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Cuando la exclusión no es cuestión de bolsillo

Francisco Toledo lleva viviendo en la calle ya casi cuatro meses, y asegura que lo han echado del albergue por “cobrar mucho”; pide apoyo para buscar una casa
Fran pasa los días al sol y sus piernas sufren las consecuencias. / DA

Los motivos que llevan a alguien a vivir en la calle son múltiples, aunque hay puntos comunes a casi todos, cada una de las personas que se mueven en el entorno de la marginalidad tienen un historia única. No siempre las causas económicas están detrás de que alguien permenezca en la calle. Las enfermedades mentales, las adicciones, o la falta de habilidades sociales son también fuentes de exclusión, que inevitablemente llevan aparejadas, al final, la imposibilidad de mantener el estándar de vida normalizada, es decir, tener un trabajo (si es que lo hay), una casa, una familia. Sin embargo, hay casos como el de Francisco Toledo, que, por mucho que al resto del mundo le pueda sorprender, se encuentran en la calle y no saben, no quieren dicen otros, salir de una situación a la que tampoco tiene muy claro cómo ha llegado.

Fran, como le conocen los más allegados, tiene una pensión de las más altas, hijo de un policía le corresponde una por orfandad, los complementos de esa pensión (las dobles pagas) y un seguro de salud privado. Desde nacimiento padece una tetraplejia espástica, un tipo de parálisis cerebral, que le obliga a moverse en silla de ruedas. Si de dinero se tratase, Fran no tendría ningún problema. Sin embargo, desde hace ya casi cuatro meses vive en la calle, y desde hace 15 días ha perdido la plaza que ocupaba en el Centro Municipal de Acogida (CMA), una plaza que le permitía tener un lugar en el que dormir, asearse, descansar de la silla, un refugio en el que cuidasen de él, porque Fran, a sus 43 años, siempre ha estado cuidado por alguien de una forma u otra.

El resultado es que lleva durmiendo en la calle más noches que las que pasa a cubierto, y sufriendo desde robos, hasta caídas de la silla de rueda, o quemaduras por permanecer al sol. Con la renta que posee, no parece lógico que ocupe una plaza fija en el albergue, cuando hay personas que, o no tienen ingresos o apenas superan los 300 euros de una pensión no contributiva. Pero el estado físico, y posiblemente también mental, hacen de Fran una persona dependiente en casi todos los aspectos de su vida.

Según cuenta él mismo, su mujer, con la que tiene un hijo, lo puso en la calle hace ya esos casi cuatro meses, allí lo encontró la Unidad Móvil de Acercamiento (UMA), durmiendo en un cajero. Durante el confinamiento tuvo cobijo en los pabellones de deporte en los que se acogió a las personas sin hogar, y luego pasó a tener una plaza en el albergue. Asegura que lo echaron de allí porque se peleó con uno de los trabajadores del centro, que, como castigo, lo puso en la calle. “Yo no tengo la culpa de cobrar tanto, y no tengo donde ir. Quiero un sitio donde ir a vivir, uno en el que pueda pagar y entrar ya porque la calle me perjudica a mi cuerpo, mi mente y estado de ánimo”, argumenta. “No me han ayudado a buscar ese alquiler, me dijeron que yo tenía ingresos suficientes, que era lo suficientemente autónomo para buscármelo yo”, añade.

Desde Atención Social aseguran que el motivo de que haya perdido su plaza es que no reúne las condiciones económicas para permanecer en el CMA. También que lo han acompañado en todos estos meses intentando reorientarlo para que busque un sitio en el que vivir, pero que, como pasa con otras muchas personas, si alguien no quiere ayuda, no se le puede obligar a recibirla. Al final, su expulsión es vista por la administración como una medida educativa, para que reaccione y busque alternativas que lo saquen de la calle.

Sin embargo, las persona que se preocupan por Fran están convencidas de que necesita mucha más atención, que es una persona débil de carácter, que se deja influenciar. Fruto de eso son sus caídas, los robos que ha sufrido (el reloj y un móvil de última generación en el que invirtió buena parte de la doble paga de julio), su mal estado físico en general. “Hay quien se aprovecha de él, como saben que tiene dinero, se junta con personas poco recomendables y termina como termina”, cuenta alguien que prefiere permanecer en el anonimato, y que estos meses se ha preocupado por él. Esa persona cuenta como dio un adelanto de 300 euros para un piso y lo estafaron, o como terminó en las urgencias de un centro médico privado de la capital, donde tiene su seguro, después de que le robaran la última vez.

Fran llamó a DIARIO DE AVISOS para contar que le habían quitado la plaza, y que lo ponían en la calle sin una alternativa habitacional. También que, hasta que volviera a cobrar, no tenía ni un euro para buscar una habitación. Los que lo conocen insisten en que necesita ser guiado para que no se aprovechen de él. Ahora mismo, lo más urgente es que pueda encontrar una casa, un piso, una habitación, adaptada a sus circunstancias, en la que entrar a vivir.

De momento, sigue haciendo su cola cada noche para poder dormir a cubierto, y descansar de la silla, porque cuando no consigue una cama, ya sea en el albergue o en el centro de mínima exigencia, Fran duerme en la silla, con todo lo que eso conlleva.

Este viernes, la UMA lo recogió del Pancho Camurria, donde duerme cuando no consigue plaza, y lo acompañó hasta el albergue para que se pudiera asear, aunque, tuvo que ponerse la misma ropa, sucia de días en la calle, porque, cuentan, para lavarla hay que pedir turno, y a Fran esas cosas “se le pasan de largo”. Él no cree que lo que le pasa sea responsabilidad suya, y quizá, ese sea uno de sus problemas, que es una persona para la que, cuidarse, sea una de esas cosas que se le pasan de largo.

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