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Rutina, frustración, ritual de duelo…: dos psicólogas tinerfeñas repasan las claves del confinamiento

Las expertas Ariana Hernández y Roxana Gutiérrez explican a DIARIO DE AVISOS estrategias para afrontar esta situación excepcional tras más de 40 días desde que se decretase el estado de alarma
Ariana Hernández, psicóloga contextual; Roxana Gutiérrez, psicóloga general sanitaria. | DA

Después de más de 40 días tratando de persuadir a nuestra consciencia sobre la irrupción de un peligroso virus en el panorama internacional, las fuerzas comienzan a flaquear. Las jornadas encapsuladas en la misma rutina día tras día con el propósito de avanzar sin miramientos las hojas del calendario empiezan a desmoronarse en algunos hogares, donde ya se extraña en exceso esa visita de padres, abuelos, amigos… La frustración, la impotencia o la ansiedad podría jugarnos una mala pasada a tan solo unos días de que, según auguran las autoridades, comiencen a relajarse las medidas del confinamiento decretado el pasado mes de marzo, siempre y cuando los datos continúen decreciendo.

“Es totalmente normal que ahora nos sintamos más vulnerables y sensibles, llegando incluso a emocionarnos con una canción o una imagen”. Así lo afirma Ariana Hernández, psicóloga especialista en Terapias de Tercera Generación, quien ha respondido en una entrevista realizada por DIARIO DE AVISOS a algunas de las cuestiones que muchos se plantean en esta cuarentena por la pandemia de coronavirus que ha puesto en jaque al mundo entero. La experta incide en que es importante reconocer que a todas las personas no les afecta de la misma forma esta situación, ya que “quienes son más activos, el encierro puede provocarles sensación de ahogo o asfixia, mientras que aquellos que son más tranquilos pueden experimentar una mayor sensibilidad”. Sin embargo, destaca que “sí podemos coincidir en percibir muchas emociones en un corto periodo de tiempo”.

Al ser preguntada por la salud mental del personal sanitario que cada día se expone al contagio de COVID-19, la psicóloga asegura que “el estrés, el miedo y la tristeza de vivir constantemente el dolor ajeno puede derivar en desbordes emocionales más agudos que el resto de la población durante los momentos de tranquilidad; cuando llegan a casa”.

Desde el punto de vista psicológico, explica que no podemos evitar sentir frustración, irritabilidad o ansiedad ante una situación tan excepcional “porque son emociones que no dominamos, sino que aparecen”. “Lo que sí podemos es aprender técnicas psicológicas para gestionarlas mejor”, sostiene. Según Hernández, lo primero que debemos poner en práctica es observarnos a nosotros mismos cada día. “Generalmente, cuando experimentamos una alteración del ánimo, esta tiene un efecto en nuestro cuerpo, es decir, si nos enfadamos sentimos calor, dolor de cabeza o palpitaciones en el pecho, dependiendo de la persona en particular”, manifiesta la experta en psicología contextual, quien recomienda “buscar tácticas de autocuidado para paliar los efectos de esa sensación de enfado”. No obstante, se muestra tajante cuando reconoce que a veces es vital aceptar que podemos estar tristes o afligidos y “permitirnos estar mal porque simplemente tenemos el derecho a estarlo”.

Por su parte, Roxana Gutiérrez, psicóloga general sanitaria, ha declarado a este periódico que, de forma general, “no me gusta dar consejos, sino técnicas psicológicas para que las personas aprendan a utilizarlas”. Aunque indica que “detectar la situación que ha generado esa irritabilidad o frustración” es fundamental, e insiste en recurrir siempre a un profesional de la Psicología que asista al afectado.

En alusión a las personas que han sufrido la pérdida de un familiar en pleno confinamiento, Gutiérrez explica que percibir rabia, dolor o tristeza es una “sintomatología de separación con ese vínculo, y no se debe prescindir de esas emociones, ya que tienen una función”. “La mejor forma de gestionar esta pérdida es hacer un proceso de duelo integral, normalizar que tenemos que sentirnos tristes y buscar alguna manera práctica para encontrarnos un poco mejor día tras día, entendiendo siempre que es un proceso natural”. Debido a que el estado de alarma decretado por el Gobierno impide a las familias reunirse para despedir a sus seres queridos en el momento del fallecimiento, la especialista aconseja llevar a cabo un ritual o una actividad concreta: escribir una carta, crear un álbum de fotos e, incluso, realizar una videollamada con las personas más allegadas y cercanas.

Ambas psicólogas tinerfeñas coinciden grosso modo en que es necesario marcar una rutina. Para Hernández, permanecer diariamente en modo pijama genera un círculo vicioso de malestar y desidia que deriva en emociones negativas. Por ello, “lo que hace la rutina es prepararnos para la actividad, es decir, enviarle una señal al cerebro para comunicarle que la persona está dispuesta a activarse sin dejar que los días pasen sin más”. En cambio, para Gutiérrez, el objetivo de marcar actividades rutinarias es evitar sufrir una sensación de paréntesis durante el confinamiento. “Se trata de hacer cosas que nos gustan pese a encontrarnos dentro de casa”, afirma, aunque también puntualiza que las rutinas pueden ser flexibles. Unos hábitos en los que se debe incluir a los más pequeños de la familia “teniendo siempre una gestión de su conducta”. Y es que, según detalla Hernández, “los niños no dejan de ser personas en miniatura que imitan la conducta de los mayores”.

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