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Josep Piqué: “Hemos sustituido el miedo al pasado por el temor al futuro”

El economista y exministro Josep Piqué destaca en una entrevista con DIARIO DE AVISOS que “a Marruecos no le interesa modificar el statu quo con respecto a España.”
Josep Piqué Camps. / FRAN PALLERO
Josep Piqué Camps. / FRAN PALLERO

Cambió la cartera de ministro por la de clientes. Después de participar en los gobiernos de José María Aznar (1996-2003) empezó a sentarse en consejos de administración de grandes empresas, tras un paréntesis como presidente del PP de Cataluña (hasta julio de 2007). Ha sido diputado, senador y parlamentario autonómico. En el Foro Premium del Atlántico, organizado por la Fundación DIARIO DE AVISOS en el Iberostar Heritage Grand Mencey, el economista, exministro de Exteriores y estratega Josep Piqué Camps ha actualizado su último libro, El mundo que nos viene (Deusto, 2018), un análisis del escenario geopolítico global.

 -¿Por qué derroteros va el desorden mundial?
“El desorden mundial es una buena definición de lo que está sucediendo, que contrasta con un cierto orden que vivimos en la segunda mitad del siglo pasado. Las cosas ya eran muy peligrosas, pero tenían una cierta predictibilidad. Lo que ocurría pasaba en torno a unos parámetros que eran relativamente compartidos. Ahora estamos en un periodo de enorme incertidumbre: de destrucción del antiguo orden y de incapacidad de generar uno nuevo, como se pensó después de la caída del muro de Berlín sobre la base de una única superpotencia y de la generalización de los valores occidentales.  Nos encontramos en una fase de recomposición de eso y no sabemos todavía cómo va a terminar. Al final, previsiblemente, vamos a llegar a una suerte de orden inestable de reparto de la hegemonía a nivel global entre Estados Unidos y China con una participación creciente de otros poderes, que de alguna forma recuperan su propia historia: Rusia, India, Turquía o Irán. La gran incógnita es el papel de Europa”. 

-Ha dicho durante el foro que, en la escena internacional, Estados Unidos es el protagonista y que está rodeado de actores secundarios. La Unión Europea hará algún cameo, ¿no? 
“Sí, corremos el riesgo de acabar siendo un actor irrelevante. Dependerá de nosotros mismos. Europa tiene capacidad, por su peso económico, demográfico, industrial, tecnológico, industrial, productivo…”. 

-¿Qué le falta? 
“Pues, probablemente, proyecto. Y ello va asociado a una ausencia de liderazgo. Lo ha tenido en el pasado. Europa ha sido una historia de éxito de integración política fundamentada en la solidaridad y la igualdad entre sus miembros, con la renuncia al uso de la fuerza. Todo eso ha perdido consistencia”. 

-¿Por qué?
“Porque desapareció el enemigo que de alguna manera aglutinaba ese proyecto, que era la amenaza soviética, y se está debilitando el vínculo con nuestro principal socio al otro lado del Atlántico, que es Estados Unidos. El recuerdo de la guerra, que fue el motor que impulsó a los padres de la construcción europea, se ha diluido ya (eso no forma parte de la manera en la que los jóvenes ven la realidad) y hemos sustituido el miedo al pasado por el temor al futuro. Debemos hacer algo para recuperar esa ilusión común y ese proyecto compartido. Inevitablemente, necesitamos liderazgo.  ¿Qué nos está pasando? Alemania no quiere y Francia por sí sola no puede”.  

-La hoy llamada Unión Europea nació de una motivación…
“¡Claro! El antecedente más importante de la Unión Europea del Tratado de Roma, de 1957, fue en 1951: la Ceca. El carbón y el acero eran instrumentos para la guerra y la disputa por la cuenca del Rur [afluente del Rin] o por el Sarre estaba en el origen de las confrontaciones entre Francia y Alemania. Poner eso en común era una apuesta por la paz. Ha pervivido durante dos generaciones por lo menos, incluida la mía. La integración de España en Europa era la culminación de un proceso de reincorporación al mundo occidental y libre. Con la distancia, esa percepción ha ido perdiendo fuerza y es muy difícil convencer a un joven europeo del riesgo de desintegrarnos. Tenemos que buscar algo motivador, algún componente de ilusión relacionado con los valores.  Europa no se puede seguir construyendo sin la defensa de la democracia, de las libertades, de la economía de mercado, sin la defensa de lo que [Karl] Popper llamaba la sociedad abierta [en la Segunda Guerra Mundial], y en unos momentos en los que Estados Unidos se está desligando de la defensa de esos valores. Probablemente, Europa sea la aldea gala de resistencia”. 

