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Sus vidas, en una bolsa tras las llamas

Los vecinos de un edificio de Santa Cruz, en el que se declaró un voraz incendio ayer, cuentan al DIARIO su trágica experiencia
El incendio se declaró al filo de las tres y media de la mañana de ayer, y los vecinos no pudieron regresar a sus casas hasta las siete, aún con el susto | SERGIO MÉNDEZ

Un fuerte estampido despertó ayer de madrugada, sobre las tres y media, a los vecinos del complejo Divina Pastora, en la subida Cuesta Piedra de la capital tinerfeña. En los primeros instantes reinó la confusión. Apenas se podía respirar: una nube de humo negro invadía todo el rellano de la novena planta del edificio 9, y, minutos después de la explosión que se produjo en una de las viviendas de ese nivel, el oscuro manto de polvo había logrado extenderse hacia los otros pisos. La reacción de los que, en los momentos iniciales, pudieron hacerse una idea de lo que ocurría, fue llamar puerta por puerta a todo el vecindario, para que sus cerca de 100 residentes salieran a la calle y así evitar males mayores.

“Me despertaron las sirenas de los bomberos. Pensé que era un pequeño fuego en la fábrica de sal de aquí enfrente, o incluso un coche, pero luego vi salir a la gente y me di cuenta de que pasaba algo gordo”. Así se expresaba ayer, en declaraciones a DIARIO DE AVISOS, Pili, una andaluza afincada en Canarias desde hace 30 años que vive en otro de los edificios del complejo. Su ventana da hacia el lado opuesto a la vivienda que ardió con extrema virulencia, en la que residía un matrimonio de origen latinoamericano junto a sus hijas de dos y 13 años y un niño de ocho, aunque por lo que vio, es capaz de describir con sumo detalle la angustia que se palpaba entre quienes tuvieron que desalojar rápidamente sus casas sin saber qué sería de ellas; si volverían a sus hogares o serían testigos de cómo se convertirían en pasto de las llamas.

Afortunadamente, al cierre de esta edición no se ha tenido conocimiento de ninguna víctima mortal del suceso, pero sí de personas hospitalizadas, como una inquilina de avanzada edad que, al hallarse en el décimo piso y tener movilidad reducida, se vio obligada a esperar a la intervención de los bomberos, que la pudieron rescatar gracias al uso de una escalera. Sin embargo, la cantidad de humo que inhaló hizo que la tuvieran que trasladar a un centro hospitalario de la Isla, donde permanece ingresada en la UCI. No obstante, por lo que ha podido saber esta redacción tiene buen pronóstico, más allá de que deberá hacer uso de un respirador, al menos, durante tres días.

Dificultades también experimentó otra de las residentes a la que, según explica Pili, “le acababan de trasplantar el riñón”, por lo que tampoco podía desalojar el edificio por sus propios medios y tuvo que recibir ayuda. Pero si hay algo que genera “angustia” a esta vecina de la zona es que, ayer por la tarde, aún “no he visto a algunas personas que suelen pasear a su perrito todos los días”. Una incertidumbre que responde al silencio sepulcral que impera tras lo acontecido en el barrio; los viandantes no pueden evitar comentar lo que han leído en prensa, pero quienes fueron protagonistas del incendio optan por pasar el susto en sus fortalezas, salvo los de los pisos ocho, nueve y diez, que deben esperar a que se valoren los desperfectos de sus viviendas, algunas de ellas, totalmente calcinadas.

Del edificio caían cascotes, trozos de persiana y cristales, dificultando la evacuación | SERGIO MÉNDEZ

Mientras Pili da detalles al DIARIO sobre los hechos ocurridos la pasada madrugada , a lo lejos aparece otra vecina: Tere. Ella sí que se vio afectada directamente por el incendio, que se declaró cuatro plantas por encima de su piso, situado el quinto. “Me desperté porque oí un ruido fuerte, una explosión, y vi que no tenía a mi perro conmigo. Esperé un poco, y cuando llevaba un rato escuché gritos que decían ¡Fuego, auxilio!”, explica. Posteriormente, prosigue, “me asomé a la ventana, vi a la gente saliendo y me tocaron la puerta; eran los vecinos de enfrente, que estaban avisando a todos, así que cogí al perro y salí”, detalla con los ojos aguados, aún impactada.

Los primeros en personarse en el lugar fueron los efectivos de la Policía Local y la Nacional, que ante la caída de cascotes desde lo alto de la construcción, al igual que trozos de persiana y cristales, decidieron esperar a la llegada de los bomberos para evacuar. Estos últimos, colocaron “una especie de mampara” para que los inquilinos pudieran abandonar el edificio sin riesgo. Y al tener conocimiento de que había personas atrapadas en sus casas, en pocos segundos desplegaron la escalera para ayudarles a salir. Fue una actuación “coordinada” -tal y como reconocen fuentes de los servicios de emergencia-, en la que participó también personal de Protección Civil, y que es descrita por los propios afectados como “muy buena”, dado que “nos trataron muy bien en todo momento”.

 

El alcalde de la ciudad, José Manuel Bermúdez, también se desplazó a la zona para interesarse por cómo se desarrollaba el operativo, que se saldó con 19 heridos, entre ellos un policía nacional y tres bomberos. Al regidor lo acompañaba Carlos Tarife, edil presidente del distrito Salud-La Salle, y Rosario González, concejala delegada del Instituto de Acción Social, que además, acudió con una unidad de dicho organismo. Un gesto que Tere agradece, dado que “se preocuparon mucho por nosotros y nos trajeron mascarillas, porque con las prisas no nos las pudimos poner”.

Durante la entrevista, una pareja sale del portal del edificio 9 con varias bolsas. En ellas, algunas de sus pertenencias. Explican que han tenido que marcharse y buscar un alojamiento alternativo durante un tiempo, puesto que el acceso a las viviendas ubicadas en las plantas ocho, nueve (como la suya) y diez está cerrado. Y por lo poco que han visto del interior de su piso, “los muebles estaban abombados; hay muchas cosas manchadas, y otras no sabemos cómo están”. “Tenemos dos hijas asmáticas y la verdad es que salimos de milagro”, concretan sobre la “terrible” noche, que quedará grabada en sus memorias por siempre. Solo les queda esperar por la compañía aseguradora y, mientras, soñar con volver a llamar hogar a esa vivienda, ahora teñida de negro por la ceniza, pues todavía guarda muchas vivencias.

El acceso a los pisos superiores a la octava planta permanece cerrado | SERGIO MÉNDEZ

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