
A la escasez de material para la protección individual que hay entre sanitarios y el personal de los cuerpos y fuerzas de seguridad, se suma que a su hija, enfermera en Dublín, Irlanda, le han asignado atender los casos de coronavirus. “No puedo enviarle nada y pese a que le mandé alguna mascarilla hace tres semanas, no le ha llegado”, cuenta Nicolás Dionis, profesor de Dibujo desde hace más de 20 años en el IES Santa Úrsula.
La impotencia de no poder ayudarla ha hecho que lo haga con los colectivos más vulnerables en esta crisis sanitaria. Así, desde hace dos semanas, Nicolás canaliza toda su energía en fabricar viseras para equipos de protección individual (EPI) gracias al uso de las impresoras 3D, una iniciativa a la que recientemente también se han incorporado el profesor del departamento de Tecnología, Máximo Morales Martín, y el administrativo del centro, Francisco Hernández Barreto.
Todo surgió el 18 de marzo a través de la red social Telegram mediante la cual Nicolás tuvo conocimiento de que se estaba creado un grupo de ‘makers’ o diseñadores 3D para fabricar material en la lucha contra el Covid-19 y fue de los primeros en sumarse. Así, han surgido grupos con una base de datos potente, en la que se incluye el tipo de impresora y el material utilizado y que van consultando los diseños con los conocedores dentro de los hospitales con el fin de retocarlos y adoptarlos a sus necesidades. Al día siguiente se pusieron en marcha para imprimirlos, ya que al principio hubo que hacer ajustes, y cada uno necesitó calibrar su impresora. Máximo, por ejemplo, no escapó a los problemas técnicos.
Nicolás ya ha confeccionado 43 viseras protectoras para equipos de protección individual (EPI), 20 de las cuales ya las ha donado al Ayuntamiento para distribuirlas entre el personal del centro de salud, el sociosanitario y la Policía local. También se repartirán entre los trabajadores públicos que lo precisen, como el personal de ayuda a domicilio, confirma el alcalde, Juan Acosta. A las restantes les está colocando los acetatos y los elásticos, una tarea que lleva más tiempo, y calcula que a final de semana tendrá lista unas cien.
El diseño es el modelo más deseado y es muy inteligente porque consta de una sola pieza que se desplaza. Tarda aproximadamente una hora y media en confeccionar cada unidad pero cuenta con una impresora del centro que le permite hacer tres de una vez a una temperatura a 60 grados, con lo cual, suma entre 10 y 12 diarias.
El material con el que se imprime se denomina TLA y viene del maíz, del trigo y de la papa. Es reciclable y resistente al agua pero no en el exterior mucho tiempo, con lo cual las viseras cumplen una función en en un momento determinado pero no están pensadas para que duren mucho tiempo. “Si se tratan bien pueden resistir entre una y dos semanas”, afirma.
A medida que ha avanzado en su trabajo, lo ha perfeccionado. Ahora mismo, las confecciona de diferentes tamaños ya que los anchos de frente no son todos iguales y que las asociará “seguramente” a distintos colores. Una tarea que no resulta fácil “porque al reducirse, se estrecha la abertura donde se pone la lámina y eso genera problemas”, explica. También hay compañeros que han optado por añadir un trozo de gomaeva para que esta pieza sea más cómoda en la parte frontal. Sin embargo, él entiende que este material, al ser poroso, recoge más suciedad y bacterias y lo ha descartado.
Al mismo tiempo, está intentando conseguir láminas de acetato más grandes para diseñar y fabricar unas viceras específicas que cubren el cuello y la parte de arriba de la cabeza para el personal de UCI. “Estamos probando siempre en base a ensayo error, como si fuera una guerra”, subraya el docente, quien asegura que “mientras aguanten las impresoras y tenga material para fundir, seguirá fabricando”.