una fiesta con sacrificio expiatorio para que fueran absueltos de sus pecados.

Tras su introducción en las Islas en los primeros siglos de la colonización, nos encontramos que hacia el siglo XVIII, cuando quedan configuradas las principales parroquias, estas cuentan con su cofradía y su rancho de ánimas. Todos ellos ya actuaban por la Navidad, aunque hasta el siglo siguiente en algunos lugares salían por el Día de los Difuntos.

En la segunda mitad del siglo XIX comienzan a desaparecer, arrastrados por el pensamiento liberal originado desde la Ilustración contra el excesivo culto y devoción a las ánimas; pero en las Canarias orientales algunos se mantuvieron como los de La Aldea, Barranco Hondo/Juncalillo, Arbejales de Teror, Valsequillo, Agüimes, Ingenio y la propia capital de Gran Canaria.

A raíz de la promulgación, en 1903, por el papa Pío X, de su bula pontificia sobre la música sagrada, comenzó a prohibirse en las iglesias toda música profana, donde se hacía mención al piano e instrumentos fragosos como el tambor, los platillos… Pero algunos párrocos no zanjaron radicalmente las intervenciones de la música popular dentro de las iglesias; solo recortaron, progresivamente, las intervenciones de los tocadores y cantadores. Esta medida afectaba directamente a las Misas de la Luz y a los propios ranchos supervivientes que intervenían en ellas y en las solemnidades de la Nochebuena, Año Nuevo y Reyes.

Finalmente, casi todas estas manifestaciones populares acabaron en las Canarias orientales con la prohibición expresa del Sínodo Diocesano de 1947 del Obispado de Canarias. En ese momento subsistían en Gran Canaria cuatro ranchos: los de Arbejales (Teror), Valsequillo, Juncalillo y La Aldea10, quedando al final dos: Arbejales y Valsequillo.

En 1991 se recupera el Rancho de La Aldea, en cuyo contexto, el 11 y 12 de diciembre de 1992 en el marco de las I Jornadas Regionales de Folclore organizadas por el Proyecto Comunitario en este pueblo, se produce el primer encuentro de los ranchos supervivientes de Canarias, y allí estuvieron los de Arbejales, Valsequillo y La Aldea (Gran Canaria); Tiscamanita (Fuerteventura) y Teguise (Lanzarote). En estas jornadas se produjeron interesantes debates y se plantearon cuestiones relativas a su futuro.

Los ranchos han continuado hasta la actualidad renovados con otras generaciones, manteniendo nuevos encuentros y con referencias continuas en la prensa. En 2006 se promovió presentar su candidatura a los Premios Canarias en la modalidad de Cultura Popular. El Jurado decidió dar el premio al Proyecto de Pinolere, consolando a los ranchos de ánimas con la Medalla de Oro de Canarias.

Actualmente, hay siete ranchos de pascua en Lanzarote (San Bartolomé, Teguise, Haría, Yaiza, Tías, Mácher y Tinajo); dos en Fuerteventura (Puerto del Rosario y Tiscamanita) y tres en Gran Canaria (La Aldea, Teror y Valsequillo).

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