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Las mil caras de Alexander Lukashenko

Su reelección en los pasados comicios de Bielorrusia ha desatado un gran revuelo internacional, tras la sospecha de fraude electoral

Presidente de la antigua república soviética desde 1994, Alexander Lukashenko, que justo hoy cumple 65 años, va camino de su sexto mandato consecutivo. Su reelección en los pasados comicios de Bielorrusia ha desatado un gran revuelo internacional, tras la sospecha de fraude electoral. Se refieren a él como el “último dictador de Europa”. Pero ¿qué nos dice su conducta?, ¿qué comunica con sus gestos, posturas o apariencia? Veamos.

ACTITUD DESAFIANTE

Mientras cientos de miles de manifestantes se concentraban frente al Palacio de la Independencia de Minsk, residencia oficial del presidente, en señal de protesta por los resultados de las recientes elecciones, Lukashenko llevaba a cabo una insólita demostración de poder y superioridad. Con un lenguaje corporal más propio de un soldado que de un líder político, llegaba al lugar donde confluían las protestas en helicóptero. Ataviado con ropa oscura, chaleco antibalas, gorra y rifle de asalto, no dudó en alzar su arma con gesto orgulloso. Una conducta desafiante que habla por si sola.

AUTORITARISMO MANIFIESTO

En su estilo de comunicación predomina la intimidación, la arrogancia y el desdén hacia todo aquello que desafíe su parecer y voluntad. El mandatario descarta rotundamente una repetición de elecciones, aferrándose al poder, haciendo gala de su postura también a través de su lenguaje corporal. Representa actitudes que nos recuerdan al prototipo de macho alfa: tosco, territorial, belicoso, intransigente y autoritario. Ademanes que se evidencian en una comunicación verbal y no verbal impetuosa, gestos enérgicos con las manos y los brazos, propios de ese instinto natural que tiene el ser humano cuando quiere hacerse grande y proyectar una imagen amenazante para dominar la situación.

AIRES DE SUPERIORIDAD

Su posición negacionista acerca de la amenaza de la demoledora pandemia del Covid-19, le ha llevado a popularizar su particular fórmula mágica para curar el coronavirus con sauna y vodka, con provocadora socarronería. Incluso después de admitir que él mismo se ha contagiado de la enfermedad, ha declarado haberla superado “de pie”. Otro gesto más de la bravuconería y superioridad que transmite, al dar a entender que ni el virus más temible es capaz de tumbarle. Sin embargo, no lleva muy bien los abucheos en público, como se dio recientemente en el incidente ocurrido durante un discurso ante los trabajadores de las fábricas de Minsk, donde fue recibido entre abucheos y gritos. Incapaz de sostener la tensión del momento, abandonó el escenario con visible enfado e indignación.

LUKASHENKO Y PUTIN, MÁS QUE AMIGOS

Las comparaciones son odiosas, pero resulta inevitable caer en la tentación de examinar las similitudes entre ambos presidentes. Es bien conocida la afinidad y estrecha relación entre ellos, pero resulta tremendamente llamativa la sintonía que también exhiben en sus respectivas conductas no verbales. Ambos manifiestan un fuerte lenguaje corporal, un estilo de liderazgo autoritario, manifiestan su poder y control con determinación y exhiben su autoridad con apariciones públicas portando armas, como una extensión de su virilidad y territorialidad.

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