coronavirus

Cuando todo es emergencia

Desinfección, asesoramiento técnico y hasta apoyo psicológico para muchos centros que se han visto superados por las circunstancias, son parte del trabajo que realiza la UME en estos días de pandemia
Cuando todo es emergencia. | FOTO: Fran Pallero

Se han convertido en parte del extraño paisaje que el Covid-19 están dejando en las calles de nuestros pueblos y ciudades. Mono blanco, gafas de protección, mascarilla y una suerte de fumigador es su traje de campaña. Se trata de la Unidad Militar de Emergencia (UME), desplegada en el Archipiélago como apoyo a las labores de seguridad, que el estado de alarma y la presencia del coronavirus en nuestras vidas obligan a tomar. DIARIO DE AVISOS ha podido conversar con uno de los jefes de estas unidades que estos días acuden a la llamada del Gobierno de Canarias para desinfectar espacios públicos y privados, entre ellos el Centro Municipal de Acogida de Santa Cruz, donde acudieron el pasado jueves. Se trata del brigada Ángel Pellicer, quien cuenta como el trabajo que desarrollan va más allá de la desinfección y se convierte en muchas ocasiones en asesoramiento técnico e incluso psicológico cuando la situación lo demanda. Desde los primeros días en los que fueron activados para labores de seguridad ciudadana hasta los trabajos más específicos de desinfección en diferentes recursos públicos como son centros sanitarios, de mayores, o de personas con discapacidad, “hemos intentando entrar siempre trabajando y haciendo nuestro trabajo de la mejor manera posible, pero sin causar impacto en los centros que hemos entrado”. Y es que, como explica Pellicer, “no es lo mismo entrar en un centro de personas con discapacidad que en un centro de mayores, porque al final, son gente que ya está confinada, que encima se asusta, se alarma al vernos aparecer con los equipos, materiales, monos, mascarillas, gafas y demás, así que tratamos de llevar una política en dos direcciones”.

Esa estrategia, explica el brigada, consiste, en primer lugar, “en no causar impacto y no trasmitir más estrés, porque sabemos que en las residencias, hospitales, la gente está desbordada, en muchos sitios, y tratamos de trasmitir la tranquilidad que ese espera de nosotros y adaptarnos”. Esto les obliga a planificar minuciosamente cómo va a ser la actuación en el centro en cuestión, viendo número de usuarios, instalaciones, etc…

La segunda línea de acción es la de asesoramiento “y también hacer un poco de psicólogos”, admite Pellicer. Y es que en muchos de los puntos a los que acuden, son centros que ya están en una situación estresante, con casos positivos, en los que el miedo y la angustia se hace presente, tanto por parte de los usuarios como de los propios gestores. “Muchas veces, en mi experiencia de estos veintitantos días, te encuentras de todo, gente que se derrumba y se te echa a llorar sobrepasada por la situación, y a la que tienes que apoyar y arropar, porque también es lo que se espera de nosotros”.

Pellicer ejemplifica esta labor con una experiencia propia.“Hace poco, en una residencia a la que acudimos, me decía la gerente que se le había dado de baja gente, que se estaba quedando sin personal, que tenían miedo… Estaban desbordados, y me preguntaba si podía hablar con ellos y hacer algo así como una terapia de grupo improvisada para trasmitirles ánimo”.

Vocación de servicio

La preparación de estos hombres y mujeres hace que su entrega con la labor que están realizando les lleve a no querer librar ni un solo turno si la situación lo requiere. “Hemos estado en turno continuado desde hace mucho tiempo, y ahora, desde hace unos días, hemos empezado a tener un poco más de flexibilidad, de forma que siempre hay un día a la semana que puedes librar una tarde o tener un respiro, porque también nuestras familias están confinadas, no podemos salir, somos nosotros mismos los que hacemos las tareas de la compra para meter los alimentos en casa”, explica este militar que también cuida de su familia como el resto de ciudadanos.

Esa vocación de servicio es la que les impulsa en su labor diaria. “No hay que poner un hombro sino los dos, intentar remar todos en la misma dirección y apoyar a la gente, decirles que lo están haciendo bien, de manera excelente, sacrificándose muchas veces con carencias de medios y poniendo lo mejor de ellas mismas”, explica el brigada. Añade que, “evidentemente los jefes de equipo que vamos a hacer las tareas de desinfección tenemos que no solo determinar y valorar la infraestructura para ver cuáles son las prioridades, cuáles son los focos posibles de infección, atajar y actuar de manera contundente esos focos, sino también mostrar ese lado humano y hacer que se sientan respaldados”.

Asesoramiento

Ese respaldo viene de la mano de la escucha, pero también del asesoramiento sobre medidas de autoprotección o seguridad pasiva. “Como jefe de equipo siempre valoro los recursos de los que dispone un centro, porque no puedo decirle ponga usted aquí un determinado recurso que no va a tener, y lo que hacemos es ofrecer soluciones, porque los recursos son limitados. Una bandeja con lejía diluida en el acceso al recinto para que se desinfecte el calzado del personal que acceda al centro, o tener un habitación desinfectada para un posible confinamiento son algunas de las sugerencias que hacemos, siempre en la medida de las posibilidades del centro”.

Pellicer cuenta como, en los primeros días, mientras hacían labores de seguridad ciudadana, “te encontrabas con gente que desconocía los condicionantes del estado de alarma. En el sur, donde lo hacíamos, había personas extranjeras en esa situación, pero también, por qué negarlo, la típica picaresca española, la de una persona que pasea un litro de leche durante tres días seguidos, para salir a la calle”.

Este brigada de la UME reconoce que, dependiendo de la situación, “hay que tener más mano izquierda. Tienes que aplicar el real decreto y ser contundente con las personas que se lo saltan a la torera, pero sí que es verdad que si te encuentras a una madre que acompaña a la hija porque tiene un embarazo de riesgo, eso te obliga a tomar decisiones sobre cómo aplicar esas restricciones. Afortunadamente todo se ha ido regulando”.

Insiste este brigada que “siempre, por encima de todo, hemos procurado que predomine lo que es el factor humano. Entender que todo el mundo lo está pasando mal y que estamos para apoyarnos y entender que hay que salir de todo esto de la mejor forma posible”.

En cuanto al recibimiento que la UME se ha encontrado en la calle, el brigada admite que ha sido muy cercano. “La cercanía que nos hemos encontrado no puede ser mayor, nos reciben con aplausos y halagos”. “Los intervinientes -continúa- entendemos que es nuestro trabajo y obligación, y la preparación que tenemos el resto del tiempo, precisamente, es para que cuando ocurre una emergencia real, podamos aplicarla. Para nosotros no hay mayor satisfacción que el deber cumplido, pero con el calor y cercanía de la sociedad se trabaja mucho mejor y uno se va a casa, cuando puede, mucho más reconfortado”.

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