ANTONIO CABRERA
Está claro, cada vez más, que la agricultura se ha de desarrollar en suelos sanos, vivos. Es la salud de los microorganismos de la tierra la que da garantías a una agricultura pensada para la alimentación y la salud, y no productos para un mercado que solo piensa en el negocio de los que no trabajan la tierra. La comercialización kilómetro cero representa el mayor grado de sostenibilidad del sector.
Estamos hablando de gestión ecológica de los sistemas agrarios, de agroecología, que es la agricultura con futuro. Sobre todo, ahora que la pandemia nos ha enseñado que los cuidados son importantes y una alimentación sana y nutritiva es uno de los pilares de esos cuidados, no solo desde el punto de vista de la salud, sino también económico, pues la Fundación Española del Corazón, que colaboró en el estudio multidisciplinar Alimentación, factor de salud y sostenibilidad, nos dice que una buena dieta ahorraría unos 14.000 millones de euros al Sistema Nacional de la Salud (Buena Vida, nº 75, septiembre de 2020).
Por eso, en La Palma tenemos que poner rumbo en esa dirección, sin olvidar que es imprescindible la recuperación de la autonomía de los agricultores en la gestión de los sistemas agrarios. Máximo aprovechamiento de los recursos del entorno para una mayor independencia de insumos externos, y control del ciclo agrario para evitar que sean los últimos de la cadena alimentaria. Es la única manera de recuperar la dignidad y viabilidad de una de las actividades económicas más importantes de un territorio insular.
Hay tantos modelos de agricultura ecológica como agricultores, y todos son válidos, en tanto en cuanto obtienen una producción que cumple con los criterios de este tipo de cultivos, pero, en este momento, nos queremos referir al nivel de dependencia de insumos externos que cada uno de ellos genera y, desde esa perspectiva, hacer una reflexión de cara al futuro de la gestión de los sistemas agrarios.
Por lo tanto, nos interesa el criterio de reducir la dependencia de insumos externos, es decir, que al pasar de la agricultura convencional a la ecológica no se produzca la sustitución de los fitosanitarios químicos por los compatibles con la ecológica, porque poco gana el agricultor si una dependencia sustituye a otra. Por eso, nos parecen interesantes los procedimientos de cultivo donde el productor gana autonomía y reduce costes.
En el seguimiento técnico que desde el Cabildo se hace, periódicamente, en el programa de desarrollo de una agricultura sostenible, hemos tenido la oportunidad de visitar, recientemente, algunas fincas de Mazo, Breña Baja y Puntallana, que están utilizando el té de compost obtenido a través del sistema de elaboración de fertilizantes ecológicos líquidos, Sefel, desarrollado por Ildefonso Acosta. En esas explotaciones hemos observado la satisfacción de los agricultores porque están obteniendo buenas cosechas, desde el punto de vista de la productividad, ahorro en el consumo de agua -una media del 30%, que no está mal en tiempos de sequía- y, especialmente, reduce la dependencia de insumos externos y, por lo tanto, los costes.
Y lo que nos parece más extraordinario del método Sefel son los subproductos ganaderos, purines y sueros de las granjas; la materia prima de partida para la elaboración del té de compost, que resuelven uno de los problemas más graves que tienen las explotaciones ganaderas para su legalización. Ya sabíamos de las bondades del estiércol como fertilizante orgánico y de que la agricultura no puede prescindir de la ganadería, pero con el Sefel se va más allá, haciendo una gestión sostenible de todos los residuos ganaderos, convirtiéndolos en recursos para una agricultura para la alimentación y la salud.
Cuando los residuos se van transformando en recursos avanzamos hacia una isla residuos cero, como recoge el Plan Insular Especial de Residuos y el manifiesto de una Isla limpia y sostenible, suscrito por los 14 ayuntamientos palmeros en el 2017 y, también, un paso más en la rueda de la economía circular en la que nos queda, todavía, un largo recorrido.
Este té de compost no solo tiene el aval de los agricultores, sino también el respaldo científico del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (Inpa) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Csic), que lo han certificado como insumo de alta calidad, porque aporta microorganismos y nutrientes que dan vitalidad a los cultivos y los prepara para hacer frente a enfermedades y plagas, evitando el uso de pesticidas, fertilizantes químicos y plaguicidas.
No estamos hablando de un producto nuevo que hay que comprobar, sino de una realidad ampliamente contrastada en las fincas y el laboratorio, por lo tanto, está claro que, entre otros procedimientos de elaboración de fertilizantes ecológicos, el Sefel refuerza el vínculo con el sector ganadero y, por lo tanto, desde una perspectiva más amplia, debe ser tenido en cuenta para la transición agroecológica en la Isla.
La experiencia y el conocimiento contrastado de este fertilizante ecológico que, a su vez, resuelve la gestión de los residuos de las explotaciones ganaderas, nos obliga a pensar que el Cabildo, en su programa de agricultura sostenible y en coordinación con los ganaderos y agricultores, debe estudiar el futuro de este insumo en la perspectiva de ir más allá, de cara a generalizar su uso en la Isla, dando la oportunidad a otros agricultores para que puedan avanzar en la sostenibilidad de sus cultivos. Todo ello, con el objetivo de acercarnos a una isla 100% ecológica que, además, reduzca a la mínima expresión la huella de carbono en el sector, contribuyendo a la mitigación del cambio climático en una isla donde se ha declarado la emergencia climática.