puerto de la cruz

Otra manera de ver el mundo

Esta joven enfermera de Gran Canaria lleva tres años y medio viajando sola en bicicleta por distintos continentes para demostrar que ser mujer no es un obstáculo

Tiene 33 años, es enfermera y lleva tres años y medio recorriendo el mundo en bicicleta, un proyecto que no surgió de golpe. Tampoco sabía que la bici iba a ser su principal medio de transporte y menos aún que el viaje iba a ser indefinido, interrumpido por culpa de la pandemia de COVID-19.

Lo único que tenía claro la grancanaria Yesenia Herrera era que no era del todo felíz y que dentro del sistema “encajaba bien poco”. Una infelicidad que encauzó con querer sentirse libre, recorrer el mundo y no depender del tiempo, así que trabajó y ahorró lo suficiente hasta que no pudo más y se decidió a viajar sin fecha de vuelta.

Lo de la bici vino por casualidad. Primero recorrió Canarias porque no se quería ir lejos sin saber cómo era viajar en este medio que siempre había formado parte de su vida. Al volver, su idea era coger la mochila y partir hacia Asia pero le gustó demasiado la experiencia, empezó a conocer gente que iba por el mundo en bicicleta y se lanzó a la aventura.

Se fue en barco a Huelva y de allí empezó a pedalear para Portugal, Norte de España, Francia, Italia, Eslovenia, Turquía e Irán. No llevó un itinerario preparado, iba improvisando de acuerdo a las personas que se encontraba por el camino o por internet, pero sabía que quería pasar por algunos sitios concretos, como los pirineos y Grecia. Lo que nunca imaginó que iba a llegar en bici hasta la India.

Su viaje es solitario pero no le importa tener compañía. Ha llegado a unir hasta 14 mujeres para demostrar que pertenecer a un sexo determinado no es un impedimento para viajar. Se quería demostrar a sí misma que una mujer puede recorrer sola el mundo y dormir donde le apetece. Era un miedo que quería vencer y la bicicleta es una herramienta de empoderamiento y autonomía muy importante para poder lograrlo.

“Como en todos los ámbitos, los hombres lo tienen más fácil, viajeros hay muchos, pero las mujeres están empezando. Me daba rabia tener que dejar de hacer algo que me gustaba por miedo y me enfoqué en eso, en que otras mujeres también pudieran viajar solas, de la manera que fuera”, sostiene Yesenia que participó en el Festival Internacional de Viajes y Aventuras Periplo en el Puerto de la Cruz para contar su experiencia.

Durante todo el viaje la joven fue poniendo el ojo en las féminas que se iba encontrando por el camino, en cómo vivían y se movían en los distintos países. A algunos le fue más fácil llegar que otros. En Irán por ejemplo, se organizó una caravana de seis mujeres a través de redes sociales para no viajar solas. “No tuvimos ningún problema salvo los de siempre, como que te pidan sexo o te quieran dar un beso, pero que también te puede pasar en otros sitios por el solo hecho de ser mujer. Allí no están acostumbrados a ver mujeres viajando solas pero saben que los occidentales tienen otra cultura. Hay que tener cuidado e ir con los ojos bien abiertos, porque no es lo mismo un hombre que viaja solo que una mujer”, sostiene.

Comprobó que “el patriarcado está en todos lados” y se manifiesta de manera diferente dependiendo de la cultura y la religión. “Las mujeres tenemos que afrontar distintos obstáculos, esa es una realidad. Lo que pasa es que en Bangladesh por ejemplo, todavía luchan por la educación o en Nepal, para que no las casen siendo menores de edad. Pero aquí tampoco hay que bajar la guardia, porque se siguen matando y violando mujeres”, añade.

Este espíritu nómada, como ella misma se define, casi no va a hostales ni albergues, lleva su tienda de campaña y la monta en un lugar seguro siguiendo las recomendaciones de los lugareños “que ve fiables”. Obviamente, en algunos sitios le resultó más sencillo. No fue el caso de India, que está superpoblada y en ocasiones los hostales de carretera eran la peor de las opciones, por lo que optaba por preguntarle a una familia si podía poner la carpa en su patio o terraza. También la han acogido en casas particulares porque hay países, la mayoría de Asia, en los que es habitual hacerlo, y ha dormido en iglesias y templos.

Para ella, ser cicloviajera supone solo ventajas. “Si estás cansada vas a un ritmo más lento y paras cuando quieres. Te da posibilidad de interaccionar con el medio y conocer gente muy fácilmente”, apunta. Para ello, antes de llegar a cada región se aprende un vocabulario con expresiones y palabras básicas que le permitan comunicarse.

A todo ello se le suma el factor ecológico y el gasto que supone, que es poco, ya que además, no va a lugares turísticos ni coge aviones. “Gasto menos viajando que viviendo aquí, porque no socializas tanto tomándote cervezas en una terraza. Tu día a día es pedalear, cocinas, compartes de otra manera. Cuando llueve mucho tienes que buscar un techo y esperar a que pare o pedaleas, te mojas y aguantas lo que viene, pero aun así, vale la pena”, subraya.

No todo fue color de rosa. En Turquía por ejemplo, tuvo una experiencia desagradable. Y aunque muchos piensan que ello ocurre más en los países musulmanes, ella lo desmiente. “Georgia es cristiano ortodoxo y tuve muchos problemas con hombres porque beben mucho y piensan que una mujer sola es una prostituta o está dispuesta a tener sexo con ellos”, cuenta.

Tampoco oculta que en situaciones ha sentido miedo, “pero al final el miedo vive con uno y hay que aprenderlo a gestionar”. Pero nunca la llevó a claudicar y decir ‘hasta aquí llego’, porque en su balanza las experiencias positivas siempre han sobrepasado a las negativas.

Todas ellas las cuenta en el diario que lleva, en su blog www.nomadicicfeminist.wordpress.com, en la cuenta de Instagram con el mismo nombre y no descarta en el futuro escribir un libro “o dos o tres”, dado que son muchas experiencias y viajando en bici, cada día es como un mes.

Yesenia, cuyo nombre significa ‘mujer amable’, estuvo dos años seguidos sin volver a su casa, en Las Palmas de Gran Canaria. Lo hizo en verano de 2019 para visitar a la familia pero dejó sus cosas en Nepal porque quería seguir viajando. Regresó allí y aprovechó a recorrer india y Bangladesh. En la frontera de este último país con Birmania, le pilló el coronavirus.

Era extranjera así que la pusieron en cuarentena. “Ahora la COVID es de todo el mundo pero al principio había mucho miedo”. De una cuarentena pasó a otra en una congregación religiosa con otros ciclistas donde estuvo un mes y finalmente decidió volverse porque la incertidumbre era muy grande. Además, ya no podía viajar de manera libre.

Lleva cuatro meses en Canarias y ha vuelto a trabajar como enfermera para ahorrar dinero, seguir viajando “y conocer la bondad y los valores básicos del ser humano”. Todavía no sabe cuándo ni cuál será su próximo destino (en su mente está África, Latinoamérica, Australia y Canadá) pero tiene claro que va a continuar el viaje aunque de momento prefiere esperar al momento idóneo para hacerlo. “A lo mejor un día me levanto y digo ‘ya no puedo más’, cojo la bici y me voy”, confiesa.

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