La Salud es un barrio de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife que se encuadra administrativamente dentro del distrito de Salud-La Salle. Se divide en los núcleos de Salud Alto y Salud Bajo, separados por la calle Guía de Isora. Está situado en una ancha faja de tierra entre los cauces de los barrancos de Santos y de Molina. Salud Bajo posee dos plazas públicas, un parque infantil, dos iglesias dedicadas a San Gerardo y Nuestra Señora de La Salud, una ermita dedicada a la Virgen de La Candelaria, farmacias, entidades bancarias, comercios -entre los que se encuentra un Molino de Gofio- y bares, los centros de enseñanza Colegio Cervantes, Escuela Infantil Bentuya, C.E.I.P. Veinticinco de Julio y C.E.I.P. Rodríguez Galván, así como varias instalaciones deportivas -Campo Municipal de Fútbol La Salud, Pabellón Municipal La Salud, Terrero Municipal de Lucha Perico Perdomo y Cancha de Petanca San Gerardo-. También se encuentran aquí una Oficina Descentralizada del Ayuntamiento de Santa Cruz y parte del Vivero Municipal.
Salud Alto cuenta con su propia iglesia dedicada a Santiago Apóstol, varios parques infantiles, el Centro Cultural Santiago Apóstol, varias plazas públicas, farmacias, entidades bancarias, comercios, los centros de enseñanza Colegio Hispano y C.E.I.P. La Salud, así como varias instalaciones deportivas -Polideportivo San Joaquín, Campo de Fútbol San Joaquín, cancha, Pistas Deportivas San Gerardo y Polideportivo Santiago Apóstol-. También posee parte del Vivero Municipal y un mirador sobre el barranco de Santos y el barranco de Guerra. El antiguo mercado del barrio, situado en Salud Alto, fue rehabilitado en 2008 como lugar de ensayo de numerosos grupos del carnaval.
La Salud surge en la década de 1940 como urbanización marginal a partir de la parcelación ilegal de fincas agrícolas, dada la necesidad de nuevo suelo donde construir en la capital. Después, en la década de 1960, se construyen en Salud Alto edificios de protección oficial como la Barriada 25 de julio o las Mil Viviendas.
Por lo que se refiere a los datos demográficos, el barrio de La Salud se mantuvo por encima de los 13.000 habitantes durante el periodo que va desde el año 2005 (13.607 personas) al 2010 (13.111). Casi un lustro después (2014), el descenso ha sido de casi 1.360 habitantes (11.749). A 1 de enero de 2019, la población era de 11.031 personas.
Puestos en contacto de manera directa con una serie de vecinos del barrio de La Salud, uno se da cuenta que todos ellos sienten un cariño especial por el lugar en el que residen, pero no le dan la espalda a los problemas e inconvenientes que suscita una zona tan concurrida.
Ricardo Gil tiene 49 años, es realizador de radio y lleva casi medio siglo viviendo en La Salud, “un sitio que ha sido siempre un barrio dormitorio de la capital chicharrera. Un lugar agradable para vivir, no excesivamente conflictivo, aunque, como todos los barrios de la capital, ha tenido sus momentos”. “Antaño”, añadió, “al tener menos vecinos, la convivencia se tornaba más cercana, las calles organizaban fiestas en honor a la Virgen de Candelaria, cuya ermita en el barranco de Santos era el epicentro de las celebraciones. Recuerdo la panadería de Don Enrique, en la calle 14, desde la cual todas las mañanas surtía de pan, puerta por puerta, a gran parte del barrio. La gran cantidad de bares amenizaba las tardes de verano entre tertulia y tertulia. La Taberna Casa Tito era conocida por los estupendos guisos caseros de Doña Isabel”.
Ricardo incide en la gran importancia que tiene para La Salud el Carnaval: “Aquí, el Carnaval siempre ha estado muy arraigado entre sus vecinos. Yo mismo fui componente de alguna murga ya extinta. Actualmente, en la zona del mercado sigue siendo lugar de ensayo y encuentro murguero. Lenguas, Lenguines, Trasnochados, Tamanacos ha ido siendo sustituidos por otras agrupaciones que siguen aportando colorido y alegría a estas fiestas”.
Cuando se le cuestionó sobre si ha notado aumento de la población, Ricardo Gil respondió lo siguiente: “La población ha aumentado, pero en su mayoría es población foránea, la cual no cuenta muchas veces con la idiosincrasia del vecino de toda la vida, volviéndose algo más cerrado que en tiempos pasados. Mis recuerdos se remontan a jugar en un campo de tierra que, actualmente, está asfaltado y con una iglesia en desuso que no se ha derribado aún”.
