la laguna

Y El Coromoto venció a las antenas de telefonía

Los vecinos celebran que las protestas y alegaciones que desde 2018 han emprendido contra los aparatos hayan dado sus frutos
Mayte, Juan Jesús, Carlos, Laly y Josep son las caras visibles de una guerra en la que se han involucrado, también, empresas, comercios y autónomos locales, aparte de instituciones públicas | FRAN PALLERO

Un par de horas fueron suficientes, entre lunes y martes, para desmantelar prácticamente por completo las tres antenas de telefonía móvil por las que, desde febrero de 2018, llevan batallando sin cesar los vecinos del barrio de El Coromoto, en La Laguna. Ayer, en los alrededores se respiraba un ambiente distinto. Los niños disfrutaban de una tarde de juegos en el parque, respetando las medidas que ha traído consigo el bicho, pero se percibía una alegría latente entre parte de los adultos: una buena noticia en un año muy accidentado. Mayte, Juan Jesús, Laly, Carlos y Josep, residentes en la zona, atendían con una sonrisa de oreja a oreja a DIARIO DE AVISOS. No podían ocultar su euforia. Las concentraciones, caravanas de coches, escritos, negociaciones, alegaciones, reuniones y vigilancias día, tarde y noche habían surtido efecto.

Esta semana, la compañía telefónica encargada de la implantación de sendos aparatos le comunicaba a la comisión detractora, formada por miembros de la Asociación de Vecinos Airam y algunos independientes, que finalmente en lo alto de un edificio ubicado en la calle Francisco de Miranda no iría emplazado el dispositivo de telecomunicaciones, por lo que procederían a su retirada. Sin embargo, como dice el refrán, verlo para creerlo. La cautela se apoderó de los más escépticos, si bien horas más tarde las labores desarrolladas por los técnicos esclarecieron el panorama, constituyendo lo que a ojos de los residentes era una victoria de David frente a Goliat; de los cientos de vecinos frente a las pretensiones de la empresa de colocar un artefacto que, sostenían, no respetaba “el principio de precaución” que aconseja la Organización Mundial de la Salud (OMS) en caso de no tener clara “la inocuidad de la emisiones de alta frecuencia”.

Los cinco representantes de la plataforma que hablaban con este periódico coincidieron en que el hito alcanzado es fruto de la confluencia de distintos factores, entre las presiones ejercidas desde la comisión, las gestiones efectuadas por el Ayuntamiento (“tanto la Corporación anterior como la actual”) y las publicaciones de los medios de comunicación. En este sentido, quisieron recordar algunas de las portadas del DIARIO que esta demanda del barrio lagunero ha protagonizado desde que dio comienzo el conflicto. Además, destacaron que uno de los elementos que les ha permitido salir adelante es que han sido “un movimiento plural”, en el que, dejando a un lado las ideologías y simpatías de cada uno, decidieron sumar esfuerzos para una causa común. De hecho, echando la vista atrás, les vienen las imágenes de sus primeras reuniones, a las que asistían “tres o cuatro indignados”, hasta que, gracias a una campaña puerta a puerta por viviendas y comercios, llenaron el Centro Ciudadano.

Y es que en torno a la guerra de El Coromoto, en la que se inmiscuyeron también comerciantes, autónomos y empresas locales, ha habido episodios de todo tipo. Desde la paralización de los trabajos de instalación al mes siguiente de manifestarse por primera vez, hasta la reaparición de los técnicos el 30 de diciembre de 2019 “por sorpresa y sin previo aviso”, tal como relatan. No obstante, habiendo sido partícipes de una caravana de coches, de la colocación de decenas de pancartas en distintos lugares del barrio y haber mantenido encuentros tanto con administraciones públicas como con las compañías promotoras de la infraestructura, se quedan con que esta coyuntura les ha convertido en una especie de familia. “Es una causa que ha unido al barrio. Vecinos que hacía tiempo que no se veían compartían chocolate o café en las guardias”, cuentan. Aparte, resaltaron el carácter intergeneracional de la reivindicación, puesto que “había personas mayores que, aun pasando frío, se ponían a vigilar”. Porque lo esencial era eso: estar atentos para que no se terminaran de emplazar las antenas.

LARGO RECORRIDO

Un hecho del todo reseñable es que, al igual que la tortura de la gota china, su lucha -y su temor a los aparatos- fue ininterrumpida. Con orgullo, uno de los vecinos, Carlos, porta un dossier en el que recopila la historia de la contienda. Consta de varios recortes de prensa y anotaciones, pero, sobre todo, de imágenes y circulares que colocaban en el entorno para que nadie de fuera ajeno a la problemática que les ocupaba. Un pasaje muy revelador de lo que ocurriría las navidades pasadas es en el que ya advertían de que “a la mínima sospecha” de una reanudación de la instalación de los artefactos, “volveremos a reactivar las movilizaciones”, llegando a decir que estas podrían ser extensivas a céntricas calles de la Ciudad de Los Adelantados.

Otro episodio del que hicieron mención Laly y Josep es que, como método de divulgación, en diciembre de 2018 rodaron un cortometraje de 23 minutos para resumir cómo había transcurrido todo. El mismo arrancaba con un vecino avisando, puerta por puerta y en establecimientos de la zona, sobre la presencia de las antenas. Posteriormente, un pequeño grupo se daba cita en la calle Francisco de Miranda, y así se decidía emprender acciones, ante el temor a posibles enfermedades a largo plazo. Eso sí, todos convenían en que “no hay problemas con la cobertura”.

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