-Cuando España empezaba a salir del sótano, se asomaba por una rendija y veía más allá de sus fronteras democracia y bienestar… A diferencia de aquella movilización ilusionante, las generaciones recientes están más apegadas a los móviles y enredadas en otras preocupaciones…
“Las nuevas generaciones dan por garantizadas cosas que para nosotros eran conquistas muy deseadas. No se plantean que Europa desaparezca como concepto o que la democracia esté en peligro. No es verdad que sean conceptos irreversibles. Hay que regarlos todos los días; si no, las flores se ponen mustias.  De ahí que la pedagogía política sea tan importante. Lamentablemente, en el conjunto de Europa están apareciendo fenómenos políticos y movimientos sociales que desde dentro cuestionan sus propias bases. Me refiero a los populismos y a los nacionalismos de todo tipo, que son disgregadores por definición. La respuesta está siendo notoriamente insuficiente y se están generando crisis políticas muy serias. La última la hemos visto en Alemania con la renuncia de Annegret Kramp-Karrenbauer a ser candidata a la Cancillería y como presidenta de la CDU, el partido de Angela Merkel, tras la elección en Turingia de un liberal con los votos de la ultra Alternativa por Alemania y de los democristianos [en contra de las directrices de Berlín]”.  

-La posición del Reino Unido no ha sido muy cómoda, ni para ellos ni para el resto. ¿Qué caminos se exploran? 
“Es verdad que el Reino Unido siempre había desarrollado su política europea en términos de geometría variable: cómo neutralizar el poder hegemónico en el continente para evitar la tentación de que invadiera las islas británicas. Lo intentaron Felipe II, Napoleón y Hitler. Si el enemigo era la Corona española, se aliaba con los franceses; con Napoleón y la Alemania nazi, lo propio. Tras su entrada, en 1973, después de levantarse el veto de Charles de Gaulle, el Reino Unido ha defendido el mercado interior, la proyección atlántica y el modelo liberal como nadie. Pero, en cambio, ha sido un factor retardatario en los avances hacia la unión política. De hecho, no participó en el euro ni en las iniciativas que profundizan en la integración. Sin embargo, se podía haber mantenido perfectamente ese esquema. Aunque todos perdemos más de lo que ganamos, creo que las principales consecuencias negativas son para el Reino Unido. Se puede convertir en el reino desunido. Además de las reivindicaciones de Escocia y de Irlanda del Norte, ha habido un desgarro interno en Inglaterra, entre la metropolitana y la rural, y una división entre los jóvenes y los mayores”. 

-¿El multilateralismo es emocionalmente bipolar?
“Es que el multilateralismo tal y como lo hemos conocido iba aparejado a un poder hegemónico. Las grandes instituciones de la arquitectura internacional que han construido el multilateralismo, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario y la Organización Mundial del Comercio, están hechas a medida de Estados Unidos. La Administración de Donald Trump entiende que para la defensa de los intereses de su país es mejor ir solo que acompañado y, paradójicamente, es China la que defiende el libre comercio y el multilateralismo. Eso sí, su idea del libre comercio no es la nuestra: nada que ver con el respeto a la propiedad intelectual, por ejemplo. De nuevo, Europa habrá de tomar sus decisiones. La equidistancia entre Estados Unidos y China sería un error”. 

Josep Piqué Camps. / FRAN PALLERO

-¿Los aranceles son la munición de la guerra comercial?
“Es la infantería de choque. Pero, desde la época de los Tercios de Flandes [el ejército español, de la Casa de los Austrias, que dominó los campos de Europa desde los inicios del siglo XVI hasta mediados del XVII], las guerras no las gana la infantería. Se ganan en el aire, en los mares, en los océanos y, actualmente, en el espacio y en el ciberespacio. Aun siendo importante, el de los aranceles es un aspecto menor. La pugna no es tanto comercial como tecnológica”. 