Gil no quiso despedirse sin comentar “el gran acierto que supuso la vía que transcurre por el interior del barranco, desde la actual rotonda de la avenida Venezuela hasta prácticamente la calle de la Noria. Supone un gran desahogo y ahorrándonos a los conductores muchísimo tiempo. Por ejemplo, ahora podemos bajar a comprar al Mercado de Nuestra Señora de África en cinco minutos de reloj. Además, en estos últimos años y después de los graves acontecimientos sufridos con aquello del temporal se mejoró bastante todo lo que tiene que ver con los desagües de aguas pluviales”. Ricardo es partidario de que “los vecinos den caña al Ayuntamiento, para seguir realizando mejoras en el barrio, y que nosotros por nuestra parte colaboremos también, en la medida de nuestras posibilidades, en la limpieza y el uso de mobiliario urbano, aunque, eso sí, por favor pongan más contenedores, tanto de basura como de reciclaje de aceites, etc…”.
Mayte Jorge tiene 50 años y actualmente se encuentra desempleada. Lleva viviendo en La Salud 44 años. Su opinión sobre el barrio “es buena en general”. Eso sí, esta vecina del barrio capitalino cree que “necesita más limpieza en las calles y en el alcantarillado”. “Además”, añadió, “deberían arreglar los parques infantiles y que hubiese más vigilancia”. Con respecto a la población, Mayte nota “menos gente, debido a la falta de recursos. Al no haber trabajo, no se pueden tener hijos, ya que conlleva muchos gastos”.
Sergio Herrera, con 43 años de edad y marinero de profesión, lleva viviendo la última década en La Salud. Tiene una opinión muy clara del lugar en el que reside: “Es un barrio obrero, de trabajadores. Entre semana, por norma general, es un lugar tranquilo. Sirve de tránsito a otros barrios. A mí me gusta y he hecho buenas amistades”.
Considera que La Salud “es un barrio que necesita mejoras, plazas y jardines nuevos”. “A ser posible”, añadió, “de naturaleza autóctona y en las zonas verdes, que no levanten aceras y demás. No hay que olvidar que las especies foráneas se adaptan al clima y, luego, destruyen el suelo”.
Sergio se muestra algo escéptico a la hora de señalar si echa de menos o no algunas cosas que le puedan faltar al barrio en el que vive: “No sé si echo de menos algo. En las plazas han hecho un sitio para los mayores. Los fines de semana hay muy poca gente en la calle. Eso sí, se trata de una zona que tiene sus espacios de ocio”. También quiso destacar el problema del tráfico: “El tráfico se colapsa durante la semana y cuesta muchísimo encontrar un sitio donde aparcar. Está claro que se necesitan más plazas de aparcamiento. Soy de los que piensa que, con un buen servicio público, la gente se plantearía lo de usar el coche. Eso sí, los precios deben acompañar”.
Moisés García tiene 55 años de edad, lleva toda la vida en La Salud y desempeña la profesión de molinero. Define su barrio como “muy tranquilo”, pero sí que nota una clara diferencia con respecto a hace varias décadas: “Antes, los vecinos nos conocíamos todos y esto ha cambiado con el paso de los años. Muchos de los negocios de antes, ya no están. El hola, hola diario se ha acabado. Ha venido mucha gente de fuera y eso se nota en el trato cotidiano entre los vecinos”.
El molinero García echa de menos “el contacto de antes con los vecinos, ya que el saludo diario de antaño se ha perdido por completo”. En cuanto a la población, Moisés opina que “ha aumentado, pero con personas que llegan de fuera. Mucha gente pregunta por las viviendas de alquiler y la verdad es que prácticamente no quedan”. Sobre el transporte público es tajante: “Es perfecto. En mi caso, la verdad es que subo y bajo caminando casi todos los días. ¿El tráfico? Es muchísimo el que circula por todo el barrio, pero también es cierto que la comunicación es muy buena”, señaló.
Otro de los vecinos con los que dialogó este periódico fue Christian Gutiérrez, de 29 años de edad y reponedor de profesión. Lleva casi toda su vida residiendo en La Salud, barrio al que define como “muy grande, pero que necesita mejorar en muchas cosas”. “Eso sí”, añadió, “es tranquilo y cómodo para vivir”. Entre las mejoras necesarias para este populoso barrio capitalino, Christian habla de “mayor seguridad, porque brilla por su ausencia”, añadiendo a continuación lo siguiente: “Se necesita una mayor limpieza, ya que vienen de cuando en cuando. En Salud Alto, hay una plaga de ratas, con el consiguiente peligro para la salud de los niños. Y, que no se me olvide comentar, el mantenimiento de las instalaciones deportivas es precario”, agregó.
Christian Gutiérrez echa de menos “los espacios de ocio, tanto para los niños, como para los mayores”, al mismo tiempo que señala que “el aumento de población en La Salud ha sido considerable.