-En la revolución digital, ¿se lleva el gato al agua quien coloca el cascabel al dato?
“Sí. Aparentemente, en ámbitos tan relevantes como la inteligencia artificial o el 5G, China lleva la delantera. Eso explica muchas de las reacciones de Estados Unidos. Lo que está en el fondo es ver cómo se frena la creciente superioridad tecnológica china en esos terrenos con tal de dar tiempo a Estados Unidas para recuperarse. Lo de Huawei [empresa china de alta tecnología especializada en investigación y desarrollo] es paradigmático: no es un episodio de guerra comercial. Putin lo ha expresado así: ‘Quien domine la inteligencia artificial dominará el mundo’. No es una mala definición”.   

-Habrá que ver qué nos depara la inteligencia artificial…
“Esa es otra. Se abre un debate ético brutal. Las máquinas inteligentes, que aprenden entre sí, pueden acabar afectando a lo que ha sido consustancial de las personas: el control de la conciencia y de los sentimientos”. 

-En China han experimentado la edición genética…
“Efectivamente. Los avances tecnológicos pueden derivar en la discriminación genética”. 

-En este contexto de lucha por la hegemonía mundial, ¿qué chinifica el coronavirus?
“Yo creo que muy poco. Es verdad que la opacidad de las autoridades chinas ha generado mucha desconfianza, pero estamos en una fase recesiva. Es previsible que la epidemia no se convierta en pandemia y que, por lo tanto, el impacto tenga más bien una forma de uve. Se muere mucha más gente de la gripe común”.  

-Igual es que se ha orientado el foco hacia lo que interesa…
“Eso es. La utilización del coronavirus como un factor en esa pugna me parece absolutamente evidente. En Barcelona acabamos de tener una confirmación muy clara. No había ninguna causa objetiva para suspender el Mobile. El congreso mundial de móviles era el territorio neutral en el que se confrontaban los avances tecnológicos de China y de Estados Unidos. El futuro de la feria dependerá de si conviene mantener o no ese espacio. Ir al Mobile para ver los avances de los demás y no poder presentar los propios estaría detrás de las decisiones que se han adoptado”.  

-¿Qué vicios genera la acuciante demanda de servicios?
“Cuando yo era joven había un concepto muy criticado: la sociedad de consumo. Ahora hay una dependencia de la tecnología muy fuerte. Habría que interpretar eso en un cambio de paradigma. Cada vez más, el mundo se encamina a un futuro en el que la necesidad primordial sea proveer de servicios que se consideran imprescindibles (entre ellos, la conectividad y la movilidad) y cada vez menos, un lugar donde se manufacturen productos. Eso hace que tengamos que cambiar la cultura de grandes sectores tradicionales, desde el automóvil a la alimentación pasando por el turismo. Las transiciones culturales suelen ser más difíciles que las políticas”.  

-El agua ha sido históricamente una fuente de conflictos. Las grandes civilizaciones e imperios se han desarrollado en torno a las cuencas de caudalosos ríos. ¿Marruecos se ríe de los convenios internacionales sobre la delimitación marítima?
“Mi experiencia me dice que, siempre que hay un nuevo Gobierno de España, Marruecos lo pone a prueba. En el derecho internacional, no hay ningún soporte. Sin embargo, habría que interpretar la posición de Marruecos desde un punto de vista más complejo. Afecta a Canarias, pero no tiene recorrido eso”. 

-Esas leyes son papel mojado, como la apelación a las aguas interiores canarias en el Estatuto de Autonomía…
“Lo que le importa a Marruecos es el Sáhara”. 

-Y ese tesoro submarino, de telurio y cobalto, cerca de la isla de El Hierro…
“Para la definición de las aguas y su soberanía, en el derecho internacional marítimo es determinante la plataforma continental. Y Canarias no forma parte de la plataforma continental africana. Ese es el elemento central del debate jurídico. El gran objetivo de Marruecos es ir consolidando todo aquello que le lleve al reconocimiento de su soberanía efectiva sobre el Sáhara, como ha hecho desde 1975 con la Marcha Verde”.  

-En su etapa de ministro de Asuntos Exteriores, ¿estuvo en peligro la integridad de España por el flanco sur?
“En mi opinión, Marruecos no tiene ningún interés en modificar el statu quo. Ni respecto a Canarias, por supuesto, ni a Ceuta y Melilla. Otra cosa es que consiga su gran objetivo nacional, que es el reconocimiento internacional de su soberanía sobre el Sáhara. Mientras eso esté ahí, no hay motivos de inquietud”. 

-En 2002, durante el intento de derrocamiento de Hugo Chávez, se dio por hecho que Pedro Carmona era el nuevo presidente de Venezuela. Casi dieciocho años después, Nicolás Maduro y Juan Guaidó compiten por la legitimidad del cargo…
“No nos posicionamos a favor de Pedro Carmona. Lo que intentamos fue colaborar en lo que el régimen entendía que iba a suceder. El propio Hubo Chávez llegó a plantearse con total seriedad el exilio. En ningún caso hubo voluntad de apoyar un golpe de Estado y el Gobierno venezolano de entonces solicitó la ayuda de España. Son situaciones no comparables. Lo que nos interesa es que se convoquen unas elecciones libres y que la democracia se restituya lo antes posible. Hay quienes defienden que eso se tiene que hacer de la mano de Maduro y quienes ponen muy poca esperanza en que sea posible hacerlo así”. 

-¿El Gobierno de España ha cambiado de criterio?
“Lo que te transmite es que no se ha alterado en lo sustancial. Sí ha cambiado el camino a seguir y el papel que debe atribuírsele al régimen de Maduro”.  

-El “amigo” …
“Hay que recordar lo que decía del presidente Rajoy”. 

-Y de Sánchez…
“Al principio”. 

-Lo mismo que este con el líder de Podemos… 
“Pues, más o menos”. 

-¿Quién ha caído en la trampa, Pablo Iglesias en la de Pedro Sánchez o viceversa?
“Está por ver”. 

-Surgen dudas… 
“Hubo un momento en el que había una batalla por la hegemonía dentro de la izquierda y Podemos llegó a pensar que se produciría el sorpaso y que el destino del Partido Socialista en España iba a ser similar al de Grecia, Italia o Francia. Eso está resuelto. La incógnita es la función que se le asigna a Unidas Podemos”. 

¿Y en el centro-derecha?
“También hay una disputa. Había tres y quedan dos…”. 

-Y medio…
“No llega a medio [Ciudadanos]. El comportamiento del PP y de Vox está muy condicionado por la existencia del otro. Lo dictaminarán los españoles en las próximas elecciones”.  

-¿El tono o la tonalidad?
“El tono es muy importante en política. Los contenidos lo son más”. 

-¿La revisión sistemática de lo que supuso la transición es una involución democrática?
“Como concepto, no necesariamente. Todo puede ser cuestionable. Otra cosa es que sirva para erosionar las instituciones y su legitimidad de origen y de ejercicio”. 

-¿La incorporación al flamante consejo consultivo de Sociedad Civil Catalana no es un regreso a la política?
“No, lo que refleja es un compromiso de solidaridad con una parte mayoritaria de la sociedad catalana que se está sintiendo muy poco protegida y arropada por las instituciones políticas españolas”.    

-¿Es inexcusable reformar el Código Penal a la carta para encauzar la situación?
“Me parece jurídicamente muy difícil, enormemente discutible y políticamente poco deseable. No es lógico modificar una legislación pensando en personas concretas. En el derecho penal es un principio que jamás debe sobrepasarse”. 

Josep Piqué Camps. / FRAN PALLERO

De la extrema izquierda al PP

Al escritor irlandés George Bernard Shaw se le atribuye el aforismo de que la juventud es una enfermedad que se cura con la edad. Josep Piqué Camps se vacunó al sentir los efectos perversos. Hijo de un alcalde de Villanueva y Geltrú, que luego sería concejal de la UCD, militó en Bandera Roja, una organización comunista de tendencia maoísta fundada en Barcelona en 1968 y extendida al ámbito nacional en 1973. Posteriormente ingresó en el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), federado al PCE, una relación como la del PSC con el PSOE. Entre 2003 y 2007 desempeñó la presidencia regional del PP.  Antes fue ministro de Industria y Energía; de Asuntos Exteriores y de Ciencia y Tecnología, además de portavoz del Ejecutivo de José María Aznar (1998-2000). Es licenciado con Premio Extraordinario y doctor en Ciencias Económicas y Empresariales con Sobresaliente Cum Laude y titulado en Derecho.